grité desesperada, sintiendo que la oscuridad de la noche me envolvía por completo.
— ¿Qué sucede, Sofía? — respondió su propia voz al otro lado, llena de preocupación.
— Estoy perdida, no sé dónde estoy. ¡Ayúdame, por favor! —las lágrimas brotaban sin control de mis ojos, mientras intentaba controlar mi respiración entrecortada.
— Tranquila, cariño. Una voz alentándome. ¿Qué ves a tu alrededor? —pregunta con calma, intentando mantenerme serena.
Miré a mi alrededor, en medio de la oscuridad apenas podía distinguir formas difusas. — Estoy en medio de un bosque, no reconozco el lugar. ¡No puedo salir de aquí!
El ser guardó un breve silencio antes de hablar de nuevo. — Escúchame con atención, sigue caminando en línea recta y trata de mantener la calma. Yo iré a buscarte, ¿me escuchas?
Asentí, aún sintiendo el miedo recorrer cada fibra de mi ser. — Sí, te escucho. Por favor, apúrate.
— Estoy en camino, Sofía. Aguanta un poco más, pronto nos encontraremos. —las palabras de consuelo del ser resonaron en mi mente, dándome fuerzas para seguir adelante.
Con paso vacilante y el corazón latiendo con fuerza, me adentré en la oscuridad del bosque, confiando en que ese alguien cumpliría su promesa y me rescataría de la pesadilla en la que me había sumido.
—El viento gélido soplaba con furia a mi alrededor, haciéndome temblar de pies a cabeza mientras una inquietante sensación de presencia invisible se apoderaba de mi ser.
Percibí cómo aquella mano etérea rozaba mi mejilla, desencadenando un escalofrío que me heló hasta lo más profundo de mi ser. Una sensación de terror me invadió, paralizándome por completo.
—¡Detente, por favor, detente! —clamé al ser, en medio de la oscuridad, anhelando desesperadamente un resquicio de luz que disipara la densa neblina de horror que me envolvía.
De repente, como un destello de esperanza en medio de la desolación, una grieta se abrió ante mí, permitiendo que un rayo de luz iluminara mi camino.
Sentí un destello de esperanza en mi corazón, un destello que amenazaba con romper la frágil barrera que había construido a mi alrededor.
—¿Por qué juegas así conmigo? ¿Por qué me atormentas para luego ofrecerme un fugaz consuelo? —susurré al viento, sintiendo la fragilidad de mi propia existencia.
El dolor, el amor, la paz... sensaciones borrosas que parecían alejarse cada vez más de mi alcance. ¿Cómo volver a sentir? ¿Cómo recuperar lo que alguna vez fui?
En medio de la vorágine de emociones que me consumían, me aferré a la pequeña luz de esperanza que se colaba por la grieta, dispuesta a enfrentar lo que viniera a continuación, incluso si significaba ser destrozada como un frágil cristal.
—Las palabras resonaban en mi mente, formando un eco de angustia y desazón que amenazaba con engullirme por completo.
Cada pensamiento parecía enredarse en un laberinto de incertidumbre, donde las trampas y los obstáculos se multiplicaban sin cesar, sumergiéndome en un torbellino de confusión y desesperación.
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Editado: 19.06.2024