Las siete de la mañana, horario de apertura para el ingreso al taller de la escuela. Recorría la parte del estacionamiento a unos metros de la entrada. La puerta doble del taller se encontraba cerrada con candado y pasaporte. Debía esperar al director a que abriera, sin embargo, no había señales de su llegada. Observé el entorno, un cielo gris y sin nubes, sin alumnos ni profesores. Era el único esperando sentado en el escalón de la entrada. Tras pasado unos minutos, agacho la mirada para ver el celular y registrar la hora. En cuanto levanto la cabeza de vuelta, el cielo oscuro indicaba la presencia de la noche. Giro la cabeza hacia la puerta, y noto que hay luz dentro del taller. Sin siquiera tocarla, esta se abre. Hacia dentro, todo el pasillo, incluido piso, paredes, muebles y cuadros se encuentran en blanco y negro. Todo al igual que un programa de televisión muy antiguo. Sin ningún prejuicio, entro para llegar a la clase que tenía. Voy a la sección correspondiente que era mecánica, y procedo a sentarme a esperar al profesor y demás compañeros.
Todo el entorno se veía viejo, lleno de polvo, pelusas y telas de araña. La hora pasaba y nadie llegaba. De pronto, los ventanales que se hallaban cerca del techo y por todo el taller, comienzan a quebrantarse. Seguido de ello, se escucha a voces gritando desde el lado contrario al taller, provenían desde la parte trasera de una pared que separaba una sección de la otra. Los gritos comenzaban a inquietarme, e intenté salir yendo al pasillo. Pero al llegar a la puerta, estaba bajo llave. El taller comenzaba a distorsionarse, los muebles, maquinas, cuadros, cambiaban de lugar o incluso llegaban a levitar un poco. Los gritos cesaron al momento en que decidí volver al taller. Recordé que la otra salida era un portón que daba a la calle, entonces fui para allí con el objetivo de escapar. Al cruzar todas las secciones, escucho a un gato maullar entre las maquinas. Voy inmediatamente para acariciarlo, y cuando lo veo, este era un siamés que tenía apenas unos meses de vida. Él ronroneaba mientras le acariciaba su cabeza. Hubo calma y un poco de cuestionamiento. ¿Qué hacia un gato en un taller?
La respuesta no existía en ese momento. Tras varias caricias, se fue corriendo hasta que se perdió entre las máquinas y lo perdí de vista. De nuevo, un ruido me alertó de un peligro, aquellas maquinas comenzaron a tambalear y hasta algunos levitar. Precisamente fue un torno el que se dio la vuelta y causó un gran estruendo que sacudió el taller. Por curiosidad, me acerque a ver cuál era la causa de su caída. En este punto, el horror quedó grabado en mis retinas. Esa enorme máquina, aplastó una de las patas traseras del pequeño gato arrancándosela. El pequeño se desangraba lentamente mientras daba unos maullidos con sus últimas fuerzas. De rodillas, iba a tomar al gato para sacarlo del taller y llevarlo al veterinario. Pero cuando intento tomarlo, éste se levanta para olfatear la pata que había sido cortada. Al hacerlo, el pelo se le eriza y comienza a gruñirle. Me pareció extraño este comportamiento, además, de que logró sacar fuerzas de vuelta para levantarse. Mientras expulsaba su bronca, el pelaje cambia de color, primero blanco, luego verde, negro, y así hasta volverse de color marmolado. Pronto, el gato acudiría por alguna razón a devorarse su propia extremidad que fue arrancada.
Horrorizado, tomé distancia sin comprender nada. El animal luego de comer, hace arcadas con mucha fuerza, y a medida que lo hacía, aumentaba su tamaño. Asustado, me dirijo al portón e intento abrirlo golpeándolo. Al voltear para ver al gato, veo que su cuerpo toma un aspecto humanoide y su pelaje cayó por completo al suelo, aún sin aquella pata que le fue arrancada. Contemplaba únicamente su espalda, y era más que suficiente para aumentar el miedo. Tras seguir golpeando el portón, uno de los seguros cedió, y logré abrirlo. Al hacerlo, escapé sin mirar atrás. Aquello de seguro al terminar su transformación, pronto, vendría hacia mí.
Editado: 25.11.2024