En un verde y podado prado cercano a un bosque iluminado por la luz del sol de la mañana asomándose por unas montañas, una contienda entre dos individuos se llevaba a cabo mientras otros personajes se hallaban tirados en el suelo esparcidos por el lugar, la mayoría quejándose y gimiendo por algún dolor.
Aquellos que estaban tumbados sobre la pastura eran los alumnos de primer año de la Ee, y los que aún se enfrentaban eran Ryan y Sebástian, estando este último en una posición de inmovilización dónde Ryan se encontraba encima de él a punto de golpearlo.
—¡Ryan, déjame libre, me rindo! —suplicó desesperado y asustado.
—No, no lo haré —respondió con una voz sombría—, tengo que hacerlo, ¡así que deja de llorar y aguanta el golpe como has aguantado tantos durante toda tu miserable vida!
—Pero no es necesario que termine así... —insistía poniendo sus manos frente a su rostro para amortiguar algún golpe.
—¡No me importa!, acepta lo que te tocó y deja de llorar de una vez por todas.
Cuando Ryan alzó su puño para asestarle el golpe de gracia, Sebástian vió que de pronto que éste dejó casi de moverse, y lo único que hacía era temblar con su puño aún en el aire.
—¿R-Ryan? —inquirió mientras comenzó a sentir un helado aire recorrerle por la pierna.
—¿Por qué...siento tanto frío... de repente? —preguntó Ryan tiritando.
Ambos voltearon a ver a los demás, quienes se encontraban de igual forma temblando en el suelo.
Todo el suceso era realmente extraño e inexplicable hasta que Sebástian, ahora también afectado por ese extraño frío y temblando más fuertemente, divisó a unos metros de su posición a una persona rodeada de una bruma blanquecina saliendo del bosque, quien tenía sus manos lanzando una neblina que los cubría a los demás y acercándose hacia donde ellos estaban.