Piel y letra

Ella

Había dicho que no iba a volver a caer. Se prometió que no sería otra vez su segunda opción, sin embargo, allí estaban ambos, exhaustos, sonrientes, satisfechos...

Para ella, la línea que separa la euforia del desánimo era muy fina. Pasó de estar sonriente y satisfecha a querer huir de aquella cama. Él, buscaba  encontrarse con sus ojos, con su mirada pues había aprendido a leer lo que esconde el alma a través de ellos.

Un segundo le bastó para recordarse que ese momento de pasión, era lo que tanto tiempo llevaba esperando, se volvió para mirarle y le sostuvo la mirada, aunque le temblaban los labios porque contenía sus palabras.

-Eso que piensas, dilo.- dijo él.
-No.- respondió ella sonriendo.
-Dilo.- insistió.
-No tengo que decir nada.- negó.
-Quiero que seas tú, dilo.- volvió a insistir.

A veces ser ella misma, le había costado rupturas, malos entendidos y dolor, pero estaba orgullosa de ser siempre una persona sincera, presumía de ello.

-Ya sabes lo que quiero decir...- vaciló.
-Lo sé, pero quiero que me lo digas...- se mostró arrogante.
-A veces me pregunto porque volviste a mi vida. ¿Porque decidiste volverte loco cuando yo ya estaba cuerda? Arreglamos las cosas en la cama para luego joderlo con palabras y por más que intento alejarme siempre acabo cediendo a ti. Me dueles cerca, lejos, cuando hablas, cuando callas... ¿Sabes porque?
-¿Porque?.- preguntó sabiendo la respuesta.
-Porque vivimos a medias, dejándonos para después, aplazando las ganas de vivir algo, porque parece que nunca es nuestro momento, siempre hay algo o alguien.- se sentó en la cama- Cada vez que me digo que se ha acabado, mi corazón me pide que lo intente una vez más, me buscas y volvemos a la casilla de salida. Ojalá pudiera sacarte de mi pecho, arrancarte de mi vida, pero no sé cómo hacerlo.

Se puso en pie, recopiló la ropa desperdigada por la habitación y empezó a vestirse.

Él, no sabía cómo responder a aquellas palabras, era el discurso más sincero que alguien le había dedicado y es que ella era así, pasional en todo lo que hacía, para bien o para mal. La miraba recoger sus cosas, vestirse en calma y a toda prisa. Se dispuso a abrir la boca, se le ocurrió una de esas frases que siempre la desarmaban, pero ella le interrumpió no dándole pie a hacerlo.

-No digas nada...- le dio un fugaz beso en los labios- Porque aún así, y a pesar de todo, te quiero.

 




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