Eran las nueve de la mañana cuando me sentí lista. No iría a la ceremonia de graduación, no iría a la boda de Miguel y no quería seguir aquí. Me había puesto un pantalón de cuadros, una blusa amarilla y mis converse. Trencé mi cabello y me puse un poco de labial rojo. Dejé mi cuarto ordenado, me detuve a mirar unos segundos toda mi habitación. ¡Estaba lista!
Abrí la puerta y me sorprendió verlo ahí, con el pecho desnudo y la mirada perdida.
—¡Buenos días, Miranda! —La voz del tío Tom fue algo que no esperaba.
—¡Buenos días! —Saludé cortante.
Me examinó con la mirada.
—¿A dónde vas?
—¡Eso no le interesa!
Frunció el ceño.
—¿A dónde vas? —Sonó más autoritario.
Me quedé quieta. De pie y sin decir nada. Vi su movimiento aproximarse y mi reacción fue cerrar la puerta.
—¡Váyase de aquí! ¡Largo!
Empezó a patear con todas sus fuerzas. La madera de la puerta se tambaleaba.
—¡No puedes salir Miranda! Tu padre me pidió que te cuidará.
¿Estaba hablando en serio? ¿Cuidarme? Quizá es que él se había enterado de todo. Active una nota de voz. ¡Necesitaba salir de aquí!
Las ventanas de mi habitación no tenían balcón y la altura era considerable. Saltar no estaba en el plan. ¡Necesitaba distraer a Tom! Rápidamente, tomé la silla de mi escritorio, la alcé y con todas mis fuerzas la impacté con el vidrio de mi ventana. ¡El sonido hizo que Tom se detuviera! Escuché como bajaba las escaleras. Deje pasar diez segundos, agarre unas tijeras y las guarde en mi bolsillo trasero del pantalón.
Abrí la puerta y él ya no estaba.
Baje a toda velocidad, camine por la sala, la puerta principal estaba abierta, cuando me acerque a la salida, Tom apareció justo enfrente de mí. Me sujeto de las manos y me empujó adentró. ¡Estaba atrapada!
—¡Creíste que podrías huir!
Su rostro estaba muy cerca del mío. Con todas mis fuerzas empecé a patearlo en las piernas. Él me aventó de un empujón y me caí al suelo. Me golpeé contra el sillón.
—¡Voy a salir de aquí!
—¿A dónde vas?
—¿Por qué tanto interés?
—¡Tu padre me pidió que te detuviera aquí! ¿No piensas ir a su boda?
—¿Usted piensa ir?
—¡A mí me da igual lo que haga tu papá!
—¿Y por qué no me deja ir? Si le da igual, ¿por qué trata de retenerme y hacerle caso a mi papá?
—¡Te volviste toda una rebelde!
—No lo sé, quizá un poco. La verdad es que me cansé de estar rodeada de personas cómo usted.
Soltó una carcajada.
—¡Suenas igual que tu madre! Es una lástima que esté muerta.
Le lancé una mirada sería. Recordé lo que Edgar me había dicho.
—¡Usted la mató!
Sus ojos se sorprendieron.
—¡No digas tonterías!
—Es la verdad, usted mató a mi madre. ¡Nunca la quiso!
Era verdad. Tom nunca trato bien a mi madre.
—¡Tu madre era una cualquiera! Una zorra barata, una mujer que solo…
—¡Una mujer con poder! Ella tenía más poder del que usted nunca podrá tener: dinero, propiedades, lujos. Lo único que usted hizo fue quitarle el amor que usted nunca pudo tener porque claramente, usted sentía envidia. ¿Acaso piensa que no he descubierto su deseo de ser tan avaro? ¡Tom es un hombre podrido! No se mienta, usted no me deja salir porque sabe que yo soy lo que necesita para seguir con vida. ¿Me equivocó?
—¡Estás diciendo puras tonterías!
—Pues si no me quiere escuchar, solo déjeme ir.
Me acerque a la entrada. No tenía miedo.
—¡Vuelve a tu habitación! Prepárate para la boda.
—¡Oblígueme!
Mi forma de retarlo hizo que él se enojará. Quiso tomarme de las muñecas, pero las tijeras le hicieron retroceder.
—¡Te piensas vengar de mí!
—¿Debería vengarme de usted? No pienso convertirme en alguien como usted.
Sonrió cruelmente.
—¿Me crees tan malo?
¡Cínico!
—Usted es malo. Un hombre perverso y degenerado. ¿Abusar sexualmente de mí es malo? ¿Robar dinero es malo? ¿Asesinar?
Apreté mis puños.
—¡Pará mí no es malo! Y si lo hice. ¡Que! ¡Sí, lo hice! ¿Piensas hacer algo al respecto? Eres una chica tonta, una cualquiera, igual que tu madre. ¡Deberías estar muerta!
¡Lo había conseguido! Por dentro, aunque sentía mucho rencor y odio, también me sentí bien. Después de mucho tiempo yo había tenido el valor de enfrentarme a mi pasado. ¡Tenía evidencia!
—¡Adelante! ¡Máteme!
Deje caer las tijeras al suelo. Él se sorprendió. Su cuerpo seguía obstruyendo mi caminó. La puerta estaba cerrada, Tom la había asegurado.
Dio unos pasos hacia mí. Me tomó de una muñeca y tiro de mí. Logró arrastrarme unos cuantos metros. Cerca de mí estaba un florero de cristal, lo tomé sin dudar y rápidamente se lo impacté en el rostro. No se rompió, su mirada estaba clavada en mis movimientos y tiró de mí, haciéndome caer. El florero cayó al suelo y mis muñecas comenzaron a sangrar, los fragmentos de cristal se habían enterrado en mi carne.
—¿Prefieres que te mate aquí o en tu habitación?
No respondí, me subió a mi habitación, cerró la puerta y se fue. Fui al baño a buscar vendas, detuve el sangrado. Me llegó un mensaje de Édgar. ¡Ya estaba en su posición!
Édgar: ¡Ya tengo lo que me pediste! ¿Te veo dónde quedamos?
Suspiré. Me miré unos segundos al espejo. ¡Yo era un desastre! Tenía la blusa manchada de sangre, mis rodillas dolían y ¿qué pasaría conmigo?
Le escribí a Édgar.
Miranda: Espérame afuera de mi casa. Saldré en diez minutos. ¡Por favor! Pase lo que pase, no entres, confía en mí. Esta es mi batalla ¡Estoy bien!
Envié el mensaje. No tardó en leerlo.
¡Lo tenía claro! Esta era una batalla entre el pasado y yo. ¿Qué pasado? Pues esto que estas a punto de saber fue algo de lo que me paso años atrás:
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Editado: 14.02.2024