El laboratorio en Bukchon Hanok Village irradiaba tranquilidad aquella tarde. Los ventanales ofrecían vistas panorámicas de los techos curvados y callejuelas empedradas del barrio, mientras que en el interior, el espacio estaba lleno de instrumentos de alta tecnología: destiladores, mesas de acero inoxidable, y estanterías repletas de frascos de esencias exóticas. La luz cálida de las lámparas colgantes iluminaba las herramientas que Hye-Jin y Min-Jae usaban para preparar la mezcla perfecta.
La tensión habitual entre ellos flotaba en el aire, pero ese día algo era distinto. Habían estado trabajando en silencio durante horas, cada uno absorto en su tarea. Él lucía concentrado, con su cabello cuidadosamente peinado y su camisa blanca remangada, mostrando unos antebrazos que destacaban la firmeza de su físico. Sus ojos oscuros se movían entre las notas y los instrumentos con precisión quirúrgica.
Por otro lado, Hye-Jin, vestida con una bata blanca y con su cabello recogido en un moño desordenado, analizaba un frasco con una fragancia ámbar que brillaba bajo la luz. Aunque su exterior mostraba calma, su mente estaba atrapada en un torbellino de emociones. Las recientes interacciones con Min-Jae habían puesto en duda su resentimiento hacia él, pero aún no estaba lista para confiar.
El chico se acercó al área de trabajo de ella con un frasco lleno de un líquido transparente que emitía un leve aroma a hierbas.
—Esta mezcla podría estabilizar el compuesto que estás probando —dijo, con su voz firme mas no hostil.
La joven lo miró con desconfianza, pero tomó el frasco. Era evidente que, aunque seguían siendo rivales, sus objetivos comunes los obligaban a colaborar.
—No necesitamos estabilizar nada —respondió al verter el líquido de su propio experimento en un pequeño destilado—. Solo necesito ajustar las proporciones.
—Si sigues ignorando las reacciones de los compuestos, podrías provocar un accidente —advirtió él, cruzando los brazos.
Antes de que ella pudiera responder, una pequeña chispa surgió del destilador. Ambos miraron con alarma cómo el líquido burbujeaba de forma violenta, cambiando de un ámbar brillante a un rojo profundo. El olor que emergió era acre y químico, nada parecido a lo que buscaban.
—¡Apártate! —gritó el joven al lanzarse hacia ella mientras el destilador explotaba con un fuerte estallido.
La onda expansiva derribó frascos y esencias, y una nube de humo denso llenó el laboratorio. Min-Jae sujetó a Hye-Jin y la protegió con su cuerpo mientras ambos caían al suelo.
El laboratorio, usualmente un lugar de orden y creatividad, se había convertido en un caos. Fragmentos de vidrio cubrían el suelo, y el aroma de químicos quemados era sofocante. Una alarma comenzó a sonar, llenando el aire con su estridente pitido.
La chica, aún aturdida, abrió los ojos y se encontró mirando el rostro de él. Su expresión, usualmente calculada y distante, mostraba preocupación genuina.
—¿Estás bien? —preguntó él, ayudándola a levantarse.
Ella asintió, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza por el susto. Sintió un leve ardor en su antebrazo y notó un pequeño corte, pero por lo demás estaba ilesa.
El chico inspeccionó con rapidez el laboratorio para asegurarse de que no hubiera peligro inmediato antes de dirigirse nuevamente a ella.
—No deberías haber estado tan cerca del destilador sin verificar la estabilidad del compuesto —la regañó, con un tono severo mas sin intención de culparla.
Hye-Jin frunció el ceño, aún temblando por lo ocurrido.
—No necesito que me salves —replicó, aunque su voz carecía de la fuerza habitual.
Él suspiró, dejando entrever una mezcla de frustración y alivio.
—No estaba tratando de salvarte —dijo finalmente—. Solo hice lo que cualquiera haría.
Minutos después, cuando el humo comenzó a disiparse, ambos se dedicaron a limpiar el desastre. Ella recogía fragmentos de vidrio, mientras él verificaba que los sistemas de ventilación funcionaran correctamente.
El silencio entre ellos era pesado, pero no incómodo.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, sin mirarlo para romper el hielo.
El chico, que estaba limpiando un estante cercano, se detuvo y la miró con intensidad.
—¿Por qué hice qué? —respondió, aunque parecía saber con exactitud a qué se refería.
Ella levantó la vista mientras sostenía su mirada y contestaba:
—Podrías haberte alejado cuando viste que iba a explotar. En lugar de eso, te arriesgaste por mí.
Min-Jae dejó el paño que tenía en la mano y dio un paso hacia ella. Había algo en su mirada que la desarmaba, una mezcla de sinceridad y vulnerabilidad que rara vez mostraba.
—No podía dejar que te pasara algo —admitió en voz baja—. Aunque pienses lo peor de mí, no quiero que te hagas daño.
La chica sintió que su corazón daba un vuelco. Había algo genuino en sus palabras, algo que la hizo cuestionar sus sentimientos hacia él una vez más.
Esa noche, después de haber limpiado el laboratorio, ambos se quedaron en silencio por un momento. Hye-Jin estaba sentada en una de las mesas, examinando el pequeño corte en su brazo, mientras Min-Jae preparaba un botiquín de primeros auxilios.