Piel y letra

Reencuentro

Y una vez se da el reencuentro, entiendes que echabas de menos su manera de mirarte, se te escapan las mariposas porque no puedes mantener la boca cerrada, pues desde que lo viste distraído, sentado, esperando tu llegada pintó una sonrisa en tu cara, la cuál se mantiene durante todo el tiempo que permaneces a su lado. 

Vuelves a repetirte a ti misma, que quieres vivir en su abrazo eterno, en cada una de las llegadas que habéis tenido, en todas las que aún te quedarán por vivir con él. Respiras su aroma con alivio, besas su cuello con dulzura, mientras te aprietas contra él recordándote de que eres suya, por más que trates de huir o por más que duermas lejos de su cama. 

Le miras cómplice tras cada beso y te sientes fuerte como para  mandar a callar a todos esos demonios que han hablado en tu cabeza durante los treinta y siete días de ausencia, esos que dudaban del reencuentro haciéndote dudar a ti también. 

Te ves como una quinceañera que suspira enamorada, sintiendo un punto de vergüenza por eso que sientes y no deberías sentir, por todo lo que dicen o por lo que dirán, por esa batalla que libras cada cierto tiempo, por todas las que vendrán. 




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