El lunes siguiente, a excepción de un par de fallos del síndrome, transcurrió normalmente, Erika se levantó para ir al colegio, llegó tarde, se aburrió como la mejor, salió de allí y volvió a casa ocho horas después de haber empezado el día. Solo una cosa había cambiado: Scait; no lo había visto en todo el día, ni a la mañana antes de salir, ni en algún recreo como acostumbraba después de que este se escabullera por unos minutos, nada. "Tal vez esta hasta el cuello con las pruebas", pensó ella, "normalmente no lo veo cuando es así".
Ya se habían hecho las 18:00 y Scait seguía desaparecido. "Que raro, normalmente él aparece a esta hora para irnos al escondite". Pasó una hora y nadie vino. "Bueno, una cosa es que se le haya hecho tarde, pero una hora...", pensó Erika, "¿Se habrán juntado sin mi?", sacudió su cabeza para quitarse esa idea, "No lo harían. Iré a ver al escondite". Y con este último pensamiento, partió sola.
***
Cuando llegó al puente, vio hacia abajo, al escondite, este estaba iluminado. "Esos tontos si se juntaron sin mí", su sangre hirvió y ella bajó con ganas de gritar. Dentro se encontraban Marco, Chiod y Jes jugando un juego de cartas. Al oírla entrar, los tres voltearon hacia ella.
-Hola, Erika ¿te encuentras mejor? – preguntó Jes.
- ¿Mejor de qué? – ella lo miró confusa.
- Scait nos dijo que estabas enferma y que por eso no ibas a venir con nosotros – aclaró Marco – Él y Max fueron a traer más bebidas.
- Con que eso dijo... – su enojo ya no era hacia los cinco, sino solo hacia Scait – Ese idiota mentiroso.
Los demás presentes intercambiaron miradas desconcertadas. Era raro verla tan molesta, y más contra Scait. Ellos dos eran inseparables, lo cual hacía más difícil entender porque él mentiría sobre algo como eso. El silencio se apoderó del lugar, hasta que fue interrumpido por el sonido de dos personas acercándose al escondite. En eso, Max emergió de entre las plantas con un par de bolsas; tras él venía Scait con una botella. Este último, se sorprendió al ver a Erika, pero pronto desvió su mirada, al tiempo que esta se volvió más irritada. Los ojos de ella estaban cargados de tal enojo que parecía que ambos fueran rojos.
-Entonces, ¿viniste a recriminarme porque no fui hoy a tu casa, o porque no te fui a buscar para juntarnos aquí? – pregunta Scait sin la menor intención de escuchar la respuesta.
- A parte de eso, sería más porque mentiste sobre que estaba enferma para que ninguno me fuera a buscar – aunque la voz de Erika era serena, de podía sentir la indignación cargada en ella.
- Esta bien, lamento no haberte ido a buscar – dijo sin el menor dejo de disculpa, Scait, dándole la espalda a la chica – Pero ambos sabemos que no mentí sobre el que estuvieras enferma.
- ¿De que estas hablando? – preguntó ella fingiendo no tener idea de lo que decía. Se negaba a creer que el supiera algo.
- ¡No te hagas la que no sabes! – respondió gritando Scait, dándose vuelta con los ojos llorosos – ¡Te oí el otro día con Etan! ¡Oí todo lo que dijeron sobre ese "síndrome" que tienes y que te queda menos de un año! ¡Y todo esto empezó cuando ese imbécil apareció!
- ¡Idiota! – le dijo Erika pegándole una cachetada – ¡No sabes nada! – esta vez parecía que ella fuese a llorar – ¡Es verdad, tengo un síndrome, pero deberías saber de que se trata antes de tratarme como enferma! ¡Deberías saber que ese síndrome es la única razón por la que puedo verte!
Todos quedaron shockeados por este último comentario, sin llegar a comprender que significaba todo eso. Erika se secó una lagrima, respiró profundo y continuo ya algo más relajada:
-Esa "enfermedad", como tu dices, se llama Síndrome de Percepción Birreal, y es la razón por la que puedo verlos, a todos, sus cosas y demás. Según lo que tengo entendido, es un virus proveniente de otra dimensión, su dimensión, el cual afecta a personas con mutaciones genéticas, como mi heterocromía, y les permite interactuar con su dimensión.
- Y, entonces, ¿Qué es eso de que te queda menos de un año? – preguntó Max recordando la acusación de su amigo.
- Todo es culpa del tarado de Etan – acotó Scait aún algo irritado.
- ¡No es cierto! – saltó a la defensiva Erika – ¡ÉL fue quien me contó todo sobre el síndrome! – decidió que era mejor ignorar sus comentarios, así que le dio la espalda y continuó – Según lo que dijo Etan, solo me queda alrededor de 11 meses con el síndrome. No crean que voy a morir ni nada – se atajó ella –, sino que solo no... yo no... no los veré más, y dudo que ustedes puedan verme... a mi...
Erika estaba a punto de largarse a llorar, por lo que todos se acercaron a consolarla. Todos menos Scait quien, aun un poco molesto, enfiló para la salida. No se detuvo al sentir la mirada acusadora de los otros al ver que se iba. Salió. Salió y le flaquearon las piernas. Se apoyo en uno de los pilares que sostenían el puente y miró al cielo, las nubes bloqueaban las estrellas, aunque no parecía que fuese a llover esa noche. Las palabras de Erika seguían dando vueltas en su cabeza, "... no los veré más...", mientras una lagrima recorrió su cara.
***
Dentro, Erika seguía acogida en el abrazo de Max, mientras los cuatro trataban de consolarla. Había dejado de llorar y se empezaba a sentir mejor. Pero, de repente, un dolor de cabeza la invadió. Cuando el dolor paso y abrió los ojos, estaba sola. Preocupada, se levantó y empezó a ver a su alrededor; los colores se habían reducido. "No, no ahora. No un fallo", pensó al momento en que llevaba sus manos a la cabeza; se estaba desesperando. Empezó a dar vueltas, no podía dejar de mirar alrededor. El pánico que la invadió fue mayor que durante cualquier otro fallo. Siguió dando vueltas, hasta que una mano cálida se posó en su hombro. Volteó y todos los colores volvieron como una ola. Volteó y lo vio; un rostro cálido, aunque con dejos de tristeza y preocupación en él. Lo vio, aquel que estaba ahí para ella, como siempre estuvo. La calidez la invadió y lo abrazó hundiendo su cara en su pecho. Él le correspondió el abrazo.