Ubicado en pleno centro de capital, precisamente en la galería San Martín, iba a trascurrir dicho sueño. Apenas con un poco de conciencia, asocié ya haber estado anteriormente en este lugar en sueños atrás. Sin embargo, no recordaba ninguno, solo un disgusto por las sensaciones experimentadas aquellas ocasiones. Contemplando el alrededor dentro de lo que eran estos pasillos comerciales, no había señales de vida. Incluso observando la calle, no transitaba ni un vehículo o peatón. La calma duro tan solo unos instantes, ya que un fuerte sismo sacudió toda la estructura del edificio. Por precaución, salí hacia la calle para estar atento ante un posible derrumbe. En cuanto abandoné la galería, una lluvia con tormenta eléctrica se desató en la ciudad. Las calles comenzaban a inundarse y los edificios a quebrantarse debido a que la magnitud del terremoto que acontecía, aumentaba su fuerza gradualmente. Traté de no perder de vista a ningún edificio por si alguno llegaba a caerse. Eso fue exactamente lo que ocurrió, el edificio conectado a la galería de una altura de nueve pisos, se desboronó en dirección a la calle. En cuanto aterrizara en el suelo, quedaría estampillado. Para evitar dicho acontecimiento, corrí con todas las fuerzas que tenía en dirección a la plaza principal (zona oeste). El corazón me latía a mil kilómetros por hora, estaba inmerso en un mar de desesperación. Aun así, aunque intenté escapar, el edificio termino aplastándome.
*Desperté*
Abro los ojos y contemplo la luz de la televisión encendida con la típica lluvia de que no hay conexión de cable. Esperaba haberme agitado por dicha pesadilla, pero me causo más temor ver la tele prendida, puesto que el control se hallaba justo en la otra punta de la habitación en una cómoda. ¿Cómo puede ser que estuviera encendida? Incluso verifique la hora a través de mi celular para descartar la idea de que algún familiar me gastase una broma y no tenía sentido alguno, era plena madrugada, las tres, treinta y dos de la mañana. En cuanto se esfumó el miedo, me levanté de la cama y agarré el control apagando la televisión. Sin pensarlo más, me dormí.
*En el sueño*
Aparecí nuevamente en la galería San Martin completamente vacía, a excepción, de que tomado de mi mano se hallaba mi hermano pequeño. Él me comentó que nuestros padres nos mandaron a comprar pan. Era un orden bastante simple, entonces la acepté y recorrimos varias zonas del centro, pero sin tener éxito. Todas, y cada una de las panaderías visitadas se encontraban cerradas. Al fracasar el mandado, decidí que lo correcto era volver a la galería y avisar que no logramos conseguir pan. Precisamente pasábamos por la plaza Independencia por la vereda de la calle San Martin. Nadie circulaba la ciudad, era un silencio tal que mis sentidos parecían agudizarse. Fue así que me percate de un ruido extraño proveniente del suelo, una especie de silbido semejante al de una bomba a punto de estallar.
Las calles empezaron a partirse y de aquellas grietas, emanó gas natural a gran presión. Mi hermano me jaló del brazo completamente asustado. De pronto, todo aquel gas se convirtió en llamas intensas que arrasaban todo a su paso. El llanto de F. activó mis sentidos de supervivencia e inmediatamente lo tomé en mis brazos para salvarlo y correr. No pensé en otro lugar más que ir a donde nuestros padres, la galería San Martin. Atrás, nos perseguía el fuego destruyendo locales, edificios, arboles, todo lo que antes se había visto.
Una vez llegado a la galería, a unos pocos metros hacia la izquierda, recordé de un ascensor bastante viejo. Por alguna razón, sabía que mis padres se hallaban en el noveno piso de una oficina. El ascensor tenía la característica de no tener una puerta normal, sino una reja plegable. Al subir por él, mi hermano desaparece. A medida que ascendía, pude notar a alguien en cada piso vertiendo nafta por los pasillos, una figura de una sombra. Llegando al final del recorrido, el ascensor se traba y libera humo desde arriba. Por miedo a que se desprendiera al vacío, me lancé en el octavo piso (donde quedó atorado). Al mirar hacia atrás, el ascensor se encendió en llamas. Apenas si había luz en el pasillo de este piso. Busqué las escaleras de emergencia para llegar al noveno piso y comentar toda la situación a mis padres, pero cuando llegué a la oficina solo encontré a mi madre sentada observando su celular.
- ¡Madre, hay un incendio en toda la ciudad! – Grité completamente asustado.
- ¿Qué incendio? – Levanto su mirada para nada sorprendida.
- ¿Acaso no ves por el ventanal? – Señalé. En silencio, ella se levanta y va hasta allí.
- Pero hijo, no hay nada. – En ese momento, me sentí un loco. Corrí hasta el ventanal, ya que yo me encontraba en la puerta de la entrada de la oficina. En cuanto miré, la ciudad se hallaba normal. – Debes estar imaginando todo.
- Debe ser. – Poco a poco me calmé, y repensé la situación.
*Desperté*
El cuerpo me pesaba del cansancio, estaba harto de soñar y correr. No sentía miedo alguno causa de la pesadilla, pero era bastante curioso aparecer en el mismo lugar dos veces seguidas. Sin importancia, cerré los ojos ya que aún era de noche.
*En el sueño*
La misma capital, la misma plaza principal anterior. Esta vez, ubicado en la vereda de enfrente por la calle 24 junto a mi padre. Íbamos caminando hacia un complejo de básquet allá por zona sur. El cielo se tornaba oscuro, dando indicios de que la noche se aproximaba. Al llegar al complejo, no pude reconocerlo. En la entrada principal había ventanales enormes, por donde veía a muchos otros chicos entrenar, al parecer era un club mixto de básquet. Todos daban vueltas alrededor de la cancha, entre todos ellos, reconocí a una amiga. Cuando entré, fui para hablar con ella dejando a mi padre atrás.
Editado: 25.11.2024