Petalos de Cerezo

Encuentro

Capítulo I.

Lluvia incesante del inmenso cielo azul, tus nubes se tornan de un gris pálido sin color; dime hermoso cielo ¿A dónde se fue tu luz y color? ¿Quién te los arrebato y plasmo lo simple en ti, tu, que siempre brillas?; ¿Nostalgia es lo que sientes? o tal vez ¿tristeza?, dime cielo mío ¿Qué es lo que tanto te deprime?

Invierno de lluvias, el sol se ocultó del firmamento las nubes de lluvia opacaron su resplandor; caen y caen las gotas del cielo que explotan al llegar al suelo, cuando fue la última vez que vi llorar al firmamento con tanta fuerza, su dolor debe ser grande, y su única manera de expresarlo es por medio de la lluvia, así se sentía Ania, su corazón y alma están destrozados, la expresión más grande de liberarse es por medio de las lágrimas sin embargo, a pesar de lo malo que puede ser el llorar al final se mostrara la serenidad y la calma, así como en el cielo después de la lluvia está el arco iris.

Desde su ventana Ania ve a los niños jugar bajo la lluvia, unos con sus capotes otros solo con ropa divirtiéndose entre las gotas de agua chapoteando en el lodo o haciendo barquitos de papel poniéndolos entre la corriente haber hasta donde llegan, juegos de niños nada más. Ania una chica común como todas, pero con algo de diferente, su personalidad era muy distinta, sus pensamientos sobre las cosas no eran iguales como los demás, y por ello se sentía indiferente hacia las personas, no sabía cómo encajar en la sociedad su miedo por no ajustar a sus criterios la alejaron de ello y encerró sus sentimientos sin saber cómo expresarlos. Estaba en secundaria cursaba el tercer año, no tenía amigos, se sentaba sola, apartada, y a ellos nunca les importo; un alma solitaria en el mundo a quien le puede importar las personas solo se preocupan por ellas mismas por complacer a otros por un beneficio pero no por solidaridad, encerrada en la oscuridad sin poder salir invadiéndola cada día más, sintiendo ese sentimiento de abandono, la han abandonado, se han olvidado completamente de ella, no ve la luz, esa luz brillante y hermosa que desea ver, pero está atrapada en esta sombría oscuridad de la cual no puede escapar sin importar que haga.

Tristeza, soledad y dolor son los sentimientos que la invaden y que llegan a ella es como estar en cuarto solo, oscuro, encadenado a la pobre existencia que le toco vivir, pero todos tenemos un destino, todos llegamos a complementar esta vida. La vida es misteriosa e impaciente a veces estamos arriba y a otras abajo no sabemos con exactitud lo que te tocará vivir ya que siempre en esta vida no se sabe jamás lo que vendrá. Perseguidos por nuestros errores nos aferramos a lo único que nos salvara la opinión de los demás para no tener miedo a cometer equivocaciones.

La tormenta no cesaba se podía oír el estruendo del cielo, desde la noche anterior llovía sin parar, las calles se rebalsaban de tanta agua, se estancaban o eran fuertes correntadas que arrastraban todo a su paso, algunos no les agradaba que lloviera por el lodo y la suciedad que la lluvia acarrea; otros por otro lado esperaban con ansias las primeras gotas para sus cultivos o para sentir el clima fresco y agradable que la lluvia da, ni se diga de los chicos, adoraban esta época del año así tenían una excusa para no asistir a clases y decían cualquier tipo de pretexto. Era muy tedioso ir a clases, tenías que ponerte muchas cosas para no empaparte.

Ania solo usaba paraguas y una chaqueta para protegerse; sin ninguna preocupación caminaba en la acera hacia la escuela como todos los días en su vida cotidiana, sin ninguna sorpresa o algo especial. Mientras camina le gusta ver el cielo pidiendo que algo distinto le suceda, sin embargo, sabe que no pasara. Una chica de 17 años sin vida social y marginada que le podrá ocurrir a sus sueños o metas, solo estaban plasmados en su mente, sus opiniones eran guardados en el baúl de su memoria encerrando su idealismo, va a la melodía del goteo de la lluvia con su mente en otro lugar con la mirada fría y distante que tiene de sus impotentes ojos negros que perforan el alma, sus labios cerrados sin decir nada; esos labios de color rosáceo delgados meramente perfectos pero rígidos, su cabello le llegaba al cintura, era muy largo para poderlo recoger así que se acostumbró a tenerlo suelto, su flequillo cubría su rostro no le importaba se sentía bien con ello, su cuerpo alto y delgado le daban un toque femenino; pero su apariencia era un poco descuidada. ¿Qué hare? ¿Qué seré? ¿Cuál es mi futuro? Son las interrogantes que ella misma se pregunta y no tienen respuesta, en el transcurso de la vida aprenderá a contestarlas tomando en cuenta sus propias opiniones, lo que ella desee.

Eran las 10 de la mañana, la llovizna ceso, el cielo se despejo por unos momentos y el sol apareció de su escondite, las aves comenzaron a cantar desde las copas de los árboles, sacudiéndose para quitarse las gotas de lluvia de sus cuerpos movían las ramas las cuales sus hojas estaban llenas de agua; sus gotas caían sin avisar y podían mojar a quien pasara por el lugar. Los primeros rayos de sol entraron por la ventana del salón de clases sintiendo un cálido abrigo de parte de él, las nubes se fueron quedo el firmamento desnudo, brillante, con su fantástico esplendor. Ania quien se sentaba de ultima en la tercera fila al lado de la ventana pudo admirar el hermoso arcoíris del cielo, sus ojos quedaron sorprendidos, le llamo la atención sintió que era algo distinto a lo que siempre ha visto, algo especial, una señal ¿Qué será? Que tendrán preparado para ella las fuerzas del universo, será algo muy interesante o aburrido, no lo sabemos.




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