Mi vida no siempre fue la mejor, tuve muchos problemas, pero eso cambio el día que encontré a mi segunda familia, ellos cambiaron mi vida, me sacaron del abismo en el que estaba, por primera vez me sentí aceptado y amado por otros.
Sentí que la vida, por fin me sonreía, que por primera vez desaparecerían por completo.
Pero, todo se rompió ese maldito día. Aquel 1 de Mayo, el día en que la vida me recordó, que no era mi amiga y jamás lo sería.
Recuerdo todo como si fuera ayer. Aquel día no tenía clases, había partido de Champions, jugaba el Real Madrid, aquel equipo que siempre me ilusionaba y ese día no fue la excepción, pero jamás me imaginé que lo que se me quedaría en la cabeza no sería la épica remontada, si no, la palabras que leí ese día.
Fue un mensaje. Frío. Cortante.
“Jamás voy a corresponderte. Me cansé de ser siempre la mala de la historia. Invadiste mi espacio. Gracias por quitarme la poca confianza que tenía por ti. Yo no te pedí nada. Gracias por demostrarme que en efecto todos son iguales.”
Esas fueron las palabras que más recuerdo de todo su mensaje.
¿Eso fue todo? ¿Después de todo lo que hice por ella? Las veces que estuve a su lado cuando más lo necesito, las veces que fui su hombro para llorar, todo lo que le di, todo lo que hice por ella. ¿No importo? ¿No signifique nada para ella?
¿Así se mata a alguien?
Das todo por esa persona, sin esperar nada a cambio y te escupe en la cara. ¿Esto es lo que valgo? ¿Lo que merezco?
No dijo “lo siento”. No preguntó cómo me sentía. Me tiró como si nunca le hubiera importado.
Y todos los demás… igual.
Silencio. Juicios. Miradas.
Fui el monstruo, el acosador, el enfermo.
Sin prueba, sin verdad. Solo porque ella lo dijo. Porque caperucita contó el cuento y yo soy el lobo. Ni siquiera me dejaron contar mi versión de la historia, no me permitieron explicar lo que pasó realmente.
Quizás, es porque en realidad soy el villano de esta historia, soy realmente el malo. Una pésima persona que intento ser buena, por eso nadie me dejó explicarme.
Aquella familia que había encontrado, que la vida me regaló, ¿No les importe en lo más mínimo?.
La persona que más amaba en este mundo, aquella por la que lo di todo, me desprecia, me odia, me ve como el malo de la historia, cuando lo único que quería era ayudarla, ser el héroe que ella necesitaba.
Mi mejor amiga, aquella que ame como una hermana, está decepcionada de mí, porque lastime a su amiga, porque no le hice caso, porque arruine todo. Su partida es la que más me duele, porque con ella, se que yo tuve la culpa, lo arruiné.
Perdí todo, mi otra familia, aquella por la que hubiera dado mi vida, ahora me hacen a un lado y me hundieron en lo más profundo del abismo, donde me encontraron.
Me hundí. Me llené de rabia.
Rabia por mí, por callar, por no gritar la verdad.
Por querer salvarla, cuando nadie me salvó a mí.
Pensé en acabar con todo. De verdad.
Subí al puente. Miré abajo y la vi, era la muerte, es hermosa. De tez blanca como la nieve, cabello negro como el carbón, ojos blancos y unas cuencas profundas, ella me mira y me sonríe, mientras me dice: "Si quieres hacerlo, Salta".
Pero no lo hice.
No por lo que tenía miedo a ella, sino porque me di cuenta que si lo hacía, lastimaría a todos los que amaba.
Mi padre volvería a las adicciones, por mi culpa.
Mi madre y hermana se les rompería el corazón, por mi culpa.
Mi mejor amigo, no podría perdonarse así mismo, por no poder salvarme.
Mi mejor amiga, se culparía por mi suicidio.
Fue en ese momento que lo entendí, no solo no debía saltar por ellos, no debía saltar.
Por mí.
Tengo que ver por mí, salvarme a mí, pensar en mi y luego en los demás, eso no es egoísta, es necesario.
Porque aunque se que si me quedo, voy a arder. Sufriré, llorare y probablemente no tendré más fuerzas para levantarme una vez más, seguiré adelante.
Y voy a usar ese fuego a mi favor, lo usaré como mi combustible para seguir adelante.
Para levantarme. Para gritar. Para luchar hasta el final.
Vuelvo a ver la muerte y ella me sonríe con su dulce y gentil sonrisa, me aleja del abismo y me dice: "Vive".
Fue en ese momento que por fin lo entendí.
Ya no soy el niño roto, que espera ser salvado.
Ya no soy el amigo fiel que todos olvidan, luego de ayudarlos.
Ni siquiera soy el monstruo, que todos dicen que soy.
Soy la tormenta que nadie vio venir.
Aquella que siempre deja hueta, en cualquier lugar que vaya, porqué para poder crear algo nuevo, primero debe destruirse lo que no sirve.
No soy ni bueno, ni malo, solo soy otra persona que vino a dejar su huella en el mundo.
A partir de ahora, me salvaré a mi.
Y no voy a pedir perdón por arder, porque ahora, nada ni nadie, me puede detener.