—Un chico raro estaba espiando a ToMan, yo digo que deberíamos darle una paliza.
—Dicen que pertenecen a otra pandilla, y que está intentando ser un chivo expiatorio.
—No creo, dicen que es un rarito con problemas en la cabeza.
—No importa lo que digan, alguien así nunca es bueno.
—No te creas, pero vi a alguien de ToMan acercarse a él.
Esas eran las noticias que le habían llegado a Manjiro Sano, conocido como Mikey, comandante de la pandilla Tokyo Manji Kai. Según su criterio, no le parecía un peligro, puesto que era simplemente un rumor entre los miembros de su pandilla; aun así, Mutuo, capitán de la quinta división de la ToMan, no estaba del todo relajado, puesto que podría ser un traidor queriendo acabar con la pandilla.
Pero una noche, después de una de sus reuniones, ahora con su nuevo amigo Takemicchi, el rumor se personificó frente a ellos.
Pequeño, delgado, cabello castaño-rojizo, con muchas ondas, su rostro tapado por un barbijo negro, igual que los guantes sin dedos, y toda la ropa grande, que lo hacía ver mucho más pequeño; lo que más les llamaba la atención, era aquel paraguas negro que utilizaba para tapar su rostro, porque era de noche y no estaba lloviendo.
La presencia de ese chico, sentado cerca de unos árboles, casi camuflado con el entorno, dejó sorprendido y curioso al rubio, pero no era el único que estaba así. Pero todo intento de acercamiento fue detenido cuando un chico, con el característico uniforme negro de ToMan, se había acercado a él. Ese chico era alto, de un rubio suave, y con el cabello corto, y con un pendiente negro muy llamativo, por su piel blanca. Ambos chicos se habían saludado y estaban caminando lejos de la reunión, ambos se habían puesto a hablar sin formalismos.
Manjiro miró a sus capitanes, buscando entre ellos a Baji Keisuke, el capitán de la primera división, quien era el único, además del subcapitán de esa misma división, que reconoció al chico en cuestión.
—Su nombre es Shion, deje que se una a la pandilla, pelea muy bien —aseguró el de cabellos negros—. No creo que sea un traidor.
—Entonces, para sacarnos las dudas, solo hay que hablarlo, y descubrir si es, o no es, un peligro para la pandilla.
En las siguientes reuniones, ese chico no apareció, y justo cuando la quinta división quería hacer su movimiento, el chico apareció sin más. Esa misma noche, con su ropa negra que daba aires de misterio, el misterioso chico volvía a aparecer, está vez, tenía una pelota de tela algo sucia, que lanzaba contra el tronco de un árbol para pasar el aburrimiento, mientras esperaba a su amigo.
Shion, quien estaba gritando emocionado con sus compañeros de división, se había percatado, mucho después, del mensaje que le había llegado de su mejor amigo; en dicho mensaje, su amigo le avisaba que lo estaba esperando en el mismo lugar de siempre. Cuando Draken, el subcomandante, dio por finalizada la reunión, el primero en irse fue Shion, para poder encontrarse con su mejor amigo sin demora.
—Te esperé años —exagero el más pequeño, mientras se levantaba y guardaba la pelota en el gran bolsillo de su abrigo. Una vez, tomó su paraguas, Shion supo que estaba listo para ir a casa.
—Lo siento, Midori —se disculpó divertido, mientras acomodaba su cabello—. Vamos, te acompañaré a casa, y luego me voy a la mía, aunque tengo grandes cosas que contarte.
—Me encanta el chisme, y gracias por todo lo que hace por mí —dijo casi sin pensarlo, sacando una sonrisa a su amigo.
Pero, esa linda escena se cayó en mil pedazos; Shion había detenido su paso, cosa que extraño a Midori, porque había chocado con su espalda. Cautelosamente, el castaño se acercó y asomo su cabeza, para darse cuenta de que frente a ellos, estaba un chico rubio, no muy alto, junto con un grupo de chicos, que vestían de la misma manera que su amigo; para él, los más altos se veían mucho más intimidantes, que el rubio pequeño que estaba al frente.
—Hagamos esto rápido —hablo, un chico rubio, absurdamente alto, para gusto de Midori—. Aoyama, Shion, de la primera división, ¿Eres un traidor?
—Por supuesto que no —contestó nervioso.
—Eres consciente de que revelar la ubicación de ToMan, es un acto de traición.
—¿A qué te refieres? —preguntó, interrumpiendo Midori, hablando aun con el barbijo puesto—. Puede que no sepa nada de pandillas, pero estoy seguro de que este lugar no es un secreto —esas palabras dejaron, en cierto grado, sorprendidos a todos, en especial a Takemicchi, que creía que el chico estaba firmando su sentencia de muerte.