Regresé al apartamento con la absurda esperanza de que el silencio de Valentine fuera distinto. Que el suyo no fuera el tipo de silencio que corta, sino el que da tregua. Pero apenas abrió la puerta, entendí que había construido un muro nuevo.
No me echó, pero tampoco me invitó a pasar. Solo se giró, caminó hacia el sofá y dejó la carta ahí, como si yo fuera a tropezar con la maldita prueba de que mi vida está hecha de mentiras.
—¿La estuviste leyendo otra vez? —pregunté, intentando sonar tranquilo, como si esa hoja no me estuviera arrancando la piel cada vez que la miraba.
Ella me lanzó una mirada seca, distante.
—No podía dormir.
Me acerqué despacio, midiendo cada paso. Siempre lo hago. Con Valentine es como caminar sobre cristales: un movimiento en falso y todo se rompe.
—¿Y? —quise provocarla, aunque mi voz sonó más rota de lo que esperaba—. ¿Ya decidiste qué vas a pensar de mí esta vez?
Ella me sostuvo la mirada más de la cuenta. No había odio en sus ojos, pero sí algo que me puso nervioso: duda.
—Mattheo… —su voz se quebró apenas, pero enseguida la endureció—. ¿Y si tienes razón?
El aire se me atascó en la garganta.
—¿Razón en qué?
Valentine desvió la vista, se abrazó a sí misma como si buscara calor.
—¿Y si Alexa supo más de lo que yo pensé? —murmuró, tan bajo que casi no la escuché.
Me quedé quieto, helado. Ella nunca había admitido algo así. Nunca.
—Sabes que lo dije por instinto —me defendí, aunque por dentro sentí un destello de satisfacción enfermiza—. Algo no me cuadra con ella desde hace años.
—No empieces —me cortó, levantando una mano, pero sin la dureza habitual—. No estoy diciendo que te crea. Solo… estoy admitiendo que hay cosas que no encajan.
Ese fue mi momento para apretar el nudo, y lo sabía.
—Val, esa noche alguien movió las piezas para que todo apuntara a mí. La supuesta infidelidad, las mentiras, incluso las dudas que sembraron en ti. ¿De verdad no te parece conveniente que Alexa estuviera tan cerca? Que lo supiera todo, antes incluso de que tú pudieras entenderlo.
Ella no respondió de inmediato. Caminó hacia la ventana, como si la ciudad pudiera darle la respuesta que yo no podía darle. Y cuando habló, no lo hizo con rabia, sino con una frialdad que me desgarró más que cualquier grito:
—Si descubro que tienes razón, Mattheo, será peor que todo lo que me hiciste antes. Porque significaría que mi hermano… y yo… siempre estuvimos rodeados de traidores.
Sentí cómo mis manos se cerraban en puños. La idea de que Valentine empezara a dudar de Alexa me daba un retorcido alivio, pero al mismo tiempo me aterraba. Porque si ella sigue ese camino… tarde o temprano va a llegar a la verdad completa.
La verdad que podría destruirnos a los dos.
Editado: 04.10.2025