El laboratorio ultramoderno ubicado en Bukchon Hanok Village, rodeado de casas tradicionales coreanas, se erigía como un punto de encuentro entre lo antiguo y lo contemporáneo. Mientras las calles afuera respiraban historia con sus caminos empedrados y arquitectura clásica, el interior del laboratorio brillaba con tecnología de vanguardia. Las superficies blancas impecables reflejaban la luz tenue de los focos, mientras una pared de vidrio dejaba ver un jardín de hierbas aromáticas cultivado específicamente para las mezclas.
Hye-Jin llegó temprano, cargando una pequeña caja con muestras e ingredientes seleccionados del taller de su madre. Su expresión era severa, como si llevara consigo una armadura invisible. En contraste, Min-Jae llegó poco después, impecable como siempre, con un traje oscuro que parecía fuera de lugar en el ambiente creativo del laboratorio. Su actitud despreocupada solo sirvió para tensar más el ambiente.
—¿Lista para perder? —bromeó él mientras se acercaba al área de trabajo, una isla equipada con quemadores, pipetas y frascos organizados con meticulosidad.
—Estoy más que lista para demostrarte que el talento de mi familia siempre ha estado por encima de tus... habilidades cuestionables —respondió ella con una sonrisa gélida.
El desafío era simple: ambos debían crear una fragancia en dos horas, utilizando los ingredientes disponibles en el laboratorio. El objetivo no era solo hacer un perfume agradable, sino uno que evocara emociones profundas.
Min-Jae, confiado, comenzó a seleccionar sus ingredientes con la calma de un maestro en su elemento. Ella, en cambio, trabajaba de manera más metódica, revisando cada frasco y probando pequeñas combinaciones en tiras de papel perfumado.
La chica decidió usar la fórmula incompleta de su madre como inspiración. Seleccionó jazmín sambac, vetiver y vainilla tahitiana, los mismos ingredientes que había visto en el diario, añadiendo toques de bergamota y ámbar para darle un carácter más moderno.
Mientras mezclaba, su mente se llenó de imágenes de su infancia: su madre trabajando en su taller, el aroma que llenaba la casa y las pequeñas lecciones que le daba sobre cómo cada ingrediente tenía una historia que contar.
Sin embargo, algo faltaba. La fragancia que estaba creando tenía equilibrio, pero carecía de alma. Sentía que le faltaba el "toque final", mas no podía identificarlo.
En el otro extremo del laboratorio, Min-Jae trabajaba con una precisión casi artística. Seleccionó ingredientes que parecían poco convencionales: pétalos de rosas marchitas, madera quemada y almizcle. Su elección sorprendió a la joven, quien no pudo evitar observarlo de reojo.
Él notó su mirada y, con una sonrisa astuta, comentó:
—Los mejores perfumes no son los que simplemente huelen bien. Son los que cuentan historias que las personas no pueden olvidar.
A medida que mezclaba los ingredientes, el aroma que surgía de su estación comenzó a llenar la habitación. Era un perfume que evocaba una nostalgia indescriptible, como si trajera consigo recuerdos de un momento perdido en el tiempo.
Cuando el tiempo terminó, ambos colocaron sus creaciones en pequeños frascos de cristal. Para decidir quién había creado la mejor fragancia, recurrieron a Soo-Ah, quien había estado trabajando en una esquina del laboratorio en un proyecto independiente.
La joven, con su estilo elegante y profesional, se acercó con curiosidad. Su cabello oscuro recogido en un moño impecable y sus labios pintados de un rojo tenue le daban un aire de sofisticación. A pesar de ser reservada, había demostrado ser un talento invaluable en el equipo.
—Primero el tuyo, jefa —dijo con una sonrisa amable.
Hye-Jin le entregó su frasco, sintiendo una mezcla de orgullo y nerviosismo. La asistente inhaló profundamente y cerró los ojos, permitiendo que la fragancia se desplegara en su mente.
—Es hermoso —comentó después de unos momentos, —me recuerda a un día soleado en primavera. Es ligero, cálido y tiene una calidad que invita a sonreír.
Su jefa dejó escapar un suspiro de alivio.
—Tu turno, Min-Jae —dijo Soo-Ah, tomando el segundo frasco.
Cuando inhaló la fragancia del chico, su reacción fue completamente diferente. Sus ojos se abrieron de golpe, y una expresión de asombro cruzó su rostro.
—Esto... —informó en voz baja, mientras llevaba el frasco a su nariz nuevamente. —Es como si estuviera de regreso en la casa de mi abuela. El olor del jardín después de la lluvia, las tardes junto al fuego...
Hye-Jin observó con incredulidad cómo su asistente se sumergía en un mar de emociones. El hombre, sin perder su sonrisa confiada, la miró directamente.
—Un perfume no solo debe ser hermoso —dijo—, debe ser inolvidable.
Aunque no quiso admitirlo, Hye-Jin se sintió intimidada. Su fragancia había sido técnicamente impecable, pero carecía de la profundidad emocional que Min-Jae había logrado capturar.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, incapaz de contenerse.
Él levantó una ceja, disfrutando de su victoria.
—La clave no está en los ingredientes, sino en lo que significan para la persona que los huele. Todos tenemos memorias asociadas a olores. Solo hay que encontrar los correctos.