Pesadillas

Tierras santas

La noche se hacía notar. Antes mis ojos, estaba en mi “casa” o lo que dije en el sueño. Sin embargo, el lugar tenía similitudes del hogar de mi abuela por parte paterna. El patio era idéntico y allí me hallaba sentado en un banco completamente solo. Ni siquiera en la calle había gente caminando o en vehículo. ¿Y mi familia? No tenía idea. Busqué mi celular en el bolsillo e intenté llamar a mis amigos para que me acompañaran esa noche, pero no hubo respuesta alguna. Al cabo de unos minutos, noto llegar a un chico en bici a quien yo llamé “mi amigo”. Él se estacionó en la vereda y desde la reja que separaba el patio de la ruta, me habló.

- Hola amigo. – Dijo agitando sus manos de lado a lado y sonriendo alegremente.

- ¿Cómo estás? ¿Todo bien? – Pregunté omitiendo el saludo y acercándome a él.

- Muy bien, ¿y vos?

- Bien la verdad, solo que estoy aburrido por qué estoy solo en casa ahora. – Pensé en invitarlo a charlar adentro y que me haga compañía.

- ¿Sabes algo? – La alegría que mantenía en su rostro se desvaneció repentinamente - Ten cuidado, dicen las malas lenguas, qué si llamas a un fantasma mientras estás solo, te pueden espantar.

- No creo en fantasmas. - Le respondí disgustado por si me intentaba hacer asustar.

- Peor es si no crees, no olvides que estás son tierras santas, y no debes jugar con estas cosas. Si no me crees, intenta decir, ¿hay algún fantasma aquí? Estoy solo. – Susurró con cautela al final, dándome a entender que no bromeaba respecto a ese tema.

- Esta bien, como tú digas. – Al estar solo, evadí el tema antes de que me dominara el miedo.

Poco después, nos despedimos. El aburrimiento fue abrumador, así que decidí marcharme hacia la cocina de mi “casa” que quedaba al final del pasillo. Ya en la mesa, saqué dos juegos de mini pool para jugar. A decir verdad, la cocina era igual a la de mi abuela, pequeña y un poco vieja. Coloqué cada juego en ambas esquinas de la mesa, por su parte, las cajas vacías las apilé en una silla. En cuanto empecé a jugar me aburrí, y no tuve idea más tonta que hacer la pregunta que dijo aquel amigo afuera.

- Hola, ¿hay algún fantasma aquí? Quiero jugar con ustedes, me encuentro solo.

Al principio no pasó nada, y me reí porque sabía que era falso lo que me dijo. Agarré el palo del pool y golpeé la bola blanca tan fuerte como pude. Fue allí que me di cuenta que las cajas se golpean levemente contra la silla. Pensé que todo debía ser causa del viento, pero la única ventana de la cocina se hallaba cerrada.

- ¿Eres tú fantasma? - Pregunté un tanto asustado.

En eso, rápidamente el otro palo del Mini pool golpea la bola blanca del juego de la otra esquina de la mesa. Cuando vi eso solté todo, y empecé a correr por el pasillo oscuro para salir al patio y esperar a mi familia. Sabía que debían volver en algún momento y que me convenía esperarlos.

Al estar afuera durante un pequeño lapso de tiempo, llega mi madre y mis dos hermanos en un auto blanco. Ellos relatan que papá no regresaría a casa ya que trabajaba a estas horas. Descargaban bolsas de mercadería para cocinar esta noche y finalmente acostarse a descansar.

Pronto, el escenario cambiaría, puesto que aparezco acostado en una cama en una habitación extremadamente grande y toda de color blanco, tanto paredes como piso y techo. No podía ver mucho, el cuarto estaba inmerso en oscuridad, a excepción de una pequeña luz que entraba por un ventiluz arriba de mi cama. Giré la cabeza hacia la derecha y pude ver que estaba mi hermano menor durmiendo en otra cama, y más allá, mi madre y mi hermana pequeña.

De repente, siento que empiezan a tirar mis sábanas de la cama desde mis pies. Trataba de observar para allí, pero la densa oscuridad no facilitaba las cosas. Incluso mi cuerpo se hallaba inmóvil, apenas si lograba mover la cabeza y los ojos. Intenté gritar para pedir ayuda, pero no emanaba ningún sonido de mis cuerdas vocales. Cada vez que intentaba gritar o hablar, la garganta me ardía.

Escuché pasos dentro de la habitación, alguien o algo deambulaba por allí. De forma casi automática, el cuerpo reaccionó por sí solo y buscó alcanzar el interruptor de luz que en teoría debía estar al frente mío cerca del marco de la puerta del pasillo de esa casa. Sentado, bajé la llave, pero no hubo señal alguna de corriente eléctrica. Los pasos se detuvieron, y aprovechando el momento me tiré a la cama tapándome por completo con las sábanas.

Con miedo sacaba apenas la cabeza para ver si es que pasaba algo, y veo un poco de luz que provenía del baño de enfrente de mi cama. Ésta, se encendía y se apagaba sin parar. Al igual lo hacía la puerta, se abría y cerraba con gran velocidad.

Luego de mucho esfuerzo, logré gritar:

- ¡Mamá! ¿Alguien me oye? No entiendo que está pasando. – Sentía una sensación horrible en el que se cortaban mis cuerdas vocales. - ¡Por favor, despierten!

Hubo silencio inmediatamente después de que dejé de gritar. La garganta no toleraba el dolor. Giré la cabeza a mi derecha para verlos, con la esperanza de que alguno estuviera despierto. Para mal gusto, quien me observaba desde la otra cama era mi hermano menor, con ojos blancos y abriendo la boca.

- Hola. – El saludo pareció normal. - Estas son tierras santas, no juegues con nosotros, no somos ningún tipo de broma. - La voz cambiaba gradualmente, tomando un tono más grave y distorsionado. Todo indicaba a que un demonio o espíritu usaba el cuerpo de mi hermano para comunicarse. - ¿Ahora crees que no existimos? – Un portazo del baño sacudió la habitación. - ¡Vete de esta casa!



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En el texto hay: fantasia, miedo, terror

Editado: 25.11.2024

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