Qué difícil es tratar de ser adulta y madura y fuerte y razonable y todo eso con lo que toda niña sueña cuando llora hecha bolita en un rincón de su pieza, cubierta con la manta regalona que jura que puede cubrir sus miedos y dolores también, llevárselos lejos como se lleva las lágrimas a medida caen (nunca paran, la manta no es mágica como quisiera que fuera, no entonces, no ahora), tratar de fingir que no tengo veinte años y unos meses y unos días y unos segundos, que puedo ser la mujer fuerte que intento día a día ver en el espejo en vez de la niña pálida y ojerosa que me regresa la mirada con tanta pena que no puede con ella, entonces quiero abrazarla y decirle que ella puede, que el dolor se va y las lágrimas también.
Pero solo tengo veinte. Solo soy una niña que trata de ser mujer, pero no sabe lidiar con el doloroso nudo que se forma en la base de la garganta cuando quieres llorar pero no puedes ceder, entonces te tragas la pena, la rabia, que no se va, que marca su presencia con fuerzas que yo no tengo, que te ahoga y se empuja hacia arriba, hacia el llanto, pero no quieres así que luchas hacia abajo, luchas para hundirlo para que no te hunda, aunque llores en el proceso con lágrimas invisibles que solo tú sientes, que quizás estén pero quizás no y prefieres pensar que no porque entonces sería una batalla ganada y no perdida (aunque no sabes si en realidad es ganar cuando te obligas a perder), no perdida no perdida no perdida no perdida, ¿quién pierde en realidad?
Se fue el nudo, pero no es tan importante porque sé que estuvo. Sé que quise llorar, aún cuando no sé porqué quise hacerlo, pero está ahí, en mi cabeza, inserto, impreso, que llorar es debilidad, que es fallar, que es caer, entonces no quiero caer porque ¿quién quiere hacerlo? (raspé demasiadas rodillas), quiero ser fuerte, invulnerable, que no duela, que no vuelva el nudo que no quiere irse, porque el cuerpo es sabio y sabe que es necesario, porque si no duele no aprendemos, lo sé, lo sé, pero soy terca y niña y me da rabia saber que solo busco excusas para no aceptar que en realidad no quiero crecer y no soy tan madura como quiero pensar, el autoconvencimiento no sirve si no te lo crees.
Me da rabia que me digan inmadura, me da rabia que me digan que no se puede conversar, me da rabia que sepan justo qué puntos tocar para que les dé la razón, porque soy agresiva, soy impulsiva, soy afilada, lo siento pero lo soy, no quiero serlo pero lo soy, ¿cómo me quito la rabia? ¿cómo me alivio? ¿cómo suavizo los bordes? Odio tener este odio, esta rabia que me quema desde adentro, que me incinera y me cambia o tal vez me revela, que me vuelve cenizas y arrasa y me pierdo en mí misma, que me ahoga, me inunda, que no se quiere apagar por mucha agua que le lanzo, que arde y arde y arde y arde y arde y no puedo ocultar porque siempre sale, en rojo furioso y espinas que no salen. Odio ser tanto impulso, tanto descontrol, quiero que pare y dominarme, dominar mi vida, mis palabras, mis pensamientos, ¿cómo? Denme el secreto de la paz y daré mi vida en recompensa, que no es mucho, que es turbia y desteñida, pero es vida, o eso creo o eso quiero creer porque si no lo creo entonces nada me queda y si nada me queda entonces ¿qué? ¿De qué sirvo si no sirvo? ¿Por qué vivo si no vivo? Maten a la sensible, maten a la llorosa, maten a la que vive y siente y se lastima y hiere y ataca y sufre, maten la sangre roja que cae por mis mejillas porque ya no lloro lágrimas, ya no me quedan, ¿qué me queda entonces? Maten a la que solloza porque yo no podré hacerlo, aunque quiero, aunque sueño, aunque lo necesite porque sin eso no podré seguir, porque duele y no sé paliar el dolor, porque el patetismo sigue mis huellas y no puedo pisar suficiente hondo, no tan profundo, no tan firme, no tan blanco, no sé que digo pero si me callo me muero, si mis dedos se caen mi alma también. Maten a la que lucha porque está cansada pero no puede parar, porque no está en ella, porque no está en mí, porque la lucha cansa y los brazos se caen, no tan rápido como quisiera, no tan bajo como quisiera, el sueño no repara porque es sueño y no sirve de nada. Maten a la que sonríe porque miente y no quiere dejar de hacerlo, porque no puede, porque si para el mundo seguirá y no podrá soportarlo, admite no ser nada ni ser nadie pero para ella, por ella, por quién.
Por muy alto que vuele el nudo no se va, ¿cuál es el secreto entonces?