Pesadillas

El juego

En una noche sombría, estaba en lo que parecía ser un gran laberinto. Todo el lugar se hallaba viejo y destruido. No sé en qué lugar precisamente de este juego me encontraba, a mi vista, solo se podía contemplar paredones de ladrillos grises de más o menos tres metros de altura. Empecé a caminar por el pasillo inmerso en una terrible oscuridad. El cielo se hallaba con tonalidades rojizas y negras con algún par de nubes del mismo color. Por mi camino, escuché a dos personas hablando y me dirigí hacia allí. Era un señor y una señora que estaban preparando unas camas de acampar para dormir. Por lo que interpreté, era ya de noche.
Con toda confianza procedí ha acercarme para consultarles sobre el lugar y mi situación.

- Buenas noches.
- Hola, ¿Cómo esta joven? - Me preguntó el señor mientras aún preparaba su cama.
- Bien, disculpe. ¿Sabe dónde estamos? - Pregunté.
- Aún no lo sabemos, mi mujer y yo estamos varados hace dos días en este lugar. - Respondió.
- ¿Y cómo es que han hecho para beber, comer y conseguir esas camas? - Me estaba poniendo nervioso, tenía un mal presentimiento.
- Encontramos restos de comidas por los pasillos, y estás camas no son más que sábanas y colchas.
- ¿Por casualidad encontraron más personas? Quizás, puedan ayudarnos y salir juntos.
- Si, había una persona llamada Marcos. Desgraciadamente, fue atrapado por un tipo que acecha en este lugar. - El señor asintió la cabeza con total pena y disgusto.
- ¿Cómo? - Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
- No puedo responderte más preguntas, ya es tarde. Si quieres quédate a dormir con nosotros, te daremos una colcha. - Forzó una sonrisa como si estuviera intentando evadir la conversación.
- Está bien, muchas gracias. - Le devolví la sonrisa un tanto nervioso por el asunto.

Me colocaron una colcha al lado de unas cajas cerca del paredón, y me dieron una campera para taparme. Apagaron la luz de una farola que yacía allí en el centro del "campamento", y yo me quede mirando el cielo. Pensaba en que era lo que acechaba en este laberinto. ¿Qué es lo que quiere de nosotros? ¿Qué hacemos aquí? ¿Cómo llegamos acá?
De pronto, se escuchaban pasos que se dirigían hacia donde estaba yo. Me quedé quieto y cerré los ojos fingiendo estar dormido. Un grito estremecedor se escuchó en las profundidades del pasillo...

*Desperté*

Estaba asustado. No sabía lo que soñaba. Un perro lloraba afuera de la casa y empecé a relacionarlo con lo del sueño, pero ambos gritos eran distintos. Al final me dio igual, y me dormí al cabo de unos minutos.

*En el sueño*

Aparecí en otro pasillo, pero con otro tipo, quién estaba dormido sentado apoyado en uno de los muros del lugar. Lo desperté tocándole en el hombro.

- Oye disculpa, ¿Sabes dónde estamos? - Pregunté.
- ¿Qué? Vendrá por nosotros. ¡Hay que escapar! - Gritaba aterrorizado.
- ¿Quién vendrá? ¿Hay una salida? - Pregunté de nuevo.
- ¡Si, sígueme debemos escapar antes de que anochezca! - Se paró y procedió a caminar por el laberinto.
- Bueno, te sigo. - No tenía otra opción.

Empecé a seguirlo y esos gritos aún se escuchaban. Mientras caminábamos por los pasillos de lo que parecía ser una antigua casa ya demolida, me comentó que había un tipo encapuchado quién salía a la noche. Que cazaba a las personas y las torturaba hasta el final. Incluso que él sabía si estabas despierto y te iba a buscar para matarte. Cada vez esto se ponía más perturbador, o era lo que yo sentía.

Seguíamos caminando y no parábamos. La noche ya casi llegaba, lo sabía porque el rojo del cielo aún no era tan opaco. Sin creerlo, encontré a la pareja de ancianos del principio, estaban al final del mismo pasillo por el que caminábamos. Los ancianos nos hacían señas con las manos que no entendía. En eso, el tipo que estaba conmigo, agarra mi mano con fuerza y me empieza a tirar para correr. El "asesino" nos estaba siguiendo a nosotros. No hicieron falta las palabras para entender lo que sucedía.

El pasillo parecía no tener un final, hasta que una pared que apareció repentinamente nos separó. A ambos, nos aplastó una roca muy pesada en la parte inferior del cuerpo, las piernas; solo dejando el torso, brazos y cabeza libres. No había explicación de la aparición de dicha roca, fue tal vez una trampa. La pared se abrió en un momento y podía verlo a él llorando, gritando que estaba detrás de él. Luego vi a la pareja de ancianos corriendo y llorando por que fuimos atrapados. El chico empezó a gritar más fuerte diciendo que le estaban cortando las piernas. A su vez, yo también gritaba y suplicaba por mi vida.

- ¡No, por favor no quiero morir! - Lo repetí una y otra vez, en busca de compasión.

Algo afilado y frío tocaba mis piernas. No sabía qué hacer más que gritar. Poco a poco, fue cortándome las piernas. Dolía un montón, pude sentir como el cuchillo cortaba mis piernas con facilidad. Era frío por el metal de aquel cuchillo y cálido a la vez, por mi propia sangre que se escurría sin parar.

*Desperté*

El mismo perro seguía llorando. Me quedé pensando en esa pesadilla que se sentía tan real. De repente, todos los perros empezaron a ladrar con gran furia. Pero el que más destacaba era el que lloraba. Su llanto no era normal a los demás perros, parecía la suplica de alguien o incluso el diablo. Pronto recordé, que mi bisabuela decía que cuando los perros ladraban o lloraban a altas horas de la madrugada, se debía a que un alma en pena recorría el sitio.



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En el texto hay: fantasia, miedo, terror

Editado: 25.11.2024

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