Sebástian se encontraba en medio de un campo de batalla desolado y humeante, casi de rodillas a unos palmos de distancia de un enorme sujeto color morado y de barbilla prominente.
—Yo soy... inevitable...
Aquél personaje chasqueó sus dedos envueltos en un guante metálico color dorado, pero nada ocurrió. Sebástian notó una extraña sensación en su mano y, al voltear a mirar, notó que en sus nudillos varias rocas de distintos colores se impregnaban en su guante rojo y le entumían el brazo por completo. Sebástian observó al sujeto que lo miraba perplejo y no pudo evitar responderle.
—Y yo… yo soy… Sebástian…
En aquel instante chasqueó sus dedos, siendo esto lo último que pudo recordar tras abrir los ojos dando de un brinco del susto, notando que estaba en su cama y su cuarto se hallaba iluminado por los rayos dorados del sol entrando por la ventana mientras escuchaba algo afuera.
—¡Sebástian, despierta ya, llevo aquí tocando la puerta como por diez minutos! —gritaba una voz con tono de molestia tras la puerta de la salita que había luego de su dormitorio, misma que reconoció como Sun-Shin.
Sebástian rápidamente salió de su cama, cuarto y se apresuró a abrirle la puerta bordeando la mesita de su sala.
—Perdóname, es que me quedé jetón —explicaba bostezando.
—Apresúrate por favor, todavía tenemos que estudiar para los exámenes —espetó Sun-Shin, misma que vestía con una camiseta color rosa algo holgada junto con una licra negra y un short deportivo que llevaba ya desde hacía varios sábados—, aquí te espero.
Sebástian se apresuró a darse una ducha y no dejar a la chica esperando mucho tiempo, saliendo de este en menos de tres minutos y escupiendo en el lavabo la pasta con la que se cepillaba los dientes mientras se bañaba. A toda prisa se puso su uniforme de ejercicio de la academia y se reencontró con Sun-Shin a la entrada, misma a la que Sebástian observó formando unas esferas diminutas de ácido en la yema de sus dedos hasta notar a Sebástian.
Ambos caminaron hasta el comedor para desayunar rápidamente un tazón de yogurt con frutas y granola y emprender marcha a las afueras de la academia.
—Sebástian, ordena tus cosas, en el poco tiempo que ví esa sala era un desastre total —le dijo Sun-Shin mientras caminaban por el patio de recreo.
—Pues será un desastre, pero yo sé dónde está todo, así que muchos problemas no tengo —le respondió burlón.
—Estás pasando mucho tiempo con Wyatt —sonrió—, ya hasta hablas con su sentido del humor en todo lo que dice.
Tras unos segundos más caminando y pasar por los cristales negros que servían de puerta corrediza, se encontraban a las afueras de la academia. Deteniéndose un momento para respirar el aire fresco de la mañana, doblaron y siguieron caminando hasta llegar a la entrada de un bosque con árboles podridos, muertos y si en caso algunos mostraban vida era a través de hojas grisáceas en su punta, además que en su grama dejaba ver áreas erosionadas gracias al ácido de Sun-Shin lanzado durante aquellas clases privadas.
—Veamos, durante estas semanas ya me mostraste que puedes hacer aparecer tu fuego, ¿puedes envolver tus manos en este como lo hace Ryan con su tierra?
Sebástian soltó su fuego y, tras unos segundos concentrándose, la lengua enrolló al completo su mano y antebrazo. Sun-Shin dió unos brinquitos celebrando a Sebástian.
—¿Sabes? Estaba pensando que tal vez si utilizara mi fuego de forma en que el calor estuviera a punto de… —comentaba Sebástian, pero sus palabras se ahogaron cuando notó en su reojo un líquido verdoso aproximarse hacia él, mismo que muy a duras penas pudo evitar al voltear la cintura tal que sintió que algo le tronó.
—Recuerda, siempre atento al que tienes de frente, no sabes si tiene alguna maña a la hora de atacarte.
—Eso lo dices por lo de Ryan de la otra vez, ¿verdad? —sonrió Sebástian, pero aquella mueca se desvaneció al escuchar una voz a unos metros.
—¿Qué dicen de mí?
—¿Qué hacen ustedes aquí? —inquirió Ryan, un chico de rostro ovalado y alto con buena forma física para sus quince años, de ojos color avellana y pelo castaño y algo rizado. Sebástian sintió el alma írsele a sus pies al ver al chico, el sujeto que toda su vida había sido su agresor y que si se llegaba a fijar en su cuerpo alguna cicatriz tendrá producida por Ryan en el pasado.
—¿Ryan? —preguntaron ambos al unísono— ¿Qué haces aquí?
—Hoy salí a correr más temprano que de costumbre y me encuentro a esta amenaza tratando de matarte con su ácido —soltó observando a la chica, quien volteó a ver al suelo por unos momentos—, y tú no haces más que evitarlo sin defenderte, nada nuevo de tí, imbécil, pero la verdad es que me importa un bledo. Adiós, voy a hacer lo que vine a hacer.
Ryan se retiró y se puso en marcha para correr alejándose de ambos. Sebástian volteó a ver a Sun-Shin.
—¿Estás bien?
— Sí, no te preocupes —respondió con una muy apenas notable tristeza que ocultó tras una mirada y sonrisa confiada a Sebástian— ¡A lo que vinimos! ¡Brazos encendidos ya!
Sebástian no preguntó más sobre la actitud de Sun-Shin y le obedeció, y cuando una enorme lengua de fuego envolvió sus manos en menos tiempo que antes y se acercó a paso rápido hacia la chica, respondiendo esta lanzando ácido hacia Sebástian, siendo evadido por este mientras al ladear el cuerpo y fingió darle un golpe a la chica en el ojo. La sonrisa confiada de Sebástian desapareció cuando Sun-Shin soltó gemidos mientras se arrodillaba llevándose las manos al ojo, cayendo en cuenta hasta ese momento que para cuando acercó su mano a las pupilas de la coreana aún despedía fuego de estas.
—Ay no, ¿Estás bien? —se acercó con el corazón en la garganta— no fue mi intención, lo juro, bueno, sí porque estábamos entrenando, pero no quise…
Una pequeña esfera de ácido le impactó en el cuello y le hizo callar mientras se iba para atrás, escuchando una risilla por parte de la chica.