La lluvia golpeaba con suavidad las ventanas del café donde Soo-Ah ojeaba un grueso expediente con documentos antiguos. El café, ubicado en una calle tranquila de Hongdae, tenía un ambiente cálido y acogedor, con paredes de ladrillo rojo y estanterías llenas de libros. El aroma a café recién molido y pasteles horneados envolvía el lugar, creando un contraste con la seriedad de la tarea que ella tenía entre manos.
Sentada en una esquina aislada, lejos de las miradas curiosas, se ajustó sus gafas y se concentró en los papeles frente a ella. Había algo en la historia de Min-Jae que no cuadraba, y estaba decidida a encontrar respuestas.
Eun-Soo apareció por la puerta del café minutos después. Llevaba una chaqueta oscura y el cabello aún mojado por la lluvia. Al verla, sonrió de manera cómplice y se acercó a su mesa.
—Sabía que te encontraría aquí —dijo mientras se sentaba frente a ella—. ¿Qué estás investigando ahora?
La chica levantó la vista, con expresión seria, pero al verlo, suavizó su semblante.
—Algo que podría cambiar nuestra percepción de Min-Jae —respondió mientras le pasaba uno de los documentos.
El joven lo tomó y lo leyó en silencio. Era una copia de un artículo de hace años, sobre el escándalo que involucró a la empresa para la que Min-Jae trabajaba antes de fundar su propia compañía. Según el artículo, la empresa había sido demandada por plagiar fórmulas de perfumes de competidores, y él había sido señalado como uno de los principales responsables.
—¿Estás diciendo que él no fue el culpable? —preguntó Eun-Soo con una ceja arqueada.
—Eso es lo que estoy intentando averiguar. Mira esto —le pasó otro documento, esta vez una copia de una carta anónima dirigida al director de la empresa.
La carta era breve pero clara: “Si no cumplen con nuestras exigencias, habrá consecuencias. La familia de su empleado Min-Jae no estará segura”.
El hombre dejó la carta sobre la mesa, pensativo, e inquirió:
—Entonces, ¿estás diciendo que Min-Jae fue manipulado?
—Es una posibilidad —contestó ella—. No estoy diciendo que sea inocente, pero parece que las cosas no son tan simples como Hye-Jin cree.
Mientras tanto, en el laboratorio de Bukchon Hanok Village, Min-Jae estaba solo. La lluvia tamborileaba en el techo, y el aire estaba impregnado del aroma a sándalo y bergamota, mezclado con una ligera nota cítrica que provenía de la última mezcla en la que estaba trabajando. El laboratorio estaba iluminado por lámparas cálidas, que proyectaban sombras danzantes sobre las paredes.
El chico sostenía un frasco pequeño en sus manos, mas su mente estaba a kilómetros de distancia, atrapada en recuerdos del pasado. La traición que todos le atribuían no era tan sencilla como parecía.
Recordaba el momento en que un hombre misterioso lo había abordado fuera de su antiguo lugar de trabajo. Vestido con un traje oscuro y una sonrisa fría, el hombre le había entregado un sobre con instrucciones claras: debía filtrar información sobre una fórmula específica a un competidor, o su madre y su hermana pequeña sufrirían las consecuencias.
Había intentado resistirse, pero la amenaza era demasiado grande. Aún podía oír la voz de ese hombre susurrándole al oído: “Tu talento es impresionante, pero tu familia es tu debilidad. Haz lo que decimos y todos estarán a salvo”.
De vuelta en el café, Soo-Ah y Eun-Soo discutían sus hallazgos. La conversación había pasado de ser estrictamente profesional a algo más personal. Ella confiaba en él más de lo que estaba dispuesta a admitir, y él, a su vez, parecía decidido a ayudarla en lo que fuera necesario.
—Si Min-Jae fue obligado a traicionar a la familia de Hye-Jin, ¿por qué no lo ha dicho? —quiso saber Eun-Soo al apoyarse en la mesa.
—Tal vez siente culpa, o tal vez cree que no lo creerán —respondió Soo-Ah—. Hye-Jin ha estado tan convencida de su culpabilidad que cualquier intento de explicarse podría parecer una excusa.
Él asintió lentamente, pensando en cómo podrían usar esta información para suavizar la relación entre sus amigos.
—¿Crees que deberíamos decirle algo a Hye-Jin? —preguntó.
La muchacha dudó. Había algo en esta información que todavía le parecía incompleto.
—Aún no. Quiero reunir más pruebas antes de involucrarla.
Mientras tanto, Hye-Jin estaba en el taller privado de su madre, una habitación pequeña pero acogedora en la parte trasera de la perfumería familiar. Las paredes estaban cubiertas de estantes llenos de frascos, algunos con etiquetas escritas a mano y otros desgastados por el tiempo. Una mesa de trabajo en el centro estaba llena de herramientas, cuadernos y muestras de ingredientes raros.
El aroma en el taller era una mezcla de especias y flores, un recordatorio constante de la pasión de su madre por la perfumería. La chica estaba buscando inspiración para la próxima fase del concurso, mas su mente estaba distraída.
No podía dejar de pensar en Min-Jae. Algo en su comportamiento reciente le parecía contradictorio. ¿Por qué, si supuestamente había traicionado a su familia, estaba tan comprometido con este proyecto? Y luego estaban esos momentos en los que su mirada parecía llena de arrepentimiento, como si quisiera decirle algo pero no pudiera.