Observo el celular acostado en la cama de mi pieza. Ya casi era medianoche. La ventana que estaba enfrente de mi cama está abierta de par en par (doble hoja). Apenas si ingresaba un poco de luz de la luna, el resto de la habitación se iluminaba para una lampara que tenía en la mesilla de luz. Al lado, se encontraba la puerta que conectaba con el pasillo de la casa. Por lo que sabía, mis hermanos dormían en su habitación y mi madre veía la televisión en la suya.
La calma de la noche era impresionante, bastante hermosa. La contemplaba desde la cama mirando a través de la ventana. Unas nubes oscurecieron un poco la habitación tras tapar a la luna. Consideré que aquel acto de la naturaleza era simplemente magnífico. Eso, agregado a una pequeña brisa que acariciaba toda la piel de mi cuerpo. Cerré lo ojos para dormir, pero un sismo que sacudió por un momento la tierra, logró que abriera mis ojos nuevamente. Por la ventana, logré ver a tres figuras blancas cruzar el cielo a toda velocidad. De un salto, me instale en la ventana para mirar con atención mientras me refregaba los ojos fuertemente en caso de haber estado dormido. No fue producto de una alucinación causa del sueño, aquellas figuras giraban en círculos como aves. Sin embargo, la magnitud de sus cuerpos deformes era similar al tamaño de un avión. De inmediato, aterrorizado, corrí hasta la habitación de mi madre en busca de explicaciones. Al llegar y postrarme al lado de su cama, procedí a explicar lo más detallado posible lo que ocurría. Pero la respuesta no fue de mi agrado.
- Debes estar con sueño, ve a dormir que ya estas alucinando. – Luego de esas palabras continuó viendo una película.
Ante tan fea respuesta, regresé a la habitación para seguir mirando por la ventana. “No estoy loco”, pensé. Aquello que había visto era real. Una vez en la ventana, contemplé el cielo. Estaba vació, aquellas criaturas ya no se encontraban. Ahora pensaba que me iba a volver loco, y ante la angustia, me acosté en la cama para descansar como había dicho mi madre. Pero mi obstinación, hizo que siguiera mirando el cielo, pero desde la cama. Tras unos minutos, noté algo extraño entres las nubes. El cielo comienza a despejarse con gran rapidez, un hecho anormal hasta donde yo sabía. Fue cuestión de segundos para que la luz de la luna impactara nuevamente en el pueblo, pero con la diferencia de que esta se había vuelto más intensa. Otra vez, pegué un brinco de la cama para contarle el suceso a mi madre, pero esta vez, ya no con angustia, sino con asombro. Aunque se lo conté, obtuve la misma respuesta.
- Ya te dije, debes estar cansado. – Ni se había inmutado.
Seguía desconforme con su respuesta, no paraba de pensar en los fenómenos que ocurrían. Esta vez, al volver a mi habitación no me recuesto, solo me limito a contemplar una de las paredes, callado y pensativo. No ocurrió nada durante varios minutos, eso hizo que me preocupara de mí mismo. Pronto, irrumpió un fuerte temblor que sacudió toda la casa, logrando que mi madre se levantara asustada a buscar a mis hermanos para huir de un posible derrumbe de nuestro hogar. Los gritos me dejaron paralizado, lo único que pude hacer fue observar. Creí que el cielo tenía relación con este temblor, entonces no quité la mirada de allí. Fue entonces que el gran estruendo de una trompeta sacude por completo el pueblo y no me permite oír los gritos de mi familia. Sentía que los oídos me iban a explotar, y ante tal temor, no tuve mejor idea que tirarme a la cama boca abajo y colocarme una almohada para disminuir el ruido de la trompeta. Aun así, este no mermaba. Acompañado de ese ruido, comenzaron a sonar un montón de latas y caballos que provenían del cielo. Lo que se me cruzó por la mente fue que podría tratarse de una guerra. El sonido de las espadas, el grito de los vecinos, hizo que rogara que todo terminara, que lograra al fin despertar…
De un momento a otro, hubo un absoluto silencio. Saqué la cabeza que estaba debajo de la almohada y miré el alrededor aún acostado. La piel se me erizó al ver a un hombre a mi izquierda al lado de la cama. Desde la posición en que me encontraba, vi que era calvo, vestía un pantalón color azul y una camisa gris con rayas horizontales color bordo. El rostro no era visible por la poca luz de mi habitación, pero una cosa era segura, miraba la cruz que yo tenía arriba de la mesa de luz con total concentración. Sin pensarlo dos veces, y con mucha furia, agarré una de sus piernas con ambas manos para estrangularlo. Apreté con todas las fuerzas que tenía, pero éste no se inmutó, mantenía la mirada en la cruz en total silencio.
*Desperté*
Esa madrugada recuerdo haber despertado a las cuatro de la mañana estrangulando uno de los postes de la cabecera de la cama con mucha fuerza. La agitación provocada por el sueño causó un alto grado de fatiga, y una sudoración excesiva. ¿Qué o quién era ese sujeto? Me pregunté esa noche…
Editado: 25.11.2024