—¡Fue un error el casarme contigo! —Exclamó mi madre antes de desaparecer de mi vida.
Se escuchó un golpe fuerte.
—¡Muérete! —Le contesto mi padre.
El sonido de una botella rompiéndose me hizo ponerme de pie. Yo aún sostenía la hoja de papel, la carta anónima y la rosa.
"Solo espero que aguantes los golpes que esta vida aún te dará".
En ese instante, en ese segundo, cuando sus bocas se ofendieron al grado de desearse la muerte, mi mente relaciono las palabras de la carta con lo que estaba pasando. Abrí mi puerta, por el pasillo vi a mi madre dirigirse a bajar las escaleras. Comencé a perseguirla, ella llamaba por teléfono, bajó a toda velocidad, no escuchaba mi voz, abrió la puerta principal y un auto de color negro la estaba esperando.
—¡Mamá! —Exclamé desde la puerta con todas mis fuerzas.
Ella se giró a mirarme, sostenía su celular contra su oído. Se me quedó mirando y sus labios simplemente se movieron formando la frase ¡lo siento!
Noté que el tío Tom se estaba riendo detrás de mí. ¿Qué se supone que debe hacer una chica de dieciséis años ante los problemas ajenos? ¿Qué puede hacer una chica cuando sus padres discuten y deciden separarse? Sentí ganas de llorar. La tristeza y la vergüenza me hicieron desear no haber dudado en detener a mamá.
—¡Parece que tu madre es una cualquiera! —Dijo el tío Tom.
Sus palabras me dieron coraje.
—¡Cierre la boca!
Se acercó a mí, puso su mano en mi hombro.
—¡Tú también lo eres! —Acarició mi hombro.
Le empujé. ¿La carta se refería a esto también?
—¡Me da asco, viejo maldito!
Subí a mi cuarto, vi que la habitación de mis padres estaba abierta, papá hablaba por teléfono. Cerré mi puerta y me desnudé por completo. En ese momento sentí que mi alma comenzaba a fragmentarse. ¡Quería gritar!
Tome la rosa y con todas mis fuerzas, deshoje los pétalos y mis manos se mancharon de sangre.
Busqué una combinación de ropa y me vestí. Amarré mis agujetas, me arreglé la cara. ¿A estas cosas se refería el anónimo? ¿Se supone que era una coincidencia? Si la vida quería golpearme, entonces yo debía intentar defenderme. ¡No me quedaría en casa está tardé!
Necesitaba un desahogo.
Caminé con mucha decisión, atravesé la calle y toqué el timbre de su casa. ¡Estaba decidida! No permitiría que los problemas ajenos me impidieran ser feliz hoy.
—¡Hola Miranda! Pasa, pasa. —La madre de Emilio era como el sueño de madre que yo nunca podría tener—. Emilio está en su habitación.
Subí las escaleras, la casa de Emilio también era grande. Caminé por el pasillo y entré a su habitación. Lo encontré saliendo del baño. ¡Se había duchado!
—¡Miranda! ¿Todo bien? —Parecía que le sorprendía verme allí. Era más común que él fuera a mi habitación.
Emilio había salido del baño con un bóxer de color gris. Su cabello estaba mojado y aún había gotas de agua escurriendo por su abdomen y su espalda. Sus músculos estaban bien marcados y su cara era perfecta.
—¡Quiero ir a la fiesta en casa de Karen! —Dije muy decidida.
Emilio parecía un poco sorprendido por mi respuesta. Sonrió unos segundos. Llevó su codo hasta su boca y comenzó a toser.
—¿Todo va bien contigo?
Él me estaba mirando fijamente con mucha curiosidad. Su pecho te daba la impresión de que entrenaba mucho y, su abdomen, bueno, podrías lavar ropa en ese lavadero.
—Tú me conoces perfectamente. ¡Tú responde esa pregunta!
Emilio asintió, sonrió un poco y se vistió. Su mamá preparo arroz con pollo y comimos algo antes de ir a casa de Karen.
***
¿Debería haber nacido sin corazón?
Esta vez no describiré como fue llegar a la fiesta porque quiero que tú mismo te lo imagines y si gustas, puedes añadirle más cosas a la escena. Solo si te contaré que antes de entrar, yo estaba consciente de que mi alma no se encontraba bien. Por ello decidí encender la grabadora de voz de mi celular, porque si fuera el caso que yo terminaba borracha o con una resaca enorme, quería escuchar todo lo que pasó. ¡Quería guardar esa noche de desahogo!
—¿Quieres ir con los chicos del equipo? —Preguntó Emilio señalando al grupo de jóvenes.
Asentí, nos acercamos hasta la mesa donde estaban y su mirada parecía ser de sorpresa por vernos ahí frente a ellos.
—¿Quieren una cerveza? —La voz de Aldo apareció detrás de nosotros.
Él había dejado que un poco de alcohol escurriera por su cuerpo.
Emilio se giró a mirarme y entonces se apresuró a abrir la boca para negar que no beberíamos en aquella fiesta. ¡Yo le había pedido que no bebiéramos!
—Si queremos —Respondí con serenidad.
Emilio se sorprendió por mi petición y me dio un golpe con su codo. Yo solo sonreí. Aldo nos pasó dos cervezas, ese chico llevaba una mejilla con un moretón tenue y sus manos tenían rastros de golpes. ¡La pelea del otro día!
—¡Gracias! —dije.
Si tú estuvieras en mi lugar en este momento, ¿qué estarías haciendo? El sonido de la música comenzaba a hacerse presente entre toda la multitud de jóvenes alocados.
—Lamento haberte golpeado la cara, creo que no medí mi temperamento —Aldo se estaba disculpando con Emilio.
Emilio se sorprendió, me miró con extrañamiento y asintió. Tomé a Emilio de la mano, sentía frío y quise demostrarle que estábamos bien aquí.
El ambiente que tiene una fiesta de adolescentes es sumamente pesado. Mi alma estaba llena de muchas cosas. Me sentía en una revolución de emociones y lamentablemente no pude salir con vida de aquella batalla.
Mi deseo de ser positiva se había caído al suelo y yo misma había pisoteado con todas mis fuerzas ese deseo. Los bombardeos a mi cerebro eran muy dolorosos, mi corazón latía, pero no se sentía satisfecho. ¿Por qué mis padres habían discutido tan fuerte? ¿Por qué me había tocado vivir todo esto?
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Editado: 14.02.2024