A lo largo de la poca semana transcurrida, aparte de que las nubes se hacían cada vez más oscuras con el pasar de los días, fué de lo más normal en lo que sería una escuela. Los exámenes que tocaba realizar y Ryan agrediendo a Sebástian en los pasillos bajo la excusa de "nuestra tregua es contra aquél sujeto, no todo el tiempo" entre otras cosas.
Al mediodía, cuando el sol estaba en lo más alto del cielo iluminando y el calor era más notorio en los poros de la piel, el cuarteto se encontraba en el comedor almorzando, acompañándolos además de una nueva vibra saliendo de Cha desde el día anterior una sonrisa de complicidad entre los otros tres que esta no pudo evitar notar.
—¿Por qué están tan felices?
—¿Recuerdas lo que te dije ayer en la playa? —preguntó Sebástian, notando cierto rubor aparecer en las mejillas de la chica.
—¿Lo de que tu fuego...?
—¡ESO NO! —la interrumpió apresurado mientras Wyatt y Luna lo miraron con extrañeza— me refiero a lo del regalo que te daríamos como grupo.
—Ah, si —suspiró con alivio— ¿Qué hay con ello?
—Pues cuando fuimos a Enemeia ví que mirabas una clínica psicológica, así que te conseguimos una cita allí, porque, ¿qué íbamos a saber unos chamacos miados de esos temas que solo un profesional puede tratar? Intentaría yo pero no puedo ni manejar mi vida, Meyer te estaría llamando en cualquier momento fuera de clases.
Cha no respondió nada en aquél instante, la única respuesta antes de abalanzarse sobre ellos fueron una sonrisa de oreja a oreja y un chispar en sus ojos.
—¿Les he dicho que los quiero? —dijo enternecida a sus amigos mientras los abrazaba.
—No —contestó Wyatt con ironía— mucho menos cuando no nos hablabas, como ayer por ejemplo.
—¡No seas así ahorita! —exclamó Luna dándole un guantazo— Si Sebástian nos dijo que le diéramos ese regalo seguro que le ocurre algo malo como para actuar así tan de repente.
—¿Enserio pagaron para que me traten? —inquirió Cha con algo de incredulidad.
—Nosotros no —le respondió Wyatt sobándose del golpe— el viejo peliazul lo hizo.
Azariel, quien se encontraba en aquella oficina con Alastair al frente sentado tras su escritorio, estornudó con fuerza.
—¿Le sucede algo, señor Nilo?
—No, no es nada, señor, ¿para qué me ha mandado a llamar?
—Verá, con lo ocurrido en el examen de sus alumnos la otra vez, la policía ha estado buscando al sujeto, pero aún no tenemos rastro alguno.
—¿En todo este tiempo no han podido encontrar a alguien que se escapó de Berserker? ¡Pero si es solo un crío!
—Ese crío del que usted habla se esconde bastante bien, y como sabrá, aún no podemos pedir ayuda a los Excubiaes y localizarlo al no ser una amenaza grave para Enemeia, su único ataque fue hacia tus alumnos —habló mordaz—. Dile a Lenard y a los demás profesores que estén al pendiente de los jóvenes, que algunos salen de la escuela los fines de semana y es peligroso con aquél criminal aún en libertad.
—Lo haré, tenga por seguro que le haré llegar el mensaje.
—De acuerdo, Nilo, adiós y buenas tardes —se despidió observando al peliazul cruzar por el umbral.
—Si no lo han capturado aún, deberíamos considerar tomar medidas de protección para resguardar a los alumnos, ¿hay propuestas? —habló Lenard
En el lugar se hallaban todos los profesores de la academia reunidos alrededor de una enorme mesa aquella tarde, todos estos habiendo sido informados de las palabras de Alastair.
—Principalmente no dejarlos salir de la Ee hasta que no hayan capturado al sujeto —comentó Azariel.
—Siento que en caso sea necesario debería ser solo bajo la compañía de un profesor como mínimo —dijo Brandon tras tomar agua—, aunque el que la policía esté tras su pista me hace parecer que impedir las salidas de la Ee es, al menos por ahora, algo un poco muy exagerado.
—No han habido noticias del chico desde ese día, así que es de suponer que se está escondiendo y no sería una jugada inteligente salir, lo que sí es que deberíamos mantener vigilancia a los alrededores —propuso Hanna.
—No se confíen, si ya atacó a luz del día mientras lo buscaba la policía nada le impide hacerlo de nuevo —atajaron Jade y Nathan.
—Que ahora es más resonado incluso en Enemeia —argumentó Minerva—, ya hay incluso retratos de cómo se mira en caso alguien pueda reconocerlo y evitar que se está ocultando como ciudadano normal.
—¿Entonces dicen que es improbable que ocurra una nueva calamidad y que lo mejor por el momento sería aumentar la vigilancia? —recapituló Lenard.
—Si no queda de otra... —bufaron los que proponían casi que cuarentena.
—De acuerdo, vigilancia a las afueras de la Ee por parte de un par de profesores cada día a cada extremo de la academia y restricciones hacia los alumnos para salir. Doy por cerrada la reunión y les estaré dando los horarios de vigilancia en cuanto pueda. Buenas tardes damas y caballeros —finalizó Lenard mientras los otros profesores salían de la sala.
Miércoles en la mañana con el brillante sol resplandeciendo por la ventana, el día más odiado por la mayoría de personas y más cuando tienes examen de matemáticas en la escuela.
Al paso de un rato, ya los estudiantes de primer año estaban en sus salones con la maestra Minerva al frente de ellos con las hojas de examen. Minerva era una mujer de estatura media, no era baja ni tampoco alta, tenía un ondulado y largo cabello oscuro y penetrantes ojos color verde.
—Esto sonará algo extraño para un examen —dijo de repente a todo el grado— formen equipos de dos personas para realizarlo.
Un momento de incertidumbre llenó el lugar. ¿Tan difícil era el examen que debía de hacerse entre dos personas?
Wyatt se acercó a Luna y puso sus hombros alrededor de sus hombros, y con una vocecita le susurró:
—Amiga, compañera, compatriota, duo...