El cielo nocturno de Seúl brillaba con una mezcla de luces artificiales y estrellas tímidas, mientras la ciudad mantenía su ritmo vibrante. En el corazón de Hongdae, donde los callejones se llenaban de arte callejero y el eco de música en vivo, Eun-Soo y Soo-Ah caminaban juntos, aunque manteniendo una prudente distancia. A pesar de la calidez entre ellos, su relación aún era un secreto que debía protegerse de miradas curiosas, especialmente de las personas cercanas a Hye-Jin.
Él, vestido con un abrigo oscuro y una bufanda gris, lucía tenso, con las manos enterradas en los bolsillos mientras su mirada evitaba a la chica. Por otro lado, ella, con un abrigo camel y su característico porte elegante, caminaba con pasos ligeros, como si intentara aligerar la atmósfera densa que se había formado entre ellos.
—Gracias por venir —dijo finalmente él para romper el silencio que los había acompañado desde que salieron de la cafetería donde trabajaban.
—Sabes que siempre estoy aquí para ti —respondió ella, con su voz suave, pero firme—. ¿Qué está pasando? Estás más callado de lo habitual.
Llegaron a un pequeño parque escondido entre los edificios de la zona. Era un espacio tranquilo, con bancos de madera y un par de faroles que arrojaban luz cálida sobre el sendero. Eun-Soo se detuvo frente a un banco y se sentó, mirando al suelo, mientras Soo-Ah lo observaba con preocupación.
—Es sobre Min-Jae —confesó al fin. Su voz estaba cargada de culpa.
La muchacha se sentó a su lado, cruzando las piernas y girándose ligeramente para mirarlo.
—¿Qué pasa con él? ¿Tiene algo que ver con lo que pasó entre él y Hye-Jin?
El joven asintió, soltando un suspiro profundo y contestó:
—Fui parte de ello, Soo-Ah. Ayudé a Min-Jae cuando tomó esas fórmulas del diario de la madre de Hye-Jin. No sabía exactamente qué estaba haciendo en ese momento, pero estaba desesperado.
—¿Por qué lo hiciste? —inquirió ella, con su tono suave y lleno de sorpresa.
Él la miró por primera vez desde que llegaron al parque. Sus ojos, generalmente cálidos, estaban llenos de arrepentimiento al decir:
—Mi familia estaba pasando por problemas financieros. Min-Jae me ofreció ayudarme a cambio de mi colaboración. No pensé que Hye-Jin saldría tan lastimada. Creí que sería algo temporal, que todo se resolvería sin mayores consecuencias, pero me equivoqué.
La joven lo miró fijamente, con su rostro lleno de una mezcla de emociones. Aunque quería enfadarse, entendía que él no era una mala persona. Simplemente había estado atrapado en una situación que no sabía cómo manejar.
—Eun-Soo —comenzó, tomando su mano. Su toque era firme, transmitiendo apoyo en lugar de juicio—. No puedes cambiar lo que pasó, pero puedes ayudar ahora. Hye-Jin tiene derecho a saber la verdad.
Él negó con la cabeza, soltando su mano con suavidad, y contestó:
—No puedo decírselo. La perdería para siempre, y ahora… ahora no sé si podría enfrentarla.
—Si la verdad sale a la luz por otro lado, será peor —dijo Soo-Ah, con la voz cargada de preocupación—. Tienes que hablar con ella, aunque sea para pedir perdón.
Eun-Soo se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras. La chica esperó con paciencia, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía lo difícil que era para él admitir su culpa, mas también sabía que, para avanzar, debía enfrentarse a su pasado.
—Tienes razón —dijo él al fin, con su voz apenas un susurro—. Pero necesito tiempo para encontrar el momento adecuado.
Ella asintió, aunque sabía que no sería fácil para él.
—Estaré contigo cuando decidas hacerlo —prometió. Sus palabras eran sinceras, llenas de una lealtad inquebrantable.
Eun-Soo levantó la mirada hacia ella, y por primera vez en esa noche, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Gracias, Soo-Ah. No sé qué haría sin ti.
Ella le sonrió mientras se inclinaba ligeramente hacia él y susurró:
—No te preocupes. Soy buena guardando secretos, ¿recuerdas?
Él soltó una leve risa, aunque el peso de su confesión seguía presente. Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la calma del parque y de la compañía del otro.
El frío de la noche comenzaba a intensificarse, y la joven frotó sus manos para calentarlas. Él, notando el gesto, se quitó su bufanda y la envolvió alrededor del cuello femenino.
—No tienes que hacer eso —dijo ella, sorprendida.
—Insisto —respondió con una sonrisa—. Además, te queda mejor a ti.
Ella rio con suavidad, mientras el calor de la bufanda y el gesto la reconfortaban. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo exterior dejó de existir.
—Eun-Soo… —comenzó, pero no terminó la frase. En lugar de eso, se inclinó hacia él y lo besó.
Fue un beso suave, lleno de emociones reprimidas y de una conexión que habían intentado ocultar. Cuando se separaron, los dos estaban sonrojados, mas ninguno apartó la mirada.
—Creo que esto hace que nuestro secreto sea aún más complicado —dijo ella, con una sonrisa traviesa.