En un callejón, un grupo de chicos vestidos con un uniforme, habían rodeado a otro chico mucho más pequeño. La paliza empezó sin rodeos, el primer puñetazo fue directo en el rostro para poder desestabilizarlo, y así inició una lluvia de golpes por todos lados. Ningún golpe fue correspondido, lo que provocaba risas burlonas en los atacantes, puesto que aquel misterioso sujeto que les había pagado para agredir a ese sujeto. Fueron treinta minutos infernales que parecían horas; al momento de escuchar el chasquido, que era la orden para detenerse, la pequeña víctima terminó cayendo de rodillas al suelo, pero no estaba desmayado. Se había quedado en el suelo unos segundo, como si quisiera asegurarse de que todos se habían ido, y al no percibir ruido, Midori intentó despegar su cabeza del suelo sucio y lleno de dudosas sustancias, pero un zapato negro inmediatamente se colocó en su cien, y empezó a ser presión, para mantenerla en su lugar.
—Ya puedes ir buscando otro camino, mocoso.
Con estas palabras, aquel sujeto misterioso y bien vestido, se alejó. El castaño, al escuchar sus pasos alejándose, empezó a levantarse, una vez estuviera su rostro lejos del suelo, no dudo en escupir la saliva con sangre que se acumuló en su boca durante los golpes. Cuando su mente se aclaró, saliendo del shock, empezó a preocuparse. No podía dejar que alguien lo vea así, no había duda de que su aspecto era deplorable, así que de su bolsillo saco un cubrebocas negro arrugado, tomo su mochila del charco de agua de dudosa procedencia, y busco su teléfono que por suerte no estaba rojo, junto con un abrigo negro grande; se fijó en la hora y concluyo que su amigo no iba a aparecer, se había retrasado bastante. Como método de precaución, había ocultado detrás de uno de esos basureros un paraguas negro barato, con el cual podría tapar la otra parte de su rostro. Cuando se sintió seguro, ignorando el dolor, empezó a caminar a su casa.
Era un día soleado, así que usar ropa negra lo estaba cocinando vivo, y el sudor le daba picazón en las heridas y posibles cortes que encontraría en su cuerpo, pero aun así era el único color en donde las manchas de sangre y otros líquidos no se notaban tanto. Midori más que adolorido, se sentía frustrado, había pasado tanto tiempo al lado de Shion, que se dejó llevar por ese sentimiento de seguridad y falsa confianza, que lo terminó llevando a esa situación, logrando bajar su guardia, y esa paliza que había recibido era un recuerdo de sus errores; así que, sí, estaba enojado consigo mismo.
En medio de su autodesprecio, y los regaños mentales que se daba por actuar de esa manera, no se percató de quienes se estaban acercando, y por eso chocó su hombro, posiblemente dislocado con el de alguien, provocando un dolor inimaginable, que no tardó en reprimir. Rápidamente, sus ojos buscaron el origen de aquel choque, y cuando se percató de quién era, el arrepentimiento se instaló inmediatamente en su cabeza.
—Lo siento —dijo desviando su mirada para seguir con su tortuoso camino, pero todas sus intenciones fueron detenidas por las palabras de cierto rubio de ojos azules.
—¿Tú no eres el amigo de Shion? ¿Cómo te llamabas? —preguntó Takemicchi con un tono inocente que molestaba a Midori.
—Midori, ese es mi nombre —dijo sin poder evitar su tono desganado.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Draken fijándose en el informe descuidado del más bajo.
—Estoy bien, solo tuve una situación menor —contestó de forma automática—. Tengo que irme, espero no verlos, digo, no haberlos molestado. Adiós —se despidió, intentando seguir caminando, pero de pronto sintió que alguien lo rodeaba con sus brazos.