Pesadillas

La niña del edificio

En la oscuridad de mi departamento, yace prendida solo la luz que ilumina el escritorio. Estoy sentado frente al computador leyendo contenidos para la facultad. La luz es tenue, apenas si veo el entorno. A la izquierda, se encuentra un pequeño pasillo que lleva a la puerta principal, la cual está completamente a oscuras. Habrá sido de madrugada, cuando escucho en las afueras del departamento a una madre gritándole a su hija por no comportarse como debía en la escuela. Esta niña, se la oye corriendo desesperada por los pasillos del edificio por un temor terrible a su madre, suplicando en el proceso que no le pegara. Yo estoy con música suave en los parlantes, como hago usualmente a la hora de leer, y pongo en pausa el video para prestar atención a la situación. Paro la oreja en dirección a la puerta desde mi asiento. Los pasos de la niña se dirigen al final del camino, justo donde está la puerta de mi departamento. Atrás de ella, unos pasos fuertes que provenían de su madre. Al alcanzar a su hija, escucho como la arroja bestialmente contra el suelo y le pega con una varilla de madera sin contención alguna. Pienso si intervenir ante tan cruel escena, porque me genera una preocupación tremenda la violencia infantil. Y en un instante, el silencio invade todo el departamento y sus afueras. Observo hacia la oscuridad del pasillo que lleva a la puerta, con miedo a que me vigilaran por el ojal de la cerradura. Intento no moverme ni hacer ruido. Conservo la calma, la luz era tan baja que no dejaba ver la puerta, pero notaba la figura de una persona de baja estatura ya dentro de mi hogar. Esta presencia se acerca a paso lento, haciéndose visible por la luz baja del escritorio, y veo a una nena de nueve años aproximadamente, que vestía una remera gris y un short azul. En su piel, se ven raspones y moretones por todos lados. Sin creer lo que pasaba, tomo una foto de la chica con mi teléfono para tener evidencia de lo sucedido y se lo mando a mis amigos de la facultad explicando algo de la situación (M, I, E). No digo palabra alguna, pues no tenía noción de como accionar. Le hago señas para que se sentara en la mesa del comedor, y sin decir nada, me hace caso. Cuando me paro en el lugar, la señora comienza a golpearme la puerta con gran fuerza.

- ¿Has visto a la niña que estaba acá? – Grita furiosa, esperando una respuesta mientras me quiere derribar la entrada.

- Si. – respondo, algo angustiado.

- ¡Pues devuélvemela ya!

- ¡Ya voy!

Si bien la niña estaba conmigo, el hecho de entregarla implicaría que ella la siguiese golpeando. Me hago el tonto por un momento, y voy a mi pieza a cambiarme para salir afuera a atenderla, ya que vestía un pijama en ese momento. Me coloco un short, una remera bordo, y pretendo hacer tiempo antes de salir. La mujer sigue golpeando sin parar, parecía no cansarse. Ya con otra ropa, estoy dispuesto a encararla y decirle que, si quería a la niña, primero debería calmarse un poco. Cuando llego a la puerta principal, la nena se pone detrás mío, ocultándose por temor a su madre. Al abrir la puerta, no hay nadie en las afueras. El pasillo esta iluminado y estaba más grande de lo que realmente era. Aprovechando el vació del lugar, sujeto la mano de la niña y empezamos a caminar por el edificio en busca de su madre. Al pasar por el sector donde debían estar los ascensores, se encuentran escaleras a nivel de una mansión, que incluían incluso alfombras rojas en el centro. Al bajar, cruzo mucha gente que no conozco, pero, sin embargo, ellos conocían a la niña. Lo sé, por como la saludaban a ella. En el camino, saludo a una mujer de vestido rojo, con cabello negro y corto, que andaba con su hija ya mayor (de mi edad, aproximadamente), para preguntarle si conocía a la nena. Ella me contesta, dándome el lugar del departamento donde vivía la madre de la pequeña. Emprendo rumbo a esa dirección, y esta mujer de las indicaciones me acompaña con intenciones de que le de atención a ella. Pero ignoro estas actitudes, pues estoy centrado en dejar a la niña en su hogar. Llego al piso uno donde tenía que llevarla, este piso es extraño, pues se ve el cielo y una enorme construcción de una estación de servicio a la derecha, y a la izquierda, se ve un montón de mesas blancas alegando un casamiento. Deambulando por las mesas, veo a compañeros de la secundaria y otros amigos que mantengo en la actualidad, todos vestidos de mozo, sirviendo a la gente sin parar. Por alguna razón, me siento en una de las mesas vacías, y llega un primo también vestido de mozo a sentarse conmigo, y allí le platico acerca de la situación que vivía. En ese momento, no me percato, pero la niña ya no está conmigo, pero sigo centrado en esa misión. Dejo la charla a un lado, y voy a otra parte de ese mismo piso. Salgo por una puerta que da a la vereda de una escuela. Hay demasiados estudiantes de secundaria que se están egresando y suben a un colectivo que los esperaba en la calle. Allí en esa vereda no hay solo amontonamiento de estudiantes, sino de muchos puestos de comida, entre ellos; de panchos, sándwiches, papas fritas, hamburguesas, empanadas, etc. El olor despierta hambre en mi ser, y deseo comer empanadas. Voy al carro de comida, pero no me quieren vender una unidad, sino la docena completa. Al final, retomo el camino a la casa de la niña, y no sé dónde queda todavía. Pero en lo menos impensado, me doy cuenta de que la nena ya no me acompañaba. Esto sin duda era algo malo, la madre podría seguir buscando a su hija, y sabiendo ella que en un momento estuvo en mi departamento, me buscaría la policía por un presunto secuestro.

Decido volver a mi departamento a solicitar ayuda, pues mis amigos ahora están en la pieza de invitados. Enciendo la luz, y en la cama de la izquierda están acostados E y M viendo las redes en sus celulares, tratando de mantenerse despiertos. Al ver que ellos no hablan, ni tienen fuerzas para levantarse de la cama, regreso al asiento del escritorio a revisar los chats donde supuestamente mande la foto de la niña e informe algo de la situación a mis amigos. Deslizo hacia atrás en el celular, desesperado. Al rato aparece I a mi derecha, sentada en otra silla y en un par de segundos se duerme acostando la cabeza en el escritorio. Después de varios minutos observando el celular, ninguno de los mensajes enviados, incluidas las fotos, aparecían en el grupo. Las habían borrado por completo de mi chat. Salgo corriendo a la habitación de invitados y les consulto a M y E si tenían los mensajes en el chat, pero tampoco los tenían. Me miran confundidos por tal petición que les había realizado, dándome señales de que esa persona, la niña a quien yo buscaba, no existía. Entonces, todo el recorrido que había hecho, siempre lo hice solo, aun cuando tuve la sensación de tomar la mano de la nena. Era muy probable que todo fue producto de mi imaginación, proveniente del desvelo que tenía al estudiar hasta la madrugada…



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En el texto hay: fantasia, miedo, terror

Editado: 18.08.2025

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