Es de noche y en una ciudad desértica que no reconozco. Las casas se ven deterioradas, como si ninguna persona viviera aquí desde hace mucho tiempo.
Siempre es lo mismo, nunca hay personas que puedan ayudarme a salir de esta horrible pesadilla. No se escucha nada, ni voces, ni animales. Parece que el mismo viento le teme a la bestia. Solamente se escucha mi pesada respiración por el miedo que me consume.
Desde el comienzo de mis pesadillas, pude distinguir que se trataba como en una cacería de animales. Mientras yo era la presa, él era el depredador que acechaba los alrededores en busca de la mejor posición para atacar.
El no lograba matarme en mis pesadillas, ya que, de una extraña manera, lograba despertar antes de que eso ocurriese.
En las calles, la mayoría de las casas y alrededores no cuenta con energía eléctrica, excepto por un pequeño y destrozado hotel de tres pisos.
La luz no solamente sirve para iluminar, sino también actúa en mi estado de ánimo, aunque también cambia mi forma de ver y percibir las cosas. Las vuelve más severas y terroríficas.
El interior del hotel es lúgubre y está destruido, manchas de sangre adornan la estancia por todas partes.
Trato de buscar un escondite. Mi instinto me dice que el último piso es la mejor opción. Subo las escaleras tratando de emitir el menor ruido posible y procurando que mis manos dejen de temblar.
El elevador no es una opción para mí, por el ruido que genera y el miedo a que se vaya la electricidad y quedar atrapada.
Cargo conmigo un cuchillo que escogí para protegerme antes de irme a dormir. Milagrosa y curiosamente permanece conmigo en mis sueños.
En mi subida al tercer piso del hotel vislumbro por las ventanas, manchadas de suciedad, las calles desérticas y los automóviles abandonados en los carriles. No veo a nadie afuera, así que mantengo la ilusión de que esta vez él no se aparecerá.
Aun así, siento un gran temor por lo sobrenatural de mis sueños. Mis padres piensan que a causa del estrés fue que se generó todos los problemas mentales que se fueron presentando desde el inicio de mis pesadillas. Pero estoy segura que todo comenzó desde que él apareció.
Mi instinto me dice que tengo que esconderme rápido. Respiro profundo y abro la última puerta al final del corredor del piso.
Me encuentro con una pequeña habitación llena de polvo, con una ventana de vidrio y muebles antiguos desordenados y rotos.
De repente el aire se vuelve pesado. Mis músculos se tensan en señal de la llegada de la bestia y me siento expuesta de inmediato.
Trato de cerrar la puerta, pero el chirrido repiquetea en el todo el piso y me impide llevar tal acción.
Corro desesperadamente, pero procurando ser silenciosa hasta la ventana. Apoyo mis manos y por suerte logro abrirla. Consigo escabullirme por el alféizar y emprender mi camino por el tejado hasta llegar al primer piso.
Mis piernas tiemblan en anticipación de lo que podría pasar. Agudizo mis oídos y logro escuchar pisadas y silbidos que se incrementan a medida que avanza en la planta de abajo.
Fue una estúpida idea entrar al que tiene electricidad.
Escucho pisadas en las escaleras y sé que él sabe que me encuentro en la última planta.
Trato de pensar si es una buena idea lanzarme hasta los arbustos moribundos que se encuentran en las orillas del edificio, pero resigno de la idea al poder pisar con un pie una superficie estable de la ventana de abajo.
Logro pisar exitosamente y flexiono las piernas para bajar. Apoyar mi cuerpo en la ventana para llegar a la segunda planta. Escucho como es abierta bruscamente una de las puertas del tercer piso. Así que comienzo a bajar deprisa y llegar al primer piso.
Me estremezco con un ruido metálico emitido por algún artefacto que parece que carga.
Trato de caminar lo más silenciosamente posible, pero mis pisadas crujen en las pequeñas ramas regadas por el suelo. La poca luz emitida por la luna me ayuda en mi escapada del hotel.
Cruzo rápidamente la calle hacia un coche cercano en busca de protección. Me aprovecho de la oscuridad de la noche para poder movilizarme sigilosamente y escapar de él.
La luz moribunda del hotel me permite ver una sombra moverse en el interior del edificio buscándome.
Consigo ocultarme en la oscuridad y avanzar por esta hasta la próxima calle, siempre echando un vistazo hacia atrás, arriba y varias direcciones asegurándome que no me siga.
El embotellamiento de autos me permite moverme hacia adelante sin ser vista. Logro avanzar un par de cuadras entre los coches desérticos que son iluminados, de forma tenebrosa, por la extraña luna roja.
Camino rápidamente por la sensación de urgencia que invade mi cuerpo y siento la sangre abandonar mi rostro al oír un vidrio quebrarse muy cerca de donde me encuentro.
¿Cómo puedo tener tanta mala suerte? La ayuda de psicólogos y psiquiatras no me sirvieron para nada, las pastillas que me recetaron solo provocaron que la bestia se enfurezca y tenga con mayor frecuencia las malditas pesadillas. Ya no hay ni un día que logre dormir bien. Me siento como una presa en espera que el león logre cazarla.