Los rayos del sol se asomaban por una de las ventanas de una pequeña y humilde casa, cayendo directamente en la cara de Mike, quien se encontraba durmiendo plácidamente después de su borrachera de anoche.
A mala gana abrió los ojos y se levantó, rasco su cabeza y dio un largo bostezo.
Trato de ponerse de pie pero sintió una punzada en la cabeza, por lo cual llevo una mano a la zona donde sentía dolor.
-No debí tomar tanto...-se regañó a sí mismo.
En ese momento se dio cuenta donde estaba, se encontraba en su pequeña habitación y con la misma ropa con la que había asistido a la boda de los hermanos Galliard, excepto por sus botas, estas se encontraban a un lado de su cama.
Fue ahí cuando se preguntó cómo fue que llego a casa. Su ultimo recuerdo fue que estaba en el bar del señor Fritz bebiendo agua ardiente.
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos al sentir un olor a comida que inundo sus fosas nasales. Por lo que tomo sus botas, se las puso y trato de ponerse de pie como pudo.
Salió de la habitación y, al llegar a la sala, se encontró con su madre sirviendo la comida sobre la mesa.
-Buenos días, mamá-le saludo.
-Serán buenas tardes, hijo-le miro Lena-Ya es más de medio día.
-¡¿Qué?!-Mike se asombró ante lo dicho por su madre-¡Maldición! ¡Es tarde! ¡Tengo que abrir la tienda!-comenzó a caminar de forma rápida a la puerta principal, pero fue detenido por Lena.
-Mike, tranquilo-uso sus manos en su pecho-No nos moriremos de hambre porque dejes de trabajar un día. Mejor descansa.-le hablaba de forma calmada.
Mike solo suspiro cansado.
-De acuerdo.
-Ahora lávate la cara y cámbiate de ropa. Que pareces pordiosero-le regaño Lena mientras regresaba a la cocina-No le daré de comer a un pordiosero… a menos que me lo pida gentilmente.
Mike rodo los ojos, hace tiempo que no escuchaba los regaños de su madre.
Aún con eso fue a arreglarse. Cuando ya estuvo con otros ropa, vacío un poco de agua en un tazón y se lavó la cara. Ya listo salió al comedor y se sentó en frente de ella.
-Mamá…
-¿Si?
-¿Cómo fue que llegue a casa?
-Oh, eso. El señor Ackerman y Fritz te trajeron, les pregunte por qué estabas así y solo me dijeron que te pasaste de copas. ¿Paso algo ayer?
-¿Por qué lo preguntas?
-Porque me dijeron que estabas solo, y eso es raro en ti, siempre bebes con tus amigos. Por eso me preocupe en un poco.
-…-Mike recordó las palabras de Nile y apretó la cuchara-No…nada.
-Si tú lo dices-Lena sabía que mentía pero también sabía que no conseguiría nada si lo presionaba, por lo que prefirió no decir nada más y cambio el tema-Mejor tomate un café, así se te terminara de ir la resaca.
De ahí continuaron comiendo en silencio, hasta que Mike se percató que faltaba alguien.
-¿Y Dross?
-Ese gato, lo solté en la mañana porque no me gusta que use la casa de baño, pero es raro que no regrese, siempre viene a esta hora porque sabe que es hora de comer.
-Iré a buscarlo después.
Mientras ellos continuaban comiendo, en una de las tantas calles, se podía ver a una persona que tapaba su rostro con una capa de color verde. Esa persona no era nada más ni nada menos que Nanaba, la cual se encontraba caminando a paso rápido a la tienda de Mike. Y no era para menos, más de dos meses sin poder salir de su jaula de oro y, para colmo, tener que aceptar un compromiso que no quería, la hacía tener más ganas de estar con el hombre que amaba el mayor tiempo posible antes de que su vida se volviera totalmente miserable.
Con mucha ilusión llego a la tienda, mas toda esa ilusión se fue al ver el letrero de cerrado en la puerta. Se encontraba tan decepcionada que su gran sonrisa se borró en el acto, dejando ver una gran tristeza.
No lo entendía, él le dijo que nunca se tomaba días libres.
¿Qué paso?
-De seguro estará enfermó-se dijo a sí misma.
Descartó la idea de ir a verlo a su casa, la razón, no sabía dónde vivía. En todo el tiempo que se juntaban nunca se lo dijo y tampoco le paso por su mente el preguntárselo.
Con eso en mente, giro sobre sus talones y comenzó a caminar de vuelta a su encierro. Ahora, con la cabeza mirando hacia abajo, no le importaba tropezar con alguien, mientras más se retrasar para volver a su realidad era mejor.
-Miau-hasta que escucho un maullido, lo que hizo que levantara la cabeza para ver al gato que se encontraba enfrenté de ella.
-¡Dross!-se alegró al ver por lo menos al gato al que le había tomado cariño desde el primer momento. Se arrodillo y extendió sus brazos hacia el gato, el cual se dejó abrazar-Al menos te pude ver a ti-comenzó a acariciarlo, se puso de pie y camino hasta un callejón oscuro, donde se sentó sobre la caja más limpia que encontró-Justo ahora me gustaría que hablaras para preguntarte donde está tu dueño.