Llegó el viernes. Para Erika no fue fácil pasar la semana; aunque se había reconciliado con Scait, los fallos eran cada vez peores. Pero por suerte pudo superarlos y llegar más o menos cuerda al día de su primera práctica con Etan. Habían acordado que se verían en la casa de ella alrededor de las 19:00. Faltaban 10 minutos y ella ya estaba lista en su habitación. Se había puesto un conjunto cómodo para la práctica, aunque buscando verse lo mejor posible para él.
Estaba viéndose en el espejo con el disco de Starset, en donde tenía la canción, en la mano. "Ya solo faltan 5 minutos", pensó mirando su reloj; pero cuando volvió a levantar la mirada, el pánico la invadió. Un fallo. El dolor de cabeza era tan o más fuerte que el del lunes. Nunca, en sus 17 años, le tuvo miedo a la oscuridad, porque para ella las sombras solo eran de un espectro distinto de color. Era la primera vez que un fallo la agarraba de noche en una habitación sin luz; y por primera vez experimentó lo que era temerle a la noche. Del susto, dejo caer el disco, y ella lo siguió haciéndose una bola temblorosa frente al espejo.
El fallo había pasado, pero ella seguía llorando contra el escritorio. No se dio cuenta de la presencia de Etan, hasta que él la abrazó para consolarla. No había escuchado el timbre; ni siquiera lo escuchó subir las escaleras. Pero su abrazo se sentía tan cálido, tan agradable que le hizo calmarse y dejar de llorar. Pero en su cabeza aún había algo que no cuadraba:
- ¿Etan? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? – preguntó entre desconcertada y algo llorosa.
- Me encontré con tu madre cuando estaba saliendo para el trabajo y me dejó pasar – respondió él, aflojando un poco el abrazo para poder verla a la cara. Ella se echó a reír aun con lágrimas en los ojos.
- Gracias – le dijo ella con un murmullo, mientras lo volvía a traer al abrazo.
Etan se paró y la ayudó a levantarse. La llevó hasta la cama y se sentó con ella.
- Pero ¿qué pasó? ¿Por qué estabas llorando? – preguntó él con preocupación en su voz. Erika estaba por volver a llorar al recordar lo que había pasado hace unos minutos.
-Fue un fallo... – se tapó la cara con las manos como queriendo impedir que le salieran lágrimas. Etan volvió a abrazarla – Nunca supe lo aterradora que era la noche.
Él se quedó con Erika hasta que esta se calmó un poco. Ella seguía con lágrimas en los ojos cuando aquel notó la pequeña radio sobre la mesita de luz. Se levantó y la prendió.
- ¿Qué haces? – preguntó la chica mientras él buscaba una estación.
- No soporto verte tan triste – le respondió Etan, para luego dejar la radio y mirarla a ella - ¿Quieres bailar? – le preguntó extendiéndole la mano a Erika. Esta la tomó y él la ayudó a levantarse.
La canción que estaba sonando era "Anchor", de Skillet. Un ritmo lento, perfecto para un momento como ese. Los dos juntos, en un abrazo que ella quería durara por siempre, solo ellos dos.
-Tu eres mi ancla – dijo ella para sus adentros, al tiempo que apoyaba su cabeza contra el pecho de aquel chico, quien sentía era lo único real en su vida.
***
Cuando el asunto del fallo hubo sido dejado atrás, los dos se prepararon para ir a practicar su rutina. En eso, una idea pasa por la mente de Erika, una pregunta que no se había acordado de preguntar antes:
-Etan, ¿A dónde vamos a ir a practicar?
El chico se echó a reír tan fuerte que lo podrían haber escuchado los vecinos. La chica se enojo porque pensaba que se estaba burlando de ella.
- Perdón... ¿Acaso no te dije? Vamos a mi academia. Conseguí que nos dejaran usar uno de los salones, para practicar, por una hora. Es nuestro de 19:30 a 20:30.
Erika miro su reloj, "pero si ya son las 19:20", pensó. Ya estaba acostumbrada a llegar tarde a todos lados, pero aun así no pudo evitar sentir que todo eso era por su culpa.
-Perdón, por mi culpa vamos a llegar tarde.
- No importa – le contestó Etan – Así nos quedara media hora cuando lleguemos, es más que suficiente. Pero mejor vamos yendo.
- Bien.
***
Llegaron 19:50. El edificio de la academia era gigantesco. "Es más grande que mi escuela", pensó Erika mientras entraban al lugar. Los pasillos, espaciosos y relucientes, estaban decorados con hermosas molduras, y algunos retratos se exhibían en sus paredes. Perdieron otros 10 minutos buscando el salón que les correspondía. "Nos queda media hora. No será un brujo", pensó mirando a Etan, quien se arreglaba algo en la zapatilla. El salón era enorme. El cielorraso se encontraba a al menos seis metros de altura, y el espacio era casi tan grande como la planta baja de la casa de Erika. Un espejo cubría toda la pared derecha de la habitación. El suelo de madera se encontraba tan brillante que ella casi podía ver su reflejo en él. Erika sentía que estaba en un sueño del que nunca querría despertar.
Pasaron la media hora que les quedaba eligiendo el mejor estilo para su rutina, viendo que pasos quedaban mejor después de tal otro, etc. Pero, a pesar de todo lo que Erika se culpaba por haber perdido media hora de trabajo, al final tuvo que admitir que fue una noche muy productiva.
***
Luego de la práctica, volvieron a casa de Erika. En el camino, ella no pudo ocultar su emoción por poder seguir practicando en un lugar tan lujoso. Se había maravillado por la belleza de la academia de Etan; pero lo que más le gustó fue el gran salón en donde practicaron y su gigantesco espejo de toda una pared. Y lo mejor de todo era que ese lugar era para ellos solos.
Una vez llegaron a la casa de la chica, se quedaron frente a la puerta. Esta vez, Erika estaba segura de que su madre no la estaría esperando para escuchar como le había ido con Etan, pero aun así tardó unos segundos para meter la llave en la cerradura y abrir la puerta.
-Bueno. Nos vemos – Etan ya se estaba por ir cuando ella voltea y llama su atención.
- Oye, Etan. ¿No quieres...? – los nervios estaban apoderándose de ella, pero esta, juntando coraje, al fin preguntó – ¿No quieres quedarte a comer?