#persiguiendoanaylah

Capítulo 6

Naylah

En la vida hay circunstancias que nos llevan a tomar decisiones importantes, todo forma parte de un crecimiento personal físico, moral, espiritual y no sé qué otras cosas.

Ser buena persona requiere de varias de esas decisiones importantes. después de llegar al hotel como a las 3 am caí totalmente rendida, si sufren de insomnio, el mejor remedio es capturar a un ladrón con dulces y salvar a hombres de ojos lindos a media noche.

¡Siempre funciona!

Ahora, ser buena persona aplica para muchas situaciones, y con muchas personas. Para mi, tener 23 años y parecer de 17 es un "¿don, maleficio, privilegio, virtud?", bueno lo que sea que me ha perseguido a lo largo de mi vida ha hecho que tenga buenos momentos, por ejemplo:

El regalo del día de los niños que aún le pido a papá con el argumento que lo merezco por medir menos de 1,60. Y él, como buen padre, que me instruye, aconseja y de paso me consiente, se encarga de darme primero una charla, en la que según su criterio debo dejar de usar mi chantaje emocional de ternura, para posteriormente darme lo que deseo.

¡Amo a mi papi!

Pero han habido momentos que hacen que mi bondad se marche por completo si me encuentro con personas como la que tengo delante de mí. Esas personas que me ponen en situaciones difíciles y frustrantes como la que se desarrolla en éste momento.

He estado de pie durante 30 minutos en puerta del restaurante donde se llevará a cabo la reunión con el señor Dante Falconi, socio cofundador de FALES S.A., refinería establecida en Valencia y actual presidente ejecutivo, junto al maître quién no me deja ingresar al establecimiento por una razón: «los niños no pueden ingresar al lugar sin la compañía de un adulto»

Su estúpida razón es el motivo por el cual mi asistencia a la importante reunión se ve amenazada, reunión programa para desarrollarse dentro de 20 minutos.

Normalmente soy amable y cortés con las personas que no conozco de nada, pero este sujeto me va a terminar por sacar ese chucky interior que sabe muchas palabras indignas de la boca de una señorita, lo cual estoy segura no será de su agrado.

Sé y entiendo sus motivos para desconfiar, o sea me vestí no muy elegante y formal porque no quería parecer ostentosa.

Llevo un lindo y simple vestido liso color violeta con corte ejecutivo pero su falda es un poco acampanada, sobre él coloqué un bléiser beige y para completar unas lindas valetas también beige de punta triangular que tienen solo tres centímetros de alto.

Por otro lado, solo me maquillé un poco, pues no es que no me guste usar maquillaje, la verdad me encanta. Pero suelo ser alérgica a muchos productos de este tipo y no quería experimentar y arriesgar a verme como un pez globo durante la reunión.

Precaución ante todo.

Pero esa premeditación no me llevo a contemplar cómo se proyecta mi imagen este día.

Creí verme un poco más madura y adulta, pero que el Maître no me deje ingresar y de paso no haber traído identificación por andar con las prisas demuestran que no veo y soy lo suficientemente adulta.

Si admito que parezco más una niña jugando a la mujer grande pero no es mi culpa ser bajita y menuda.

En 5 minutos es la reunión, y sí, yo sé que normalmente llego tarde a mis citas y distintos lugares.

Si a todos, lo sé!

Pero todo lo que tenga que ver con mi trabajo es motivo de responsabilidad y por tal suma puntualidad. Nunca he llegado tarde a ninguna reunión de carácter profesional ni mucho menos al trabajo.

¡Odio llegar tarde! Y más si tengo 45 minutos explicándole a un individuo inadaptado que si bien dice que no puedo entrar por ser menor de edad, no ha perdido tiempo comiéndose el poco escote que uso y de paso las piernas, todo con sus ojos de cuarentón lujurioso.

Ayshhh!

En vista que la situación se vuelve cada vez más exasperante y parece querer alargarse, decido ponerle fin al asunto de una buena vez aunque me toque recurrir a la grosería.

Creo que ser grosera no es necesario, la amabilidad y educación son virtudes que...

¡Cabeza tu cállate! Te recuerdo que por esta reunión no dio tiempo de desayunar y si yo tengo hambre, imagínate el estómago. Cierra el pico.

—Señor mío, discúlpame pero ya me ha hecho perder bastante el tiempo— digo levantando la mirada y haciendo un gesto con las manos para que deje de mirar mis piernas y ponga sus ojos en mi rostro aunque sea.

» Le agradeceré si por lo menos ingresa y consulta a alguien si hay una reservación esperándome. O me veré en la penosa necesidad de llamar directamente al gerente del lugar para expresarle mi inconformidad con el servicio. Y de paso llamar a la policía y mis abogados para interponer una demanda en contra de su persona— digo con la mayor seriedad que el hambre deja concentrar en mi cara junto a la que uso para designar tareas en el trabajado.




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