Con el pasar de los años, siento como poco a poco la fuerza de las olas me azotan con fuerza, hasta poco a poco irme hundiendo más y más profundo en el oceano. Hasta el punto donde los rayos del sol no me alcanzan, donde no puedo ver una salida, porque todo a mi alrededor es una oscuridad que me ciega y comienza a ahogarme.
Me entiendo como una flor marchita, la tierra se está secando, mis pétalos comienzan a caer y yo comienzo a secarme. La primera no ha llegado a mi en estos diez años y no tengo razones para creer que este año sea diferente, al contrario es probable que este año, termine perdiendo el último pétalo que me queda.
Estoy atrapado en este enorme bosque, donde los árboles más grandes impiden que yo también pueda crecer, es como si les molestara que una anomalía como yo nazca en este lugar, porque la naturaleza dicta que las rosas azules no deberían existir, pero existo yo. Quizás por eso, todos se esfuerzan por marchitarme hasta que no quede rastro de que alguna vez existí.
Todo se está haciendo más y más oscuro, tanto que no veo una salida, es más no veo nada, solo un par de estrellas en el cielo, que se aferran a dar su último brillo antes de apagarse.
Pero en medio de toda la oscuridad, está la Luna, su luz no es la más brillante, es más es un simple reflejo del sol y nació cuando del choque de dos lunas. Es otra anomalía de la naturaleza, así como yo, ninguno de los dos debería existir pero aquí estamos.
Porque aunque solo recibamos un poco de luz, aunque la naturaleza nos diga que no debemos existir, lo hacemos y aunque sea poco y sea extraña, es todo lo que tenemos que ofrecer al mundo.
Creo que eso es más que suficiente.