Perfume de venganza (cinco sentidos)

Capítulo 18

La habitación del hotel en París estaba bañada por la luz tenue de una lámpara de mesa, lanzando sombras suaves sobre las paredes decoradas con patrones florales en tonos crema y oro. Hye-Jin estaba sentada en el sillón junto a la ventana, sosteniendo entre sus manos el diario de su madre. Sus dedos trazaban las letras garabateadas en la página que contenía la fórmula que Min-Jae había robado años atrás. Había estado repasando cada línea desde que llegó al hotel, pero algo no encajaba.

De repente, su teléfono vibró en la mesa. Era un mensaje de Soo-Ah: “Hye-Jin, hay algo que deberías saber. No te enfades, pero Eun-Soo me contó lo que pasó con Min-Jae hace años. Está relacionado con su familia. Llámame si quieres saber más.”

La chica sintió un nudo en el estómago. Había pasado años odiando al joven, convencida de que su traición había sido motivada únicamente por la ambición. Ahora, con este mensaje, la posibilidad de que hubiera algo más detrás de sus acciones la desarmaba.

Después de unos momentos de vacilación, tomó su teléfono y llamó a su amiga.

—Sabía que me llamarías —la saludó Soo-Ah al contestar, con un tono que mezclaba cautela y alivio.

—Habla —dijo Hye-Jin, sin preámbulos.

Su amiga respiró hondo antes de empezar:

—Min-Jae no robó la fórmula por codicia. Su familia estaba al borde de la ruina. Su padre había acumulado deudas por malas inversiones, y los acreedores amenazaban con llevarlos a la quiebra. Incluso llegó a recibir amenazas contra su madre y su hermana menor.

La perfumista permaneció en silencio. El odio que había alimentado durante años comenzaba a tambalearse, pero no estaba lista para rendirse a la compasión.

—¿Y eso justifica lo que hizo? —preguntó, con su voz cargada de escepticismo.

—No, pero hay algo más. Min-Jae nunca planeó quedarse con el crédito para siempre. Según Eun-Soo, su plan era devolver el mérito a tu madre cuando la situación de su familia mejorara. Solo que… nunca tuvo la oportunidad —explicó Soo-Ah con cautela.

Las palabras de su amiga resonaron en su mente. ¿Era posible que todo lo que ella creía sobre el chico estuviera equivocado?

Decidió que necesitaba respuestas directamente de él.

Horas después, Hye-Jin se dirigió al café del hotel donde sabía que lo encontraría. Estaba sentado en una mesa junto a un ventanal, con una copa de vino frente a él. La iluminación tenue del lugar hacía que su rostro pareciera más sombrío de lo habitual.

Cuando ella llegó, él levantó la vista y sus ojos se encontraron. Había sorpresa en su mirada, pero también algo de resignación, como si supiera que este momento llegaría.

—Necesitamos hablar —dijo ella sin preámbulos al sentarse frente a él.

El chico asintió con lentitud, dejando la copa de vino sobre la mesa y contestó:

—Estoy escuchando.

La chica lo miró con fijeza, tratando de descifrarlo.

—¿Por qué lo hiciste? —inquirió, con su voz quebrada.

El hombre respiró hondo, y por primera vez, ella notó un destello de vulnerabilidad en él.

—Mi familia estaba en ruinas, Hye-Jin. Mi padre cometió errores, y las consecuencias nos estaban aplastando. Tenía dos opciones: ver cómo mi madre y mi hermana sufrían o hacer algo para salvarlas, aunque eso significara traicionarte. Elegí lo segundo, y no pasa un día sin que lo lamente.

La joven sintió una mezcla de emociones: ira, tristeza y algo que no podía identificar.

—¿Y pensaste que robar la fórmula era la solución? —preguntó, con dureza en su tono.

—No lo hice por ambición —respondió él al inclinarse hacia ella—. Lo hice porque no tenía otra opción. Planeaba devolverle el crédito a tu madre, pero entonces ella… falleció, y nunca encontré el momento adecuado.

Hye-Jin sintió un golpe en el pecho. La muerte de su madre había sido un evento devastador, y ahora se daba cuenta de que su pérdida había sido un factor clave en el silencio de Min-Jae.

Después de escuchar la verdad, la perfumista salió del café. El aire frío de la noche parisina la golpeó, mas no logró despejar su mente. Caminó sin rumbo, pasando por calles adoquinadas iluminadas por faroles antiguos. El bullicio de la ciudad estaba a su alrededor, pero ella se sentía sola en su tormento emocional.

Por un lado, no podía ignorar el dolor que Min-Jae había causado a su familia. Y por otro, ahora entendía que sus acciones no habían sido tan simples como ella pensaba. Había actuado por desesperación, no por maldad.

Llegó a un pequeño parque junto al río Sena y se sentó en un banco. Mientras el agua reflejaba las luces de la ciudad, recordó las palabras de su madre: «El perdón no siempre es para los demás, hija. A veces, es la única manera de liberarte a ti misma».

¿Podía perdonarlo? Esa pregunta la atormentaba.

A la mañana siguiente, la chica regresó al hotel con una resolución firme. Min-Jae la esperaba en el vestíbulo, con su postura tensa, como si anticipara un enfrentamiento. Pero lo que encontró en sus ojos fue algo diferente.

—No puedo decir que te perdono completamente —dijo ella, con la voz tranquila mas decidida—. No obstante, quiero entenderte, y quiero que seas honesto conmigo de ahora en adelante.




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