Perspective

Ácidos Nucleicos

Me siento blanca pero no soy nada.

Quiero ser roja pero no alcanzo a levantarme.

Me veo gris y me odio.

Despierta, me digo, me grito, me exijo; vive, me ruego, me suplico, me imploro. ¿Qué somos, sino residuos de un pasado que a todas luces fue mejor? ¿Quién eres, sino la sombra de quién fue amado y muerto?

Hoy me levanté y vomité en colores los restos del alma de quién te amó y sufrió. Entre los colores escapó lo que me quedaba de sentimentalismo e inocencia mancillada. Limpié mis labios de los restos del dolor y me alcé; al ver al espejo no me vi, era otra, una desconocida me miraba con ojos gemelos y me sonreía en rojo, nubes la cubrían progresivamente. Toco el espejo y ella me toca de vuelta... te siento, pareciera decirme; te vivo, pareciera gritarme. La inmaculada superficie me absorbe y la veo, la siento, ella me abraza con una sonrisa que es tan madre como hermana e hija; manos desconocidas nos envuelven en colores y ojos indiscretos se miran entre ellos. Fuera de aquí, quiero gritarles, pero ella me detiene. Son los ojos muertos de quiénes no supieron callar, las manos piadosas de quiénes no pudieron sino callar, me explica sin palabras.

Sin aviso previo, el negro silente nos llena y ya nada veo, nada sé sino mi propia existencia. Una corriente me impacta sin piedad, afilada cual hoja de guadaña. Corro sin dirección, caminando entre secas hojas otoñales sin poder disfrutar ni honrar sus muertes bajo mis pasos torpes, tratando de huir del viento implacable. El árbol otoñal me toma entre sus brazos, sin ofenderse por mi inconsciente profanación a los cadáveres de sus vástagos, perdonándome y protegiéndome entre sus ramas, hiriéndome hasta la sangre en el proceso, pero no me alejo, es amor, amor que protegiendo daña y muere en el proceso, amor de guerrero que es escudo y espada, que no sabe vivir si no es amando y no sabe amar si no es luchando.

El árbol, alma servil y generosa, víctima de su bienintencionado cariño, muere en sacrificio voluntario, despedazado por el viento inmisericorde, que no se ve satisfecho con su caída, no goza como se disfruta del objetivo cumplido, ni sonríe ante el enemigo derrotado, sólo está, sólo es, tras la máscara no removida, cual juez tras sentenciar al que comete falta, firme e inamovible de su propósito.

Sigo corriendo y oigo el grito desgarrado del niño que llora, sin madre que vele por él, huérfano en un mundo que no lo quiere, que no ama su pecho abierto ni su corazón latiendo sin prisas pero sin pausas, casi agonizante, en medio. La madre anhelante quiere llegar a él, los grilletes que la apresan en manos y pies se lo impiden, mas ella se arrastra, sonriendo ante las heridas en sus brazos, pues la esperanza es su motor y mientras algo quede, las lágrimas que derrame sólo serán salinas.

El olor a mil siglos y libros prohibidos antecede su llegada. Escucho en mí el lamento de millares de infortunados que prefirieron mantenerse cómodos en su ignorancia y no se rompieron en el intento de crecer y volverse eternos. ¿Acaso no lo entiendes aún?, me pregunta el viento, mirándome, atravesándome con esos vacíos infinitos, ojos sabios de mil años, ¿no resuenan en ti los gritos de la esperanza lacerada, del inocente castigado y del protector leal?; sus manos aprisionan las mías y la comprensión se abre paso en mí junto a su corriente desgarradora.

La muerte está enamorada. La muerte está enamorada y el mundo se niega a comprenderlo. Tal vez, y sólo tal vez, gasta su existencia en busca de quién la corresponda. Quizá, y no deja de ser un quizá, pobre amante incansable, su abrazo es la consumación de sus sentimientos.

Quiero hablarte en technicolor (inundarte en paraísos, palpitar junto a ti en un sólo són), gritarte en arcoiris y pintarte el alma de primavera, beberme tu pena hasta hacerla propia, parte de mí, hasta hacerte flotar junto al polvo que liberen nuestras suelas, fumarme tu madurez y volver a ser niños que no saben hacerse daño si no es para curarlo a besos inocentes luego. Eres poesía y yo no sé leer, lágrimas de tinta caen por mi mejilla hueca. Te regalo mis sonrisas si a cambio me acunas entre tus brazos de hogar y me enseñas las sinfonías que destrozan tu alma.

(No quiero que me salves, no quiero que te pierdas tratando de encontrarme)

Soy mía como jamás seré de nadie, firme, niña-mujer o mujer-niña, viva y sufriente como nunca comprenderé, ni siquiera yo, en todo el rojo que me compone puedo entenderlo.

Me envuelvo en humo y fui.

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Estaba en Orgánica II cuando me dio, intenté poner atención pero sólo se quedó en el título.

Tengo el certamen el martes y es ahora cuando la sufro.




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