Pétalos.

Capítulo 9.

Michael estaba sentado en posición de indio sobre su cama. Era de madrugada y le daba igual si tenía que ir a la escuela en unas horas. No tenía nada de sueño.

Había desarrollado una especie de miedo a dormir después de que Arthur le había dicho que podía hacer lo que quisiera mientras él dormía. Sentía miedo.

Había estado desvelándose lo más que podía con la excusa de que debía estudiar. Sin embargo había caído rendido toda la tarde, ni siquiera recordaba cuándo se había dormido. Había despertado ya caída la noche y no había visto a Arthur, sintió pánico.

Ya estaba harto de sentirse así.

Debían ser cerca de las dos de la mañana, no había revisado su celular en todo el día. No quería enterarse de nada, no quería ver los mensajes de Chris ni de nadie.

Ni él mismo entendía los celos que sentía hacia Jesse, eran estúpidos e infundados. No tenía sentido. ¿Entonces por qué sentía tanto enojo cuando lo veía? O, peor, cuando lo veía con Chris.

Era ilógico. ¿Qué tenía Jesse que él pudiera envidiar?... Además de la atención de Chris. Pero eso no era culpa de Michael, él no podía estar con Chris por Arthur, no era su culpa... ¿Y si Chris prefiriera a Jesse después de ser rechazado por Michael?

El menor mordía su labio nervioso mientras pensaba. Eso no podía pasar, pensaba. Chris nunca preferiría a Jesse sobre él... Sí era culpa de Michael.

Ladeó su cabeza para sacar esos pensamientos. En lo único que debería estar pensando es en la tarea, se recordó. Siguió escribiendo en la hoja que tenía sobre algunos libros en las piernas.

Segundos después entró Arthur.

Un escalofrío recorrió a Michael al verlo atravesar la pared como si nada. Como solía hacer.

—No pensé que estuvieras despierto —le dijo Arthur al verlo.

Lo miraba extrañado y Michael no despegaba su mirada de lo que escribía. ¿A qué venía entonces? ¿A verlo mientras dormía tranquilamente?

—No tengo sueño —contestó simple.

—Deberías dormir, debes levantarte temprano de nuevo —dijo—. Bueno, estuviste dormido toda la tarde. Deberías quedarte en casa por hoy.

Arthur sonreía gentilmente, como pocas veces hacía. Michael no lograba comprenderlo, unos días se comportaba agradable y bien, otros era completamente aterrador.

—Tengo que estudiar, tengo exámenes importantes —mintió.

Arthur se terminó encogiendo de hombros y sentándose en los pies de la cama. Se veía tan irreal ahí, con su piel casi transparente y sus ojos como hielo.

—Paseé un poco esta tarde cuando dormías —empezó a decir—. Esperaba que estuvieras dormido para salir a ver la luna.

Arthur seguía sonriendo, Michael lo veía por primera vez desde que había entrado. No estaba siendo sincero, había algo maligno en su expresión, algo socarrón, burlón...

—¿Y qué hiciste? —preguntó Michael tratando de no sonar asustado.

Arthur ladeó su sonrisa.

—Oh, nada, sólo caminé un poco por la calle. No hay mucho que hacer por aquí.

—Oh, bueno —se rascó la nuca—. ¿Y qué haces cuando voy a la escuela?

—Esperarte, ver por las ventanas, ver la casa... ¿Eso es mi diario?

Arthur alzó una ceja y apunto con su dedo hacía lo que tenía Michael en sus manos. El menor sintió taquicardia.

—¿Esto? —habló nervioso—. Sí, lo estoy usando como soporte.

Michael no quería recordar las cosas que había leído en el diario de Arthur cuando él no estaba en la habitación. Ya entendía por qué le había prohibido leerlo. Las cosas horribles que le hizo a sus novios... Volvió a recorrerlo otro escalofrío.

—Lo leíste, ¿verdad? —habló Arthur enojado.

El corazón de Michael empezó a latir con fuerza de los nervios.

—No, tú me dijiste que no así que no lo hice.

—¿Crees que soy estúpido? —se incorporó enojado y apretó sus puños—. ¿Qué leíste?

—Nada, en serio. Yo confío en ti.

Maldita sea, se dijo Michael. No seas cobarde, no tengas miedo.

Estaba harto de escuchar su propia voz temblorosa.

—¿Y si lo leí qué mierda importa? —murmuró.

Esperaba que Arthur no llegara a escucharlo, pero lo hizo.

—¿Qué dijiste? —soltó enojado.

—¡Que qué mierda importa! —gritó igual de enojado.

De nuevo le daba igual quién pudiera escucharlo fuera de la habitación.

—¿¡Qué me vas a hacer!? —siguió—. ¿Qué importa si lo leo?

Arthur soltó sus puños y relajó su ceño. Puso una sonrisa socarrona y maliciosa en su rostro. Michael sintió más miedo.

—¿Quieres ver las cosas que dice mi diario? —dijo mientras reía.

Empezó a acercarse peligrosamente a Michael.

¿Ver?

Quedó frente a él y lo tomó rápido de la muñeca, el menor no se pudo zafar. No sentía el tacto de Arthur, pero sí sentía ardor. Veía cómo a través de la transparente mano de Arthur su piel se iba poniendo roja. Sollozó.

Siguió tratando de zafarse pero sólo conseguía que el mayor lo tomara con más fuerza. Su muñeca empezó a doler mucho. Los ojos de Arthur volvían a estar rojos y venosos, mirándolo con ira directo a los ojos.

Michael se sintió paralizado cuando los ojos de Arthur estuvieron sobre los de él. Era lo mismo que sentía cuando Arthur se había metido a su cabeza para mostrarle sus recuerdos.

¿Ver?

Michael, de repente, ya no estaba en su habitación. Estaba en otra y estaba oscura, no distinguía nada excepto los ojos fuertemente azules de Arthur. Luego cayó en cuenta de lo que estaba pasando, Arthur se había metido en su cabeza.

Todo se hizo más claro. Estaba en otra habitación, seguía oscuro pero podía distinguir más. Arthur estaba sobre él, se veía enojado, muy, muy enojado. Sus ojos brillaban de ira. Empezó a sentir mucho dolor en su garganta, volvía a ver mal porque sus ojos estaban llorosos. Arthur estaba sobre él, asfixiándolo. Escuchaba sus propios sollozos, sus pies pataleando y sus manos tratando de empujar a Arthur. No podía controlarlo, no era él mismo, era un desafortunado novio de Arthur.



#1597 en Paranormal
#28000 en Novela romántica

En el texto hay: fantasmas, amor lgbt, angst

Editado: 20.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.