El pasillo izquierdo de la escuela estaba desolado. Era de turno mañana en un día de semana, y sin nadie recorriendo ni las aulas ni los pasillos. El único a mi lado fue mi amigo Roque, quien me acompañaba a dar vueltas por la institución como de costumbre. La calma de la escuela inquietaba, no era visto como algo normal según mi criterio.
En la escuela, pareció transcurrir un día completo en un par de vueltas. De pronto, me hallaba sentado en mi respectiva aula, atendiendo a la clase de matemáticas. Alrededor, solo veo gente desconocida como compañeros y un profesor anciano que apenas podía mantenerse de pie. Esto no era lo que llamaba mi atención en sí, sino unos peculiares gritos provenientes del pasillo. Ante la curiosidad intente preguntárselo al profesor, pero la respuesta fue desagradable.
- ¿De qué hablas? Nadie escucha nada. – extendió su dedo señalándome. ¿No estarás drogándote verdad? – Sonrío tras hacerme dicha pregunta.
No quise responder. Lo dicho por él, era inservible. Aun así, moría por saber que era aquello que pasaba en el pasillo durante las clases. Espere ansiosamente la llegada del recreo para salir a investigar por mi cuenta. Esto llevo a que llegara al lugar de la cancha, la cual, curiosamente no estaba. En su lugar, solo yacía un baldío enorme lleno de montes. A lo lejos, en sentido diagonal a la derecha, logré ver una maquina enorme (industrial) donde muchas personas subían y eran movilizadas por una cinta transportadora. Intenté llegar hasta allí, pero a medio camino sonó el timbre que indicaba el regreso a clases. Recorrí el pasillo para ir al aula, lo extraño fue, que además de estar vacío, estaba lleno de basura. No le de importancia, solo tenía que llegar a la clase. Al asomarme por la puerta, note un aura negra cubriendo todo y, frente al pizarrón, había un cuerpo humanoide de color verde cubierto de un líquido que parecía viscoso. No entré al aula, pero en cuanto retrocedí, esa cosa comenzó a venir hacía mi corriendo…
*Desperté*
Abrí los ojos y de inmediato me percaté que me hallaba en una parálisis del sueño. Sentía miedo, desde lo oscuro de una esquina de la habitación, tenía la sensación de que alguien me observaba.
En cuanto recobré el control de mi cuerpo, encendí la luz y me mantuve despierto unos minutos hasta calmarme, y poder volver a dormir.
*En el sueño*
Nuevamente en la escuela. Esta vez, me encuentro en el laboratorio. Estoy solo con el profesor. Otra vez escucho voces. Ahora tengo más claridad, aquellos gritos eran súplicas.
-Profe, ¿qué son esos ruidos? - Le pregunté buscando una respuesta para calmar el miedo que comenzaba a apoderarse de mí.
- No nada, es algo que ya van a experimentar, es un proyecto un tanto interesante. – Dijo desde la pizarra sin darse la vuelta.
- Ah bueno, ¿profe puedo ir al baño? – Esta podría ser la oportunidad de escapar.
-Si, solo valla joven.
En ese momento, salgo a correr por el pasillo y termino en otra escuela. No entendía absolutamente nada, pero continue corriendo hasta que acabé en el baldío de hace un rato donde debía estar la cancha. Veo aquella maquina a lo lejos, pero con más claridad. Esta tenía una secuencia, que empezaba con el vendaje de los ojos de las personas, luego se les quitaba la ropa dejando solo la interior, subían a la cinta, y al final de esta, había una trituradora.
Este circuito automatizado era dirigido por el profesor de electricidad, quien los hacía subir a todos en la máquina. Al verlo de reojo, noté que no era él realmente, tenía cocida la cabeza como si le hubieran hecho algo en su cerebro.
El miedo no me dejaba moverme con facilidad. Me perturbaba el hecho de escuchar aquellos gritos y lo peor, era el sonido de sus huesos quebrándose.
- ¿Oye que haces aquí? ¿Por qué no estas en la fila? – La voz de profesor apareció a mis espaldas e hizo que un frio recorriera todo mi cuerpo.
De manera instintiva, comencé a correr sin mirar atrás, aterrorizado de que me atrapara y me llevara a la máquina para ser triturado. Salté la cerca que delimitaba el terreno de la escuela, y entré a un edificio que parecía ser un hospital. Corría por aquellos pasillos oscuros y también desolados. Las baldosas blancas y negras hicieron que me detuviera, ya que comenzaban a marearme. Un tanto a ciegas, entré en una habitación, y vi a una persona con la piel bastante arrugada. Apunto de hablarle, veo que esa cosa mudaba su piel humana, y de ella, emanaba un cuerpo verde completamente viscoso. Esta vez, los instintos no me salvaron. Sin moverme, ese cuerpo verde se acercó hasta la puerta donde me hallaba yo, y me susurró en el oído lo siguiente:
- Tres mil, treinta. Me dan asco…
Editado: 25.11.2024