Estoy acostado en el suelo, tratando de descansar, pero por más que lo intento no puedo cerrar los ojos, porque cada vez que lo hago, escucho su voz.
Me abrazo a mi mismo, intentando calmarme, entierro mis dedos en los brazos como si intentará aferrarme a la poca humanidad que me queda. Con cada segundo que pasa, mi corazón late más y más fuerte, el sudor cubre mi frente y no puedo parar de temblar.
— ¿Vas a portarte como un bebé siempre que haga algo que no te guste? — me preguntó desde mi cabeza.
— Déjame solo... Por favor — me suplique casi entre lágrimas.
Por un momento se callo y pensé que había acabado con mi sufrimiento, pero cuando el silencio era lo único que había en la habitación, ella comenzó a carcajear dentro de mi cabeza, sus risas se hacian más y más fuertes, puse mis manos sobre mis orejas en un intento por dejar de escuchar sus risas, pero fue inútil, seguía escuchándola.
Me harte de escucharla y me levanté del suelo, como si intentará confrontarla.
— ¡CALLATE! — grite con todos mis fuerzas.
Tras gritar, deje de escuchar sus risas finalmente, mis manos no paraban de temblar, mi pecho subía y bajaba con cada respiración que daba, no quería volver a verla.
— Que tierno te vez cuando te pones así — me dijo ella, con un tono tierno y dulce.
Volteé a mi derecha y vi un espejo negro, oscuro y extraño, pero en el no estaba mi reflejo, en el estaba Black, por primera vez pude verla. Era delgada, de cabello negro como el carbón, su tez pálida resaltaban sus ojeras y el brillo de sus ojos grises, que me miraban fijamente, con una sonrisa dibujada en sus labios gruesos.
— Hola, Cariño — me saludo, mientras me miraba de arriba a abajo.
— No... No puede ser — dije, sin poder dejar de mirarla.
— ¿Que? ¿No esperabas que me viera así? — me cuestiono, con un tono burlón, mientras se mordía el labio inferior.
— Debe ser una broma — murmuré, sin entender del todo lo que pasaba — No, no... Un monstruo como tú, no puede verse así
— Ay cariño... No se de qué te sorprendes — comento, con sonrisa coqueta en su rostro — Yo soy todo lo que deseas ser.
— Claro que no, yo jamás sería un monstruo como tú — la confronte, mientras caminaba hacia el espejo — Sería incapaz de hacer alguna cosa que has hecho.
— ¿Eso crees? — respondió, mientras se cruzaba de brazos — De verdad que eres estúpido.
Ella soltó un par de risas, mientras movía la cabeza de lado a lado, negando mis palabras.
— ¿Acaso piensas que nací de la nada? ¿Que solo aparecí así sin más? — me cuestiono, mientras me miraba fijamente a los ojos — Claro que no, niño... Yo nací con el objetivo de protegerte, para evitar que vuelvan a lastimarte.
— Eso es mentira — le reclamé, mientras apretaba los puños.
Black frunció el ceño y para mí sorpresa salió del espejo, caminando directamente hacia mí, su vestido negro solo hacia verla más imponente y cuando estuvimos cara a cara, ella me empujó contra el suelo.
— Puedes mentirle a todos, incluso a ti y hacer creer a todo mundo, que eres un angelito que jamás le haría daño a nadie, pero yo sé la verdad. — Comenzó a decirme, mientras pisaba mi pecho con la punta de su tacón — Eres un mocoso patético y cobarde, que jamás se atrevió a enfrentar a todos los que le hicieron daño.
Yo la mire, con los ojos llorosos, con mi corazón latiendo a mil por hora, como si fuera un tambor.
— Pero ya no tienes que preocuparte por volver a salir herido, porque a partir de ahora, yo me hará cargo de todo — me comentó, mientras me acariciaba mi mejilla suavemente con las uñas de sus dedos.
Quería salir corriendo, huir lo más lejos de ella, pero no podía ir a ninguna parte, estaba atrapado con ella.
— ¿Que... Que me hiciste a Dori? — me atreví a preguntar, con la voz temblorosa.
Black, se acercó a mi y lamió mi mejilla con su lengua, para luego tomar mi rostro firmemente.
— Digamos que la hice pagar por todo el daño que te hizo, porque la única que puede usarte... Soy yo — murmuró contra mi oído de forma amenazante.
Cerré los ojos y deje salir una lágrima, que recorrió mi mejilla. Cuando abrí mis ojos nuevamente, Black ya no estaba en la habitación y aquel espejo había desaparecido.