El laboratorio ultramoderno en Bukchon Hanok Village estaba envuelto en un extraño silencio, interrumpido solo por el leve zumbido del sistema de ventilación y el tintineo ocasional de cristales. Bajo la luz blanca que bañaba cada rincón, Hye-Jin y Min-Jae estaban inmersos en una tarea que exigía precisión, creatividad y, sobre todo, una tregua incómoda.
La propuesta de crear una fragancia basada en emociones humanas había surgido después de una noche de reflexiones. Ambos sabían que, para destacar en el concurso, necesitaban algo más que ingredientes de calidad: necesitaban una historia que conectara profundamente con las personas. Sin embargo, trabajar juntos era un desafío constante.
Él revisaba las esencias disponibles, alineadas en un estante cromado. Vestía una camisa negra impecable, que contrastaba con su piel clara y resaltaba sus ojos oscuros llenos de intensidad. A su lado, ella, con un delantal de lino gris sobre una blusa blanca, sostenía un frasco de vidrio ámbar en el que flotaban pequeñas flores de azahar.
—¿Has pensado en qué emoción debería ser nuestra base? —preguntó ella al romper el silencio.
El chico, sin apartar la vista de los frascos, respondió:
—La nostalgia. Es universal, conecta a todos.
La joven lo observó de reojo. Había algo en su tono que sugería que hablaba desde la experiencia personal.
—Es un buen punto de partida —admitió. Luego, con un leve sarcasmo, agregó—: Supongo que puedes ser útil después de todo.
Él sonrió ligeramente, dejando escapar una risa suave y dijo:
—Es bueno ver que empiezas a reconocerlo.
Ambos comenzaron a seleccionar ingredientes: flores para los recuerdos de primavera, cítricos para la calidez del verano, y maderas para la melancolía del invierno. A pesar de sus diferencias, la química creativa entre ellos era innegable.
El laboratorio, con sus mesas metálicas y herramientas de precisión, se llenó de aromas contrastantes mientras ambos mezclaban esencias. Hye-Jin se inclinó sobre un alambique, observando cómo un líquido transparente se destilaba con lentitud.
—Esto debería aportar un toque de frescura —comentó, señalando el frasco.
El muchacho, a su lado, olió la mezcla y asintió mientras añadía:
—Podríamos complementarlo con un corazón de rosas antiguas. Evoca recuerdos de hogar y de amores perdidos.
—¿Siempre piensas en términos tan dramáticos? —preguntó ella, con una ceja arqueada.
—La perfumería es arte, Hye-Jin. Si no evocas emociones profundas, solo estás haciendo química —respondió él con una sonrisa confiada.
Ella no pudo evitar notar la pasión en sus palabras. Por un momento, la tensión entre ellos se disipó, reemplazada por un entendimiento mutuo.
A medida que avanzaba el día, la fragancia empezaba a tomar forma. Sin embargo, un pequeño accidente alteró la atmósfera. Mientras Min-Jae ajustaba las proporciones, su mano rozó un frasco de esencia de almizcle, derramándolo sobre la mesa.
—¡Cuidado! —exclamó Hye-Jin, tratando de salvar parte del líquido con una pipeta.
Él maldijo entre dientes, claramente frustrado consigo mismo.
—Lo siento, fue un descuido —se disculpó mientras limpiaba el desastre.
Ella suspiró, pero su tono fue más suave de lo esperado al decir:
—Está bien. Todos cometemos errores, incluso los genios autoproclamados.
Ambos intercambiaron una mirada que mezclaba frustración y un atisbo de risa contenida. Era un recordatorio de que, aunque sus pasados estuvieran llenos de resentimiento, su presente requería cooperación.
Mientras tanto, en una cafetería bohemia en el barrio de Hongdae, Soo-Ah y Eun-Soo estaban sentados en una mesa junto a la ventana.
La cafetería, decorada con muebles de madera rústica y plantas colgantes, era un refugio acogedor en medio del bullicio urbano.
La joven, con su cabello corto cuidadosamente peinado y un suéter crema, miraba al chico con una mezcla de admiración y preocupación.
—Si seguimos viéndonos así, alguien lo descubrirá tarde o temprano —murmuró, jugando nerviosamente con la taza de té frente a ella.
Él, con su chaqueta de cuero y un aire despreocupado, le dedicó una sonrisa tranquilizadora y contestó:
—No tienen por qué enterarse. Podemos mantenerlo en secreto.
Ella suspiró, aunque no podía ocultar una pequeña sonrisa e inquirió:
—¿Y si Hye-Jin se da cuenta? Es mi mejor amiga. Me mataría por no decírselo.
—Está demasiado ocupada peleando con Min-Jae como para notar algo —respondió él mientras se inclinaba hacia ella. —Además, esto es solo nuestro por ahora. ¿No te gusta eso?
Soo-Ah no respondió, pero el rubor en sus mejillas hablaba por sí solo. Ambos sabían que su relación estaba en un terreno peligroso, mas también que ninguno estaba dispuesto a detenerse.
De regreso en el laboratorio, Hye-Jin y Min-Jae estaban agotados pero satisfechos con los avances del día. En un frasco pequeño, descansaba la primera versión de su fragancia basada en emociones.