Perfectos Mentirosos

capitulo 46

Me quedé sola en el apartamento después de que Mattheo se marchara, con la carta todavía sobre la mesa. La miraba como si pudiera saltar y morderme, como si cada palabra escrita allí fuera una serpiente envenenada.

Alexa no podía ser. No quería ni pensarlo.

Me dejé caer en el sofá y cerré los ojos, buscando aire en medio del nudo que tenía en el pecho. Y entonces me vinieron recuerdos.

La noche del accidente.

La noche en que mi vida cambió para siempre.

—Val, tranquila, estoy aquí —me había dicho Alexa, sus manos apretando las mías mientras yo lloraba frente a la sala de urgencias. Recuerdo su voz, firme, casi demasiado firme para alguien que acababa de ver mi mundo desplomarse.

Ella fue la que habló con los policías cuando yo no podía articular una sola palabra. La que contestó al teléfono de mi madre y le dio una versión… ¿cuál era? Intenté recordar. Algo sobre un choque inesperado, un error en la carretera. No lo sé. Yo estaba demasiado ida para escuchar con atención.

Pero ahora, repasando cada detalle, me di cuenta de algo.

Alexa nunca me preguntó qué había pasado.

Nunca intentó saber mi versión, ni se mostró sorprendida por nada. Desde el principio, actuó como si ya supiera cómo habían ocurrido las cosas.

Abrí los ojos de golpe, sintiendo un escalofrío recorrerme la espalda.

—No… —murmuré, como si mi voz pudiera espantar esa idea absurda que se me cruzaba por la mente.

La defendí una y otra vez frente a Mattheo. Era mi amiga, mi confidente, la persona que me sostuvo cuando no podía ni caminar recta del dolor. ¿Cómo iba a dudar de ella?

Y sin embargo, la sospecha estaba plantada.

Me levanté de golpe, como si necesitara moverme para deshacerme de ese pensamiento. Caminé hasta la ventana y miré la ciudad brillando allá abajo.

Mattheo siempre ha sido un experto en sembrar dudas. Lo sé. Lo conozco. Pero esta vez… esta vez las palabras se habían quedado clavadas más profundo de lo que quería admitir.

Porque si Alexa de verdad había estado tan cerca… tan involucrada desde el primer segundo… ¿por qué nunca me di cuenta de los silencios, de los detalles que no cuadraban?

Sentí mis labios temblar. Y por primera vez, me odié a mí misma por no estar completamente segura de mi mejor amiga.




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