Ahora se viene la verdadera prueba de las maquinas, aquella que deja a nuestra protagonista sin halito, después de los viajes mentales que realiza la pequeña entusiasta y mucho antes de terminar en el hospital con fractura de cadera posterior, ella sujeta con fuerza la barra metálica y sube con ambos pies en 90 grados para equilibrar fuerzas, así lo hace repetidamente mientras parece que el entrenador no habla un lenguaje humano, pues no entiende los alaridos de las personas que practican movimientos cercanos, - quien dice algo a favor o en contra, nadie, todos se quedan callados esperando mejor suerte la próxima, ni siquiera el mapache oxidado entiende la situación, -si que es un ser raro, así pasan 28 minutos, jugando con los músculos de la manceba, tan siquiera maneja la técnica de la respiración, siendo las pausas más extensas de lo que piensa, poco a poco se convierte en un habito pasajero, cada día pasa sin mucho ruido, solo mas sombras oscuras integrándose a una rutina aburrida, queriendo ser motivadas por una fuerza divina, sin gastar la energía de las calaveras que se forman al finalizar con una falsa sonrisa…