Erika se encontraba sola en el aula. Ya había sonado el timbre del recreo, pero era raro que ella saliera porque – es lo mismo estar sola aquí adentro que allá afuera – solía decir a los profesores cuando le preguntaban la razón de su aislamiento. Normalmente hubiera sacado un libro para leer esos quince minutos, pero esta vez lo único que tenía en mente era el encuentro de la noche anterior. Se sonrojó al pensar en esa bella sonrisa brillante de Etan, en sus ojos cafés, calmos y profundos y su mirada confiable y despreocupada. Se dio un para de palmadas a los costados de la cara para salir de ese trance que le producía ese rostro "angelical".
Cuando volvió en sí, se estiró sobre el respaldo de la silla, tiró la cabeza atrás y quedó mirando al techo. "¿Por qué no puedo quitármelo de la cabeza?", pensó tapándose el rostro. Estos pensamientos fueron interrumpidos por el timbre que anunciaba el fin del recreo.
Las últimas horas del viernes le fueron interminables, ya que no podía prestar atención. Su cabeza estaba en otra parte.
***
Cuando por fin llegó a casa, Erika solo quería distraerse hasta que los chicos llegaran por ella para ir al escondite. Se puso su campera favorita y se acurrucó en su lugar favorito en el asiento de la ventana. Se disponía a leer cuando metió una mano en el bolsillo y encontró un trozo de papel; lo sacó, lo abrió y leyó:
"3232 de Mainz St., 20:00hs.
Te estaré esperando,
Etan."
En ese momento la cara del chico, que tanto quería olvidar, invadió sus pensamientos. Se sonrojo, arrojó el papel y, aunque estaba sola, se encogió para ocultar su vergüenza. Cuando se calmó, alzó un poco la vista y la fijó en la nota. Poco a poco se fue relajando; rindiéndose ante esa mirada "tan cálida como el Sol". Se paró y levantó el papel. "...20:00hs..." volvió a leer. Vio su reloj, "las 18:00 y el lugar esta al otro lado de la ciudad", pensó y corrió hasta su armario. Tomó el mejor conjunto que pudo preparar: un par de jeans básicos, una blusa blanca y un par de zapatos cómodos, se cambió, cargó la dirección en el celular (era un club de baile), tomó un sweater y partió a su "debería llamarlo cita", sacudió la cabeza para sacarse esa idea de la mente y salió.
***
Llegó media hora tarde. En el camino había cuestionado mil veces y se había vuelto a convencer de su vestimenta; había practicado mil y un saludos sin conformarse con ninguno, y cuando los nervios se apoderaban de ella, llegaba a pensar si Etan siquiera estaría esperándola. Estos y otros pensamientos se esfumaron cuando lo vio parado cerca de la entrada del lugar, con los brazos cruzados, viendo a todos lados como buscando a alguien. La idea de irse de allí antes de ser vista pasó por su cabeza, pero ella la desechó al momento en que el chico la encontró. Él le hizo señas para que se acercara, con una sonrisa que atravesaba cualquier defensa que Erika pudiera crear.
La música del establecimiento se escuchaba desde el otro lado de la calle; música que no era del agrado de Erika, pero de todas formas ella se acercó a donde estaba Etan. Él fue el primero en hablar.
-Así que aceptaste mi invitación.
- Si... pero entremos antes de que me arrepienta – contestó ella.
- Jajá, como digas – dijo él pasando su brazo por sobre los hombros de la chica, quien se los sacó con un movimiento - ¡Vamos a bailar!
Erika le devolvió una sonrisa tímida y entraron. El club estaba repleto, pero aun así se las arreglaron para llegar a la pista. El chico trataba en vano de hacerla bailar. En ese momento, la música electrónica fue interrumpida por un respiro de los 90': alguien, "bendito sea", había pedido al DJ "Living la Vida Loca" de Ricky Martin. Erika suspiro con alivio mientras dejaba que la música se apoderase de ella. Era la primera vez que bailaba con alguien, pero ello la hacía feliz. En cuanto a Etan, era verdad que sabía bailar, y era muy bueno.
Bailaron toda la noche. Era como si solo fueran ellos dos.
***
Ya era de madrugada cuando dejaron el club. Erika iba caminando, haciendo equilibrio en el cordón de la vereda. Estaba tarareando una canción que bailaron antes de irse. Etan iba por la calle desierta con las manos en los bolsillos. En eso ella pregunta:
-Etan, ¿Dónde aprendiste a bailar así?
- Bueno, como ya te había dicho, yo asisto a una academia de danza al sur de la ciudad – respondió él -. Voy allí desde que tenía 9 años, así que supongo que pasé la mitad de mi vida bailando.
- Je, con razón eres tan bueno – Erika se frenó y se tomó del antebrazo -. Yo por otro lado...
- De que hablas, tienes talento, me lo mostraste allí dentro – argumentó Etan.
Erika se sonrojó. Quiso protestar, pero aquel no le dejó:
-Pero...
- Sin peros. Debes tener más confianza en ti misma.
Ella guardo silencio y metió sus manos en los bolsillos de su abrigo. Caminaron una cuadra en completo silencio, hasta que Erika murmuró una pregunta:
- ¿Cómo fuiste capaz de ver mi collar?
- ¿Qué?
- Mi collar. El otro día dijiste que era lindo.
Etan se quedó pensando, recordando el día en que se chocaron camino a la escuela.
-Si. ¿Y qué con eso? Es lindo. ¿Esta mal que lo diga?
- No, no es eso. Es solo que... - se frenó al pensar en lo estúpido que seria decir "... es que nadie más lo puede ver" -. Olvídalo – dijo al fin.
- ¿Qué pasa?
- Nada, nada... no lo entenderías – ella se empezaba a poner a la defensiva.
- Explícame, tal vez yo pueda...
- ¡No, no puedes! ¡No entenderías lo que es ver cosas que los demás no pueden; escuchar lo que no pueden escuchar! y-y... - estaba a punto de romper a llorar. Etan ya había visto esta cara antes; no en Erika, pero sabía hacia donde iba – y ¡QUE TE TRATEN COMO UNA LOCA QUE VIVE FUERA DE ESTA REALIDAD!
- "Que te traten como un loco que vive en otra realidad"
Ambos dijeron esa frase al unísono. Erika, quien le había dado la espalda a Etan, volteó hacia él. Este se encontraba sereno; comprendía como se sentía ella. Entonces dijo acercándose a esta mientras le tomaba la mano: