El resto del fin de semana, Erika lo pasó encerrada en su cuarto. Se encontraba demasiado triste como para salir o siquiera leer un libro. Solo podía pensar en lo que le había dicho Etan: "... alrededor de 11 meses..." se repetía mentalmente, tirada boca abajo sobre su cama. Si sus amigos la fueron a buscar en estos días, ella nunca se enteró; a veces creía escuchar el golpe de piedras en la ventana, pero nunca se fijó si era verdad o solo su imaginación.
Eran las 18:00 horas cuando escuchó sonar el timbre y la voz de su madre invitando al visitante a entrar. Oyó unos pasos que subían la escalera y como estos se detenían en la puerta de su habitación. Oyó como el visitante tocaba la puerta y decía con una voz que se le había vuelto tan familiar en el último mes:
-Erika, soy Etan. ¿Puedo entrar? – se podía sentir algo de preocupación en su voz.
- Adelante – dijo ella sin ganas, con la cara enterrada en la almohada.
El chico entró. Miró a su alrededor examinando la habitación de la chica. En la misma pared de la puerta, se hallaba un armario mediano que ocupaba casi toda la pared. A su derecha estaba la ventana con el asiento donde ella se acurrucaba a leer. Sobre la pared de enfrente había un escritorio con biblioteca y un espejo de cuerpo completo. Y, frente a él, se encontraba Erika, sentada en su cama abrazando su almohada, con la mirada vacía. Sus ojos, rojos de tanto llorar, se posaron en Etan. Solo los separaba la mesa de luz.
-Hola, quería venir a ver como estabas... después de lo que pasó el viernes.
Erika simplemente apoyó su mentón en la almohada, que tenía apretada contra su pecho, sin dejar de mirarlo. Él se acercó y tomó asiento al pie de la cama.
-Ya se que es duro afrontar la pérdida del síndrome...
- ¿Duro? Estamos hablando de que, pronto, la mitad de mi realidad desaparecerá; y con ella, mis amigos – ella le dio la espalda.
- Lo sé, y por eso estoy aquí.
Ella no volteó, pero se relajó un poco. Etan se acercó un poco y le quiso poner la mano en el hombro, pero se detuvo y la bajó. Entonces, con un suspiro, prosiguió:
-Cuando descubrí que yo estaba perdiendo en síndrome, estaba igual que vos, desesperanzado, triste, sentía que todo lo que conocía no era más que una farsa – su expresión se había vuelto casi tan sombría como la de la chica –; pero luego me di cuenta que, en vez de combatir esta situación, debía aceptarla, así que busqué algo para quitarme esta idea de la cabeza y decidí enfocarme en lo único que me hacía sentir real.
- ¿Y que fue eso? – preguntó ella como si el mero hecho de esbozar una palabra consumiera toda su energía.
- La danza – al escuchar esto, Erika apenas volteó a ver a Etan, pero este no lo notó y siguió –: La danza me hizo olvidar de todo lo que estaba pasando y me mantuvo cuerdo cuando parecía que la mitad de las cosas que conocía desaparecían.
- ¿Y para eso estas aquí? ¿Para decirme como superaste esto tu solo?
- No, estoy aquí para decirte que tú no tendrás que hacerlo sola, que yo estoy aquí para ayudarte.
Erika abrió sus ojos como platos y un sentimiento extraño invadió su pecho.
-G-gracias.
- Además – agregó Etan buscando algo en su bolsillo –, creo que podría tener la solución para ti; para que pienses en algo que no sea la pérdida del síndrome.
Este le tendió un papel doblado. Ella lo agarró y lo abrió. Era un aviso para un concurso de baile en la academia de Etan. Erika lo miró esperando a que este se explicara.
-Es un concurso de baile que mi academia hace cada año. Fue hace dos semanas, pero creo que podríamos entrar para el del año que viene. Solo tendríamos que preparar una rutina y...
- No puedo.
- ¿Qué?
- Que no puedo, no lo haré. No quiero hacer el ridículo frente a toda una academia de bailarines. Además, yo no soy parte de ella.
- Primero, no vas a hacer el ridículo, ya te dije que eres genial bailando. Y segundo, no necesitas ser miembro para participar. Así que, ¿Qué dices?
Por mucho que Erika quería declinar la oferta, la mirada tan segura de Etan se lo impidió. Se sentía tan segura con él, como si todo hubiera vuelto a la normalidad. En un momento le pareció que estaba teniendo un fallo del síndrome, pero si así fue, nunca se enteró debido a los colores que sentía que podía ver al mirar su rostro.
-Está bien – aceptó al fin, Erika – ¿Y cuándo será?
- Todavía no hay fecha, pero calculo que será en otoño del año que viene. Así que tenemos tiempo para practicar.
- Bien.
- Primero tendremos que pensar la canción que usaremos para la rutina – dijo Etan levantándose y empezando a revisar la estantería sobre el escritorio de la chica. Mientras la mayoría de los estantes servían de biblioteca, había uno que tenía varios discos de música. Uno en especial llamó la atención del chico – ¿También escuchas Starset?
- Si... – respondió Erika, quien seguía sentada en la cama, y seguía con sus grandes ojos al chico que revisaba sus discos – es uno de mis favoritos.
- También de los míos.
Parecía que aparecían estrellas en los ojos de ella a medida que hablaban.
-Rápido, canción favorita – dijo él volviendo a ver a Erika con un disco en la mano – "ECHO" – dijeron al unísono y empezaron a reír.
Etan bajó la mirada al disco que tenía en la mano, "Transmissions Deluxe" se leía en la portada. Luego se acercó a Erika y se sentó en la cama.
-Ya tengo cual puede ser nuestra canción – dijo con mucho entusiasmo.
- ¿Cuál?
- "Point of no Return"
- Pero el ritmo es muy... – ella hizo una mueca –. No se si sea buena para una rutina, y menos en pareja.
- Tal ves la original no, pero que hay de la versión acústica.
Erika se sorprendió, no porque fuera una mala idea, sino porque era muy buena, aunque más lenta.
- ¿Pero no es muy lenta?
- No si hacemos un baile más lento. Hay muchos estilos de baile de pareja que son lentos, el vals, tango...