—Joven amo, deberíamos volver antes de que la duquesa regrese y se de cuenta de que no está en la mansión del Duque —escucho a Dong, mi amigo y sirviente personal hablar, un niño de apenas diez años de edad, quien ha estado junto a mi desde que aprendió a caminar.
Abro los ojos y me encuentro acostado bajo un árbol en la orilla de un río fuera de la ciudad, el cálido viento pasa sobre mis mejillas dejando una extraña sensación de nostalgia, rabia y tristeza; me había escapado luego de ser “castigado” por parte de mi medio hermano mayor y sus sirvientes, pero, extrañamente, tengo una vaga sensación de haber dejado esta vida ¿Será porque hoy me golpeó más de lo usual al enterarse de que incluso siendo más joven que él, fui nombrado el heredero legítimo de nuestro padre?
Rong Xiao Er, mi hermano mayor, quien a mis actuales quince años, me dobla la edad con treinta, el cual incluso tiene un hijo tres años menor que yo, pensaba que sería el heredero al ducado, hasta que mi padre, antes de acompañar en una visita al templo a mi madre, me declaró el heredero legítimo a su título, con la finalidad de que en su ausencia, en la mansión me obedecieran y respetaran, ya que conocía los colores de su concubina e hijos mayores, aunque claramente fue todo lo opuesto…
—¿Estamos en el cielo o el infierno Dong? —le pregunto con calma.
—Estamos en el reino mortal joven amo, ¿Cómo es posible que un sirviente cinco años menor que usted pueda distinguir mejor la realidad? —me tiende la mano para ayudarme a parar.
—¿Entonces qué pasó? —pregunto desconcertado mientras me levanto con ayuda de Dong.
—¿A qué se refiere joven amo?
—¿Por qué estoy aquí sufriendo tanto? odio tanto esta sensación —mis lágrimas caen y Dong no puede evitar llorar por igual. —quiero desaparecer, aunque sea por unos días, meses, años o quizás por la eternidad, ¿Por qué debo ser yo el que siempre reciba el resentimiento de mis hermanos y su madre? ¿Por qué? ¿Cuál fue mi pecado? ¿Fue acaso el nacer de una humilde bailarina? ¿O acaso ser un hijo ilegítimo al momento de mi nacimiento? ¿O será porque he recibido todo cuanto no me corresponde?
No sé por qué, pero una extraña sensación oprime mi pecho, el aire me falta y simplemente no puedo hablar más, mis sonidos extraños tratando de articular alguna palabra más y mis lagrimas, solo ponen aún más triste a Dong y aunque me preocupo por él, como si de un hermano menor se tratara, siento que ya no aguanto más, como si estuviera cansado de todo, de una fría madre adoptiva que solo carga demasiadas expectativas en mis hombros, de las luchas constantes el ducado, de mi existencia misma.
Me acerco cada vez más a la orilla del rio, y me pregunto ¿Vale la pena todo lo que hago y he hecho hasta ahora?, Dong me jala del brazo, pero me suelto y lo empujo, solo me quedan fuerzas para acabar este sufrimiento… tanto fue mi dolor y sufrimiento, que sin darme cuenta, caigo inconsciente.
Estoy en un lugar completamente oscuro, y desde el comienzo siento que esto es claramente un sueño, siento a todos a mi alrededor, el sonido de preocupación por Dong, las personas a las que llamó en auxilio, pero no puedo hablar, no puedo hacer ningún sonido y de un momento a otro, me encuentro como un espectador, un espectador de una obra de títeres, un pequeño escenario es iluminado, y al lado del escenario se encuentra un hombre, tiene un gran y extravagante tocado, un hermoso abanico rojo, rostro completamente blanco y colores fuertes tanto en ropajes como en maquillaje, definitivamente es un actor de ópera, ¿Pero por qué utilizará títeres si viene vestido para cantar al frente de otro tipo de escenario?
Suelta su distintivo abanico rojo y se pone detrás del pequeño escenario, los títeres de papel toman vida y con delicados movimientos tanto de los palillos que mueven las figuras, como de las tan delicadas y notorias manos de aquel actor, las cuales como norma general no deberían de verse, la obra comienza:
Cabello negro y una hermosa boca roja, el duque aunque borracho, en ella ve a su amada esposa y como si de un cuento de terror se tratara, la toma con fuerza.
Los meses pasan y con ellos su barriga se agranda, más sin embargo al momento de dar a luz, es envenenada. Son los miedos infundados, de una ambiciosa mujer, que dan el atrevimiento, de atentar contra aquel bebé.
La esposa legítima, ve en ella una oportunidad, de aprovechar la disputa, y al retoño por llegar.
Con un cuchillo de mesa, se acerca a la moribunda, más sin embargo antes de morir, ésta le suplicó por su cría —Salve a mi bebé, joven duquesa—, fueron las últimas palabras de aquella belleza.
Sin dudarlo y con ayuda de las matronas, abre la barriga y saca a la criatura. —¡Es un niño! —dice una de las trabajadoras.
—Lástima que sea ilegítimo—dice la otra. Una bofetada es estampada en su rostro polvoriento, y con furia en los ojos, ordena su degollamiento.
—Que nadie vuelva a decir, tal estupidez, de ahora en cuanto, éste será mi bebé.
Con ojos de ambición, miraba a aquel varón, quien le aseguraría su futuro y el título de su marido.
Los años pasan y aquel bebé se vuelve un niño y con sus primeras palabras, ya acechan los peligros.
En su adolescencia, se intenta suicidar, pero es detenido, por su joven amistad.