¡pideme Que Te Olvide!

DIECISEIS

A la mañana siguiente decidí no ir a la escuela. Elena se había quedado a dormir con papá y eso me causo una punzada de dolor. ¡Todo estaba quedando muy claro! Desayuné rápidamente, me topé al tío Tom unos segundos en el comedor, pero no intercambiamos palabras. Subí a mi habitación. Le escribí a Emilio para que él viera que nada había cambiado entre nosotros. Y era cierto, el que yo no tuviera los mismos sentimientos que Emilio no significaba que no pudiéramos seguir juntos. De alguna u otra forma, yo le quería y eso no lo podía negar. 

Ayer cuando salió de mi habitación, me pidió que no lo acompañará a la entrada. Sonrió y se fue. Vi como su auto se iba a toda velocidad y su ausencia me dolió un poco. 

Recibí un mensaje de Édgar.   

Miranda, logré hablar con Martínez. ¡Accedió a verte! ¿Podemos vernos en la Estrella? Paso por ti a la una de la tarde. 

¿Mi verdadero abuelo quería verme? ¡Vaya sorpresa! Todo se estaba dando muy rápido para mí. ¿Realmente era cierto? Así que yo debía ser rápida también, abrí un cuaderno y empecé a escribir los pasos de mi plan. ¡Estaba claro que mañana no estaría aquí!  

Me vestí para salir. Salí de mi habitación con mi celular en la mano y una mochila en la espalda. Me encontré a papá en la sala. 

—¡Buenos días Miranda! —Me saludó. 

Eran las once treinta y traía puesta su pijama. 

—¡Hola!  

No me atreví a llamarlo papá. 

—¿Saldrás a la escuela?  

—Mmmmm no. Saldré a comprar algo para la boda. 

Sonrió. Quizá pensaba que yo aprobaba lo que él estaba haciendo. ¿Realmente me veía como una hija? 

—¡Muy bien! ¿Necesitas dinero? 

Se acercó a la mesa de centro. Su cartera estaba ahí. 

—¡No, está bien así! 

Me dio cinco mil pesos, insistió en qué los agarrará. Dudé en tomarlos, pero al final accedí. Ese dinero me serviría bastante.  

—A las ocho iremos a ver el salón donde será la recepción para la boda. ¿Quieres acompañarnos?  

La verdad no quería. 

—Mmmmm, no lo sé. Mañana es la graduación de Emilio y estoy planeando hacerle una sorpresa. 

Él se sorprendió un poco. Estaba muy poco familiarizado con mis asuntos. 

—¡Esta bien! Te llamaré a esa hora. Lo que pasa es que yo no regresaré a casa, surgió un problema en la compañía y tengo que solucionarlo. Iré a Ciudad de México, regresaré mañana antes del mediodía. ¡Qué bueno que la boda es en la tardecita! 

Así que algo pasaba con la compañía, un problema dijo él. ¿Será consiente de las cosas que yo sé? ¿Pensara que estoy descubriendo la verdad sobre mi vida? ¿Sabrá que hay alguien detrás de nosotros que conoce la verdad sobre nuestra vida? 

—Espero que viajes con cuidado. 

No cruzamos ninguna otra palabra.  

Salí de mi casa, decidí ir a comprar un regalo para Emilio. Mañana era su graduación, así que quería darle la sorpresa. Mis pensamientos me hacían recordar la carta que ayer me había leído. ¡Yo le gustaba a mi mejor amigo! Fui a una tienda de cámaras y compré una.  

¡Quería que él tomara muchas fotos de su época en la universidad! Bueno, no realmente.  Le compré una cámara porque yo quería que Emilio tuviera una parte de mí que le hiciera pensar que yo seguía estando a su lado a dónde quiera que él fuera.  

—¡Gracias por tu compra! —Dijo el muchacho de la caja registradora. 

Asentí y le di un poco de propina. Me vendió una sonrisa. 

Salí de la tienda, guardé la cámara nueva en mi mochila, su caja era bonita. Quería que Emilio tuviera algo con lo que pudiera recordarme ahora que yo no estaría junto a él, porque quizá, quizá mi corazón si empezaba a doler cuando yo pensaba en la posibilidad de cambiar las cosas. 

***  

Llegué media hora antes al lugar acordado, me senté en una banca justo enfrente de la rueda, la fuente estaba encendida y había niños jugando dentro de ella. Estar esperando me hizo pensar en Manuel y en cómo es que me había enamorado tan rápido de un chico como él. ¿Estaría bien? ¿Cuidaría de su hijo? ¿Qué sentirá en estos momentos? 

Un mensaje de Édgar me hizo recordar porque estaba allí. Me puse de pie, bajé los escalones y caminé un poco más por la banqueta. Édgar me estaba esperando desde una Suburban, él estaba al volante y su rostro me sorprendió. ¡Se veía muy bien manejando! Subí a la camioneta.  

Condujo por unos minutos, se estacionó en una plaza y me indico que debía bajar y buscar un restaurante dentro del lugar. 

—¿Tú no vendrás? —Pregunté un poco preocupada.  

Sonrió y negó con la cabeza.  

—Martínez me pidió que esperará aquí.  

Realmente sentí un poco de desconfianza, quizá y está vez se trataba de una trampa. ¿Por qué había decidido venir? ¿Necesitaba algo de ese hombre? ¿Sería bueno que yo siguiera investigando sobre mi pasado? ¡Quería respuestas!  

—¡Está bien! Confío en ti.  

Suspire. Le sonreí. Baje de la camioneta, me acomode mí mochila y trate de parecer lo más segura posible.  

Entré a la plaza, había mucha gente. De pronto sentía que todos me estaban mirando y eso me hizo sentir temblorosa. ¡Necesitaba valor! Llegué al restaurante. Antes de entrar examine el lugar con el pensamiento. Parecía que había varios clientes, el lugar era muy elegante y exclusivo.  

—¡Bienvenida! —Saludó un joven vestido de traje—. ¿Tiene reservación?  

Recordé las instrucciones que Édgar me había dado.  

—¡Hola! Busco al señor Martínez.  

Él me observo, me examinó con la mirada de forma rápida y elegante. Asintió.  

—¡Claro! Acompáñeme.  

Seguí al hombre, caminamos por un pasillo entre mesa y mesa, la dirección en la que íbamos nos llevaba a estar cerca de la ventana. Vi a un hombre mayor sentado, aparentaba unos setenta años, cabello gris, arrugas en el rostro, una gabardina de terciopelo negra, un reloj de oro en la muñeca izquierda y una mirada compasiva. ¡Nos detuvimos en su mesa!  




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