El hotel de lujo en Jamsil, con sus paredes de mármol blanco, candelabros brillantes y decoración contemporánea, brillaba con elegancia. Las amplias salas estaban llenas de personas influyentes de la industria de los perfumes, todas vestidas con sus mejores galas. Los aromas de fragancias exclusivas llenaban el aire, una mezcla de jazmín, oud y almizcle, mientras los asistentes brindaban con champán.
Hye-Jin, vestida con un elegante vestido de terciopelo negro con detalles plateados, recorría la sala con la cabeza en alto. Su cabello, recogido en un moño clásico, dejaba al descubierto un par de pendientes de diamantes que reflejaban la luz cálida del lugar. Aunque su exterior exudaba confianza, por dentro sentía una mezcla de emociones. Era su primer evento público junto a Min-Jae desde que el concurso internacional había comenzado.
Él, impecablemente vestido con un traje negro y una corbata azul oscuro, irradiaba el tipo de presencia que hacía que las miradas se volvieran hacia él. Pero esta vez, sus ojos buscaban constantemente a la chica, como si ella fuera la única persona que importara en la sala.
—Hye-Jin, te ves... impresionante —la halagó cuando la alcanzó cerca de la mesa principal, donde una exhibición de perfumes exclusivos estaba atrayendo a un grupo de curiosos.
Ella lo miró de reojo, con una leve sonrisa en los labios.
—Gracias. Tú tampoco estás tan mal, aunque creo que tu corbata podría ser más atrevida —respondió, con su habitual tono irónico.
Él sonrió, disfrutando el intercambio. Había algo en su resistencia que lo atraía, como una fragancia compleja que no podía descifrar del todo.
El ambiente de la fiesta, con su música suave y conversaciones animadas, parecía empujarlos hacia una conexión más personal. Cuando un miembro del comité organizador anunció que el baile comenzaría, el chico extendió una mano hacia la joven y preguntó:
—¿Me concederías este baile?
Ella lo miró, dudando por un momento, pero aceptó mientras colocaba su mano con gracia.
El salón de baile era majestuoso, con suelos de madera pulida que reflejaban la luz de los candelabros. La orquesta en vivo tocaba un vals moderno, y las parejas se deslizaban por la pista con movimientos fluidos.
Cuando Min-Jae tomó la cintura de Hye-Jin, ambos sintieron la electricidad del momento. Ella, que había jurado mantener una distancia emocional, se sorprendió por la forma en que su cuerpo respondía a su toque. Él, acostumbrado a ser un hombre calculador, descubrió que el simple hecho de tenerla cerca desmoronaba su fachada de control.
—¿Estás disfrutando de la fiesta? —quiso saber él con su voz baja mientras giraban con elegancia.
—Digamos que... es menos terrible de lo que esperaba —respondió sin poder evitar una sonrisa.
—Qué halago —dijo él, inclinando ligeramente la cabeza con diversión.
A medida que avanzaba el baile, las miradas entre ellos se volvieron más intensas, como si el resto del mundo hubiera desaparecido. La muchacha sentía que el peso del pasado comenzaba a disiparse, aunque una parte de ella seguía siendo cautelosa. Él, por su parte, parecía decidido a demostrarle que no era el hombre que había conocido años atrás.
En una terraza privada del hotel, lejos del bullicio de la fiesta, Soo-Ah y Eun-Soo se encontraban solos. La terraza ofrecía una vista espectacular del río Han, cuyas aguas reflejaban las luces de la ciudad. El aire fresco contrastaba con el ambiente cálido de la fiesta, y los dos amigos habían escapado para disfrutar de un momento de tranquilidad.
La joven, con un vestido rojo que resaltaba su elegancia, miraba el paisaje mientras sostenía una copa de vino. El hombre, en un traje gris claro, estaba a su lado, con una expresión más relajada que de costumbre.
—Siempre me sorprendes, Soo-Ah. Nunca pensé que te vería en un evento como este —comentó con una sonrisa.
Ella lo miró de reojo, con una expresión que mezclaba curiosidad y diversión.
—Y yo nunca pensé que me encontraría contigo aquí, huyendo de la fiesta —respondió mientras reía con suavidad.
El ambiente entre ellos era cómodo, pero también cargado de algo más. En los últimos días, sus conversaciones habían pasado de ser casuales a mucho más personales. La muchacha había comenzado a notar los pequeños detalles de él: la forma en que se preocupaba por los demás, su risa discreta y cómo siempre encontraba algo interesante que decir.
—¿Sabes? A veces creo que eres demasiado serio para tu propio bien —comentó ella al girarse para enfrentarlo.
Eun-Soo levantó una ceja, sorprendido por su comentario e inquirió:
—¿Ah, sí? ¿Y qué debería hacer para ser menos serio?
—Tal vez... disfrutar más del momento —contestó ella, dando un paso más cerca.
La tensión entre ellos era palpable. Soo-Ah, normalmente reservada, se sorprendió a sí misma al sentir el impulso de cruzar esa línea invisible entre ellos. Él, que siempre había mantenido una actitud profesional, se dio cuenta de que estaba a punto de perder su autocontrol habitual.
Sin previo aviso, ella dejó la copa de vino en una mesa cercana y, con una sonrisa juguetona, preguntó: