¿Cómo se supone que debe ser la vida después de una tragedia? ¿A dónde debemos acudir cuando el mundo se nos cae a pedazos?
Cuando subí a este autobús, los pasajeros enfocaron sus ojos en mí y observaban fijamente los restos de mi alma. ¿Qué sentían de verme ahí? No sé si eran mis muñecas vendadas, la sangre seca de mi ropa o los moretones de mis brazos, pero, me había vuelto el foco de atención de muchas miradas. Literalmente fui la sorpresa de todos los pasajeros, me convertí en el llanto de un autobús sin destino fijo.
El chófer parecía no creer lo que veía, su mirada era un reflejo de incertidumbre.
Busque el número de mi asiento, mi compañero de viaje sería un señor mayor que llevaba puesta una camisa blanca junto con un chaleco de rombos. Parecía que él no podía asimilar lo que estaba mirando.
—¡Hola! ¿Cómo se encuentra? —Intente ser amable.
Me había vuelto su compañera de viaje y eso parecía incomodarle de cierto modo. ¡Mi apariencia era algo que incomodaba a todo el me rodeaba!
—Estoy bien. ¿Tú…?
No fue capaz de terminar de formular la pregunta.
—También me siento bien.
—¿De verdad te encuentras bien? —El tono de su voz irradiaba preocupación e incredulidad.
No me sorprende que el conductor también pareciera asustado mientras yo abordaba. De vez en cuando volteaba a mirarme por su espejo retrovisor, mi presencia le causaba inseguridad. La sangre ya se había secado en mi blusa y mi pantalón se había marcado de violencia. ¿Qué había de todas mis heridas emocionales?
—Sí, estoy mejor que nunca —respondí y el viejito hizo un gesto curioso. Su cabeza llena de canas brillaba con la luz que atravesaba por la ventanilla.
—¿Segura? Estás sangrando por todos lados, parece como si... —añadió él.
Y la verdad es que me sentía bien. Aunque mi cuerpo irradiaba dolor, mi corazón tenía latidos de esperanza. Ya no me ardían mis heridas. ¡No permitiría que me volvieran a lastimar!
Tenía pensado no volver, no quería hacerlo. El abordar este vehículo fue mi oportunidad de seguir viviendo, de respirar más en esta vida que casi se me acaba. ¡Ya no esperaba nada de nadie! Ni siquiera esperaba algo de mí. ¿Y a donde se supone que me dirigía? ¿A dónde terminarían los restos de esta chica?
—¡Busco pegamento para pegar cada parte de mí! ¿Sabe? —Hice una pausa—. Tengo el alma rota.
—¿Como que estas rota?
—¡Pues sí! La verdad es que me rompieron en mil pedazos y bueno...
—Parece que estas bien destrozada.
Asentí.
—Pero ya no me duele.
—¿Tu familia sabe...? —Preguntó con curiosidad.
—Supongo que sí. A estas alturas, ellos ya saben de mi ausencia —admití sin miedo.
¿De qué va todo esto? ¿Qué onda conmigo? ¿Por qué ando toda ensangrentada? Hasta este punto pareciera que soy una chica completamente rota y con una cruda realidad. ¿De verdad soy…? ¡Si tu supieras!
—¿Quiere saber mi historia? —Mi pregunta causó sorpresa en él.
El alcohol sirve para sincerar a las personas. ¡Si tan solo tuviera un poco de alcohol en este momento! Las burbujas de la cerveza saben bien. Cada esfera de alcohol puede refrescar con tanta fugacidad el deseo de personas como nosotros. ¿Cuál era mi deseo?
—¿Tu historia? —preguntó incrédulo.
Había una vez, una chica que vivía cerca de la tristeza y lejos de la realidad. Le encantaba caminar por los campos, la ciudad era su martirio y gustaba de escuchar música independiente a todo volumen mientras lograba conciliar el sueño por las madrugadas. ¿Qué te parece?
Su nombre era sinónimo de soledad y la compañía de todos sus amigos era el antónimo de la tristeza que le ahogaba desde hace muchos años. ¿Tristeza?
—¡Pienso quitarme la vida! —Exclamé con tanta seguridad que hasta las estrellas parecían apagarse por completo.
—¿Piensas que? —Preguntó mi amigo.
Tu cuerpo siempre está latiendo vida a cada instante y el corazón bombea esperanza; es verdad que la pesada oscuridad que brilla dentro de uno, comienza a quemar todos los motivos que tenemos para ser felices y eso nos convierte en almas desdichadas. La oscuridad que apagaba mi vida era un relato que contaban los libros y leyendas de la vida cotidiana.
Pasas tu lengua, muy cerca de la humedad que burbujea risas y locuras a cuerpos frágiles que no sirven para nada. Terminas vulnerable en habitaciones vacías. La lejanía de los sentimientos humanos hincha de dolor mi pensar cada vez que me acuerdo de todo, de todo lo bello que parecía querer aparentar ser alguien que no era.
—¿Que se siente sonreír cuando no tienes ganas de sonreír? —Le pregunte a mi profesor de secundaria.
La piel de cristal es tan suave que hasta excita e incita a querer tomar la inocencia de una persona con tanta violencia. Los tragos de alcohol dan fuerza cuando las lágrimas te han secado por completo, cuando te sientes sin nada y a la deriva.
—¿Cuándo has hecho el amor? —La curiosidad se asomaba por los ojos de mis compañeros.
El amor no se hace, solo se demuestra y los labios son cómplices cuando quieres sentir el infinito. Todos somos de alguien, pero solo pertenecemos a quien logró sonrojarnos cuando solo le buscábamos con el pensamiento. ¡Así es esto! Los ojos nos transmiten cosas sin decir palabras y las sonrisas esconden lo saudade de una persona.
Las manos te tocan. El tacto humano puede inspirarte muchas cosas.
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Editado: 14.02.2024