Persepción Birreal

Felices 17

Un chico se encontraba escalando la pared de una casa hasta llegar a la ventana de un cuarto en la planta alta. Dentro una joven de cabello rubio dormía tranquilamente. El muchacho, de ojos rojos, entró por la ventana, se acercó a la cama y la despertó.

- Erika – dijo sacudiendo a la chica – Erika despierta.

- ¿Scait? ¿Qué haces aquí? – preguntó la chica aun adormilada. Sus ojos, uno azul y el otro rojo, se enfocaron en el intruso – ¿Cómo entraste?

- Por la ventana. Vine a darte esto – Erika tomó el paquete que le dio – ¡Feliz cumpleaños!

Ella abrió el paquete. En su interior se encontraba un collar con un dije de corona y una "E" grabada al dorso.

-Qué lindo – dijo ella mirando la joya, luego cambio su mirada a Scait – Gracias.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió – Buenos días, amor – dijo la madre de Erika al entrar. Traía una bandeja con el desayuno y un paquete bajo el brazo. Se acercó a la cama, dejó la bandeja en el regazo de su hija y le entregó el regalo.

- Feliz cumpleaños, tesoro – le dijo al tiempo que su hija rompía el envoltorio. Esta se emocionó al ver que su regalo eran unos zapatos de baile. Eran negros, decorados con una roza a la altura del tobillo.

- Gracias mamá – dijo abrazando a su madre casi tirando su desayuno.

- Me alegro de que te gusten – respondió la madre correspondiendo al abrazo – Bueno, te dejo desayunar.

La madre salió de la habitación y Erika quedó a solas con Scait. El lacio pelo dorado-verdoso (icanos) de este le tapaba la frente.

- Que buena que es tu madre – dijo el chico para llamar la atención de la rubia quien se había olvidado de su presencia.

- Oh, si, tenés razón – contestó ella – Pero tu regalo también es muy bonito. Es una lástima que solo yo pueda verlo.

- Es especial para ti – le dijo Scait tomando el collar que había quedado tirado en la cama – Tu nombre significa "princesa eterna", por eso la corona, y tu inicial en el dorso.

- Aww... Qué lindo – le dijo ella en respuesta al elaborado gesto – Te quiero – lo abrazó – Eres el mejor amigo del mundo.

- Tú también –"Aunque yo te amo" pensó él.

- Bueno, ahora ándate de acá que me tengo que cambiar – le ordenó Erika mientras lo empujaba hasta la ventana.

- Está bien, adiós – Scait saltó por la ventana. No eran más de cinco metros y cayó sobre unos arbustos, por lo cual lo único herido fue su orgullo. Erika lo siguió con la mirada hasta que se detuvo a esperarla al frente.

***

Media hora después, Erika, quien no superaba el metro sesenta, salió de su casa con el uniforme escolar y la mochila al hombro. Scait se había dormido en el pórtico esperándola. Ella lo pateó y este calló a la vereda.

- ¡¿Qué pasó?!¡¿Un terremoto?! – preguntó Scait desorientado por la caída.

- Jajá. No tontito; te dormiste y te pateé escaleras abajo.

- Que gran amiga, ¿eh? – contestó sarcásticamente.

- Bueno, vamos que se hace tarde.

***

Erika y Scait se separaron luego de varias cuadras. Ella vio su reloj, las 7:15, llegaría tarde; así que empezó a correr.

A unas pocas cuadras del colegio se chocó con otro chico que iba en dirección opuesta. Su mochila se le cayó y se abrió, dejando caer todas sus pertenencias. Ambos se pusieron a recogerlas.

- Lo siento, no te vi, estaba muy apurado – dijo el muchacho.

- Descuida, yo igual – le respondió ella.

- Aquí tienes - el chico le tendió un par de libros que juntó; se levantó y siguió corriendo - ¡Por cierto, lindo collar! – le gritó a la carrera apenas volteando hacia ella. Se quedó sorprendida, "¿pudo ver mi collar?" pensó.

Erika volvió a mirar su reloj, 7:40, "ya estoy tarde, no llegaré en cinco minutos". Pegó un grito al cielo y echó a correr.

***

Llegó justo cuando estaban por cerrar la puerta. La profesora que estaba allí le anotó el tarde y la mando a su aula. Eran las 8:00; el profesor de matemática ya estaba dictando la clase. Cuando Erika entró, todos voltearon hacia ella, excepto por dos alumnos que se habían dormido en el fondo.

- Tarde, señorita Miller, como siempre – comentó el profesor.

- Ya lo sé, me siento al frente – respondió ella con desgana.

El banco frente al profesor era literalmente un castigo menor que los maestros daban, ya que los alumnos se avergonzaban de estar allí, y de paso podían controlar que no hicieran trampas o usaran el celular en clase. Pero Erika ya estaba acostumbrada a ese lugar, tanto que sus compañeros habían escrito su nombre en el respaldo de la silla.

***

Sonó el timbre de fin de clases y Erika fue la primera en salir. Se dirigió a su casa a la misma velocidad que cuando se dio cuenta que estaba llegando tarde a clases. Tardó media hora; era un trayecto corto de su casa al colegio, solo que se distraía mucho, por eso llegaba siempre tarde.

Al llegar a su cuarto, tiró su mochila a un costado y se dejó caer sobre su cama mirando al techo. "¿Cómo pudo ver mi collar?" pensaba con la mirada perdida en el blanco cielorraso, "¿Quién era ese chico?". Estos pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de una piedra pegando contra la ventana. Erika abrió el vidrio y se asomó. ¡PUM! Un cascote le golpeó la frente y la hizo caer. Ella tomó el proyectil y se lo regresó al que los estaba lanzando; pero no le dio. Vio que quien se encontraba abajo era Scait, y en la vereda había otros cuatro chicos. Todos, al igual que aquel, tenían esos inconfundibles ojos rojos,

- ¡Idiota! ¡¿Acaso quieres matarme?! – gritó Erika enfurecida.

- Perdón ¿estás bien? – preguntó Scait como si no hubiera visto el moretón en la frente de la rubia.

- Si bien, solo que casi ME SACASTE UN OJO – le contestó ella a esa estúpida pregunta.

- Esta bien, perdón – su disculpa era sincera, pero se confundía con su mirada divertida – ¿Vas a venir?

- Ahí bajo – la respuesta de Erika seguía cargada de ira, pero ella se fue calmando a medida que bajaba.



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En el texto hay: amigos imaginarios, danza

Editado: 31.07.2021

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