Permafrost: la llegada del invierno (elemental School 2)

Capítulo 6: Ojos desesperanzados

—Eres admirable chico, ¿qué haces aquí?... Misma cuestión del otro: cuando los encuentren, dile a los otros que se larguen de o no les tendré la misma piedad.

Lo último que pudo observar Sebástian fueron esos ojos pálidos como si lentillas tuviese observarlo fijamente mientras un dolor fuerte le azotó en un costado de su cabeza, una sensación que quedó obliterada un instante luego al ya no sentir nada cuando sus ojos se cerraron al impacto.

Sebástian dió un gran y ruidoso vuelco en su camilla. La habitación estaba en penumbras indicando las altas horas de la madrugada, siendo iluminados únicamente por la luz de la luna reflejada en la ventana, dando a su vez una vista a la ciudad en su apogeo nocturno donde resaltaban colores de neón en los carteles o la luz de lugares públicos.

—¿Qué te pasó, Sebástian? —preguntó Luna con los ojos entreabiertos al despertar abruptamente al escucharlo.

—Soñé con el sujeto que apareció antes, y recuerdo que me dijo algo para ustedes...

—¿Y qué fue lo que te dijo?

—Algo sobre que teníamos que irnos, no sé, lo mejor sería decirselos en la mañana cuando estén despiertos.

—¡No me dejes con la intriga! —pensó.

—Hay que descansar, Luna, además que es un mensaje para todos nosotros. Buenas noches, otra vez.

—Buenas noches. —se quejó regresando la cabeza a la almohada y terminando de cerrar los ojos, haciendo Sebástian lo mismo sin dejar de pensar en aquella figura y esas palabras tan extrañas.

Cuando volvió a abrir los ojos la luz del saliente sol iluminaba ya la habitación a través de la ventana con el cielo de aspecto anaranjado. Todos se encontraban ya despiertos en ese momento por la costumbre de tener que ir a clases que aún seguían suspendidas para ellos.

—Me hubiera quedado dormido un rato más —se lamentó Wyatt recordando que no se hallaban en la Ee.

Mientras escuchaba los suspiros de Wyatt, a Sebástian se le cruzó por la cabeza aquellas palabras nuevamente, y ahora que ya todos estaban energizados no habría razones para extender más el asunto.

—¡Oigan! —llamó Sebástian a todos, quienes voltearon a verlo con curiosidad en lo que les llegaba el desayuno— les tengo que decir algo, el hombre que nos atacó ayer en el examen me dijo que les dijera que nos largáramos de aquí o no nos tendría piedad en la próxima.

—Perfecto —golpeó Ryan con decisión la palma de su mano con el puño de la otra— significa que volverá, y podré...

—Yo hablar con él —terminó Sebástian por él—, recuerda nuestro trato.

—mmta... —se quejó— ¿Y con qué descaro dice que no nos tendrá piedad cuando me regañó a mi sobre eso?

—¿Y cómo que nos fuéramos? —añadió otro estudiante— tenemos que seguir estudiando para no ser armas peligrosas que no sepan cómo controlarse.

Sun-Shin observó al estudiante y volvió su mirada hacia Sebástian, quien la miró a los ojos a la espera de alguna respuesta, pero para sorpresa de Sebástian se quedó muda y reflexiva, como dubitando algo.

—Pues la verdad yo también quiero quedarme, aunque me da miedo lo que nos puede hacer ese sujeto que tanto hablan —comentó un estudiante más.

—¿Pero por qué querrá que nos vayamos? —preguntó alguien.

—Pues tengo dos hipótesis —alegó Luna— la primera y única que puedo decir por ahora es que tal vez no quiera que aprendamos a dominar nuestros elementos, y así causar caos en el mundo humano por nuestra ignorancia.

—Suena improbable, Luna, ¿sabes la cantidad de elementales que deberían de haber ya en el mundo humano graduados de aquí?

—Entonces es la segunda hipótesis —sentenció la chica.

—¿La cual es...?

—Oh, no puedo decirla, tengo que seguir atando unos clavos para hacerla sólida.

—¡¿Y por qué no nos das la idea y ya?! —se desesperó uno de los presentes.

—Okey, podría ser que sea contratado por alguien para hacernos daño, pero repito que tengo que pensar más a detalle las cuestiones —respondió. Al principio Sebástian no entendía bien su planteamiento, pero no fue sino hasta que Luna volteó a verlo a él, a Wyatt y a Cha guiñando un ojo que comprendió que había dicho cualquier cosa menos la teoría real.

Dicho ello el tiempo transcurrió entre las cuatro paredes mientras la incertidumbre reinaba en la mente de todos los que escucharon aquella conversación e intentaban hallar la lógica a aquél ataque imprevisto. Al segundo día de ingresar al hospital despacharon a ambos profesores y unos cuantos estudiantes que tenían lesiones menores por el exámen; al tercero dieron de alta a casi todos los demás, dejando solamente al cuarteto y su nuevo integrante momentáneo que se recuperaba poco a poco y ya comenzaba a portar menos vendajes; y ya para el cuarto día pasada la tarde Sebástian, Luna, Wyatt y Sun-Shin salieron por fin del hospital.

Las afueras del edificio mostraban un panorama distinto al que acostumbraban en la Ee, habían más viviendas de distintos estilos y colores, las carreteras decorativas en lugar de grama que crecía corta en el suelo, tejas en los techos en lugar de árboles y sus copas, además de observar a más personas transitando por el área. Sebástian se sintió como si fuera un campesino que llegaba por primera vez a la capital de su país, y como si fueran uno también desconocían las rutas a tomar para llegar hasta la Ee, tuviendo que preguntarle a varios transeúntes en el camino.

Cuando se encontraban ya a las afueras de la ciudad y los bosques eran ya visibles, Sebástian recordó las fechas en las que se encontraban y se dirigió a Cha, reflexiva y cabizbaja.

—Oye Cha, mañana es sábado, ¿haremos lo mismo de siempre o...? ¿Estás bien? —inquirió viendo que no le hizo ni caso.

—¿Yo? —se exhaltó— si, si, estoy bien.

—¿Segura? —repitió, recibiendo solo un asentir con la cabeza de Cha antes de regresar a sus aires pensativos. Sebástian sabía que ella tenía toda la actitud de taciturna, pero no lo era con sus amigos y eso es lo que le pareció raro a Sebástian.



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En el texto hay: misterio, juvenil, ficcion

Editado: 26.02.2024

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