Pesadillas. Coma

Pesadillas de Sofía

¿Por qué todo se vuelve tan difícil? ¿Por qué el camino se torna imposible de transitar, como si estuviera condenada a un destino cruel y sin salida? —me preguntaba en medio del caos que invadía mi ser, sin encontrar respuestas que aliviaran la carga que pesaba sobre mis hombros.

El peso del mundo parecía descender sobre mí, aplastando mis esperanzas y ahogando mis sueños en un mar de angustia y dolor. Cada suspiro era un susurro de decepción, cada latido del corazón resonaba con un eco de desesperación.

—Este es mi infierno personal, mi penitencia en vida. Un abismo oscuro y profundo, lleno de tormentos y sombras que amenazan con devorar mi alma indefensa —musité en un susurro apenas audible, sintiendo la opresión del abismo que me rodeaba.

La angustia se apoderaba de mis pensamientos, convirtiéndose en compañera inseparable de cada paso que daba en el tortuoso camino de la vida. ¿Cómo escapar de esta espiral de desesperación?

¿Cómo hallar la luz en medio de tanta oscuridad? En el silencio abrumador de mi propio tormento, una chispa de determinación se encendió en lo más profundo de mi ser, recordándome que, incluso en el abismo más oscuro, siempre hay una posibilidad de encontrar la redención.

—Mis pies temblorosos me llevaron hasta lo más profundo de la sima, donde un velo invisible separaba mi ser de la realidad que yacía al otro lado. Un espejo reflejaba mi propia imagen, mostrando los tormentos y las cicatrices que el tiempo y la adversidad habían dejado en mi piel y en mi alma.

Con un suspiro resignado, retrocedí, abandonando la posibilidad de cruzar esa barrera sutil que me separaba del mundo exterior, y caí una vez más en la oscuridad del abismo.

El frío penetrante me envolvía, calando hasta lo más profundo de mi ser, mientras la sensación de soledad y desamparo se apoderaba de mi corazón. Cada centímetro de mi cuerpo parecía arder con un dolor que trascendía lo físico, llegando directamente a mi alma que gemía en silencio por alivio.

—Ya no puedo más, ya no tengo fuerzas para seguir luchando contra esta tormenta que amenaza con llevarme a la locura —susurré en un lamento ahogado, sintiendo la opresión del abismo apretar sus garras heladas en torno a mí.

En medio de la oscuridad y la desesperación, buscaba una mano amiga que me sostuviera, un abrazo cálido que disipara el frío de mi existencia. Pero en vano eran mis anhelos, pues no encontraba más que un vacío abismal que devoraba mis pensamientos y mi cordura.

La sensación de estar sola en el mundo me carcomía por dentro, mientras la mirada ajena juzgaba mi aparente fortaleza, sin comprender la fragilidad que se escondía tras la máscara de valentía que me veía obligada a portar.

El peso de la soledad y la incomprensión se volvía insoportable, amenazando con arrastrarme hacia el abismo de la desesperanza.

¿Cómo seguir adelante cuando el mundo parece haber dado la espalda, cuando la única compañía es el eco vacío de mis propios pensamientos atormentados? La incertidumbre se apoderaba de mí, sembrando la semilla del miedo en lo más profundo de mi ser.

En un frondoso bosque, bajo la lluvia que caía suave y rítmicamente, una joven de largos cabellos oscuros se encontraba en su habitación, mirando por la ventana. Sus ojos reflejaban una profunda melancolía, como si estuviera atrapada en una prisión invisible, rodeada de miedos y soledad.

—Oh, querida alma perdida —susurró una voz suave que parecía ser el eco de sus propios pensamientos—. ¿Por qué te sientes prisionera en tu propio corazón?

La joven cerró los ojos y sintió el anhelo de ser libre, de tener alas para volar lejos de sus temores y tristezas. Imaginó cómo sería surcar el cielo, sentir la libertad en cada latido de sus alas, y fundirse con la lluvia y el viento en una danza etérea.

—Anhelas la libertad como un pájaro enjaulado anhela el cielo —continuó la voz—. Pero la libertad verdadera, la que ansía tu alma, está en tu interior. Debes enfrentar tus miedos, superar tus pesadillas y abrir las alas de tu corazón al amor y la esperanza.

La joven sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si las palabras resonaran en lo más profundo de su ser. ¿Cómo alcanzar lo inalcanzable? ¿Cómo escapar de la prisión de su propio corazón?

Y así, en medio de la lluvia y la oscuridad de la noche, la joven comprendió que la verdadera libertad no estaba en volar lejos, sino en encontrar la fuerza para enfrentar sus miedos y abrir las puertas de su prisión interior. Y en ese momento, una luz tenue empezó a brillar en su pecho, una luz de esperanza y renovación.

—No estás sola, querida alma perdida —susurró la voz con ternura—. El amor y la libertad están dentro de ti, esperando a ser descubiertos. Levántate, abre tus alas y vuela hacia tu verdadero ser.

Y así, la joven se preparó para el viaje más importante de su vida: el viaje hacia su propia libertad interior.




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