Nos quedamos dormidos. Recuerdo que Emilio solo apagó el televisor y ya. Dormí junto a él. Su brazo me sujetaba la espalda y sus ojos cerrados fueron lo primero que vi cuando me desperté. ¡No quise despertarlo!
Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que, ni yo misma era consciente de lo rápido que estaba cambiando mi vida.
Fui al baño y comencé mi rutina matutina. Le puse agua al geranio que Emilio me había traído de la casa de su abuela. La planta tenía flores de color melón y decoraba muy bien mi ventana.
—¡Buenos días! —Dijo estirándose en la cama.
—¡Buenos días canijo! —Le respondí.
—¿Que haremos hoy?
—¿Qué quieres hacer?
Él se puso de pie. Estaba descalzo y sus ojos aún parecían adormilados.
Tocaron mi puerta.
—¿Quién?
—¡Buenos días Miranda! —La voz de papá me sorprendió.
Había trenzado mi cabello y me puse un overol de mezclilla.
—¡Hola papá!
Él iba vestido de forma formal, una camisa de cuadros y un saco de terciopelo negro.
—¿Cómo estás?
—Todo bien conmigo ¿Y tú?
—He tenido días mejores —irradiaba nostalgia—. ¿Quieres salir a desayunar?
Su pregunta me causo cierto asombro y de pronto, la escena perversa de él apareció a mí. ¡Volví a ver cómo tenía sexo con la mujer de pelo negro!
—¿Emilio puede ir con nosotros?
Emilio había entrado al baño.
—¡Esta bien! Nos vamos en diez minutos.
Emilio no tardó en salir. Lo invite a desayunar con nosotros.
—¡Vale! Déjame avisarles a mis padres.
Papá conducía por la avenida, Emilio se había sentado en el asiento del copiloto y platicaba con papá sobre cosas de fútbol. Justo en un semáforo en rojo, la pantalla de mi celular se encendió.
Recibí un mensaje de un número desconocido.
¡Buenos días querida! Espero que hoy te vaya bien, me da gusto ver qué tu papá ha decidido llevarte a desayunar. ¡Solo espero que tus ilusiones no desaparezcan tan pronto! ¡ANIMO!
¡Que miedo con este tipo! Parecía que me espiaba en todo momento. ¿Cómo había conseguido mi número?
Llegamos a un restaurante. Papá detuvo la Suburban en el estacionamiento, baje con detenimiento. Mi papá parecía nervioso de repente.
—¡Pues adelante! —Dijo extendiendo su mano.
Entramos al lugar, había varias mesas ocupadas y un chico se acercó a nosotros.
—¡Bienvenidos! ¿Tienen reservación?
El uniforme del chico consistía en una camisa blanca, un moño de color negro y su pantalón de vestir.
—¡Sí! —Dijo papá con tono autoritario—. Esa es nuestra mesa.
Papá señaló una mesa ubicada justo en medio del restaurante y lo más curioso, es que había una mujer sentada ahí. Cuando nos acercamos, supe quién era. ¡Era ella!
—¡Hola! —Saludó la mujer—. Los estaba esperando.
Papá se acercó y le dio un beso en la mejilla. Ella se sonrojo.
—Hola, soy Miranda —saludé.
Los pensamientos crueles me hicieron recordar su espalda desnuda.
—Un gusto Miranda, soy Elena.
Todos ordenamos algo para desayunar. Yo me pedí un consomé de pollo y unos chilaquiles. Emilio pidió unos huevos rancheros.
Papá no dejaba de parecer bobo con Elena. El observar su comportamiento me hizo pensar en la cruda realidad de la vida. Sentí un golpe de dolor dentro de mí, quería llorar de repente y había mucha incertidumbre en mi interior. Di un trago de agua, le tomé la mano a Emilio y él se giró a mirarme.
—¡No me siento bien! —Le dije con los ojos.
Es un alivio que Emilio entendía mi lenguaje con la mirada.
—¿Qué tienes? —Preguntó su mirada.
—¡Mucha confusión!
—¿Quieres volver a casa?
Su mirada sabía entender mi tristeza.
—¡No, está bien! Tengo que aguantar esto.
Y en ese momento papá comenzó a hablarme.
—Miranda —su voz pronunciando mi nombre, era algo extraño—, me da gusto que estés aquí. El motivo de este desayuno es porque quiero darte una noticia…
Elena parecía emocionada. La imagen de ella gimiendo y mi padre en la cama, me hizo sentir escalofríos.
—…sé que estás semanas han sido difíciles. La pérdida de tu madre…
Mi mente se perdió cuando el comenzó a hablarme de mamá. Apreté la mano de Emilio por debajo de la mesa.
—¡Ella es tu nueva novia!
Papá y Elena se sorprendieron. Yo los había tomado por sorpresa.
—Miranda… tú… —parecía que papá no sabía que palabras decir.
Necesitaba desahogarme. Además, el mensaje que recibí esta mañana me estaba dando ánimo. ¿Y qué podía empeorar? ¡Todo era un caos!
—Los vi en tu habitación teniendo sexo y parecían muy complacidos. ¡Descuida papá! Mamá está muerta, no tienes qué avisarme sobre tus relaciones amorosas. Aun cuando mamá estaba viva no te importo meter a esta mujer en su habitación. Tampoco debería importarte contarme sobre tus planes de romance.
Emilio se sorprendió. Me sentí muy decepcionada de repente.
—Miranda…yo… —la voz de papá era algo que nunca me dio confianza.
—Descuida papá. No podemos cambiar el pasado.
Me puse de pie, Elena miraba su plato vacío y parecía no tener el valor de mirarme.
—¡Espero que pasen una buena mañana juntos! Gracias por el desayuno.
No podía seguir allí.
Emilio me siguió y ambos salimos del restaurante. Mi corazón estaba latiendo muy rápido, muchas emociones me atravesaban el cuerpo y la sensación más cobarde se abrazó adentro de mi alma. Nos detuvimos en medio del estacionamiento.
—Perdona que te haya arruinado la mañana —me disculpe con mi amigo—. ¡No tenía idea que fuera a ser así!
Emilio tenía la mirada tranquila, compasiva, cálida.
—Descuida, no tienes por qué disculparte…
Le miré.
—¡Me temo que sí! No es justo para ti el estar cuidando y estando siempre para mí. No mereces que yo te prive de estar con alguna chica guapa o de tu familia. No es justo que yo te prive de tu libertad si mi alma está dañada. ¡Lo siento!
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Editado: 14.02.2024