Pero Te ConocÍ...

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Abro los ojos sintiéndome un poco extraño. ¿Lo de anoche fue real o fue cosa de mi imaginación? Sea lo que sea no va a impedir que hoy sea un gran día. He decidido que, si estaré aquí durante algún tiempo para librar toda tensión de mi cuerpo, lo mínimo que puedo hacer en Sighisoara es disfrutar de los lugares que es obligación recorrer si es que eres turista. Recuerdo que ayer cuando estaba en la cafetería del hotel Anca me había invitado a recorrer los lugares que venían en un folleto turístico que llevaba en la mano me negué, pero la oferta ahora mismo suena tentadora.

Así que me doy un último estirón y me pongo de pie después de entreabrir la pequeña ventana que hay encima de la cama. Fuera ha dejado de nevar, pero en cuanto abro la venta se cuela en la habitación la fría brisa, poniéndome la piel de gallina.

Camino hacia mis maletas que están tiradas en el suelo de madera y las abro, en busca de un conjunto cómodo que me quite la sensación de estar hecho de hielos. Saco un pantalón negro, una playera blanca de manga larga con cuello de tortuga y mi ropa interior, y me dirijo al baño de la habitación sintiendo la calidez del lugar. Mis pies descalzos se rozan contra la alfombra de la habitación y me estremezco cuando tocan el suelo frío del cuarto de baño.

Abro la llave y me desnudo, sintiendo toda mi piel erizarse al perder la calidez de la ropa que me cubría. Si algo detesté esta mañana fue el agua helada que salió de la regadera, y aún más el sentir ese frío invernal en mi cuerpo desnudo. Al terminar estoy temblando de pies a cabeza, rezando para que no pesque un resfriado en pleno escape-vacaciones.

Salgo del baño sin nada que me cubra, y corro sobre la alfombra rasposa hacia la ventana de encima de la cama, la cierro y poco a poco siento cómo el aire frío desaparece del lugar.

Suspiro y mis músculos se destensan, me detengo frente al espejo y miro mi cuerpo totalmente desnudo. Nunca he sido un chico fitness, pero he hecho algunas rutinas de ejercicio para no estar ni bien ni mal. Mientras me miro el cabello caerme encima de la frente y lo largo que está, siento una extraña sensación como si alguien estuviera detrás de mí, pero cuando miro por el espejo por encima de mis hombros no veo a nadie.

Frunzo el ceño y me giro para comenzar a cambiarme.

Pero al hacerlo, me quedo más helado de lo que estuve al salir de bañarme al ver a quien tengo frente a mí.

Es él.

Emilio.

—¿Entonces no fue un sueño, Emilio? —Murmuro.

Se ajusta el pequeño gorro verde militar que lleva sobre la cabeza y sonríe, frunciendo el ceño.

—¿Quién es Emilio?

—Tú, ¿no?

Niega con la cabeza y se echa a reír.

—Emil. Sin el “io” —puntualiza poniendo los ojos en blanco.

—Es igual.

—Veo que no cambias —dice aún con una sonrisa radiante en sus labios.

Frunzo el ceño sin entender muy bien qué es lo que quiso decir, pero después abro los ojos como platos al saber en qué condiciones me encuentro. ¿Se refería a mi cuerpo? ¿Desde hace cuánto me conoce? ¿Me ha visto desnudo más veces? Sorprendido y alterado, alzo una mano para taparle los ojos y con la otra me cubro la entrepierna, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

—¿Por qué me tapas? Es normal…

—Mejor cierra los ojos y deja me visto.

E in regula —¿Qué?

—¿Si sabes que no sé qué carajos acabas de decir, cierto? Quizá me estés insultado por mi forma física, pero desde ahora mismo te advierto que si quieres que te ayude a eso que quieres que te ayude no voy a andar permitiendo que me…

—Leonardo —me calla. Lo miro por encima de mi hombro mientras me abrocho el pantalón. Me mira directamente a los ojos—. E in regula significa “está bien”. No es ningún insulto.

—Más te vale —le advierto, tomando la playera.

Escucho que suspira y dice algo en voz baja, pero no entiendo en parte porque no escuché bien y en parte porque lo dijo en rumano. ¿Qué pensaba al venir a un lugar cuyo lenguaje no entiendo nada? No sé, mejor hubiera huido a España o a Estados Unidos; total el inglés no es mi fuerte, pero sé dominarlo.

Me meto la playera por debajo del pantalón y me ajusto el cinturón.

—Listo, ya puedes verme —le anuncio.

—Te llevo observando desde que te despertaste —pone los ojos en blanco.

—¿Qué?

Nimic —alzo una ceja a la espera de su traducción—. Nada.

Mientras me pongo mis Vans negros, siento cómo el colchón de la cama se hunde con su peso detrás de mí. Me enderezo al sentir mi camiseta desfajarse y elevarse poco a poco. Me pongo de pie al instante y lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué es lo que haces? —Pregunto alzando un poco la voz.

—La tienes.

—¿Qué cosa?

—La marca.

—¿Qué?

—Tienes la marca en forma de estrella en tu espalda baja.




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