Agatha.
Lo único que me mantenía de pie ante la presión de tener cerca a Liam, era que lo mantenía a larga distancia de mí. Siempre o, lo mandaba a buscar pinceles o pinturas al supermercado, ó lo mandaba a otra sala para que me dejara sola.
Estamos en la misma sala de hace días, yo me encuentro plasmando una nueva imagen que llevo varios días dando vueltas en mi cabeza. Liam se encuentra sentado en un sofá color chocolate.
—Tráeme un vaso de agua —ordené sin siquiera decir un por favor o algo más sutil, entre más dura, más rápido se largara.
Él no parecía molesto en ningún momento, sólo asintió con la cabeza y comenzó a caminar hacia las salida de la sala en donde estábamos.
—¡Espera! —grité llamando su atención, él se paró al instante y regresó su mirada a la mía—. Cada vez que yo te de un a orden, tú deberás responder con... —Pensé muy bien con lo que iba a terminar—... ¡Si jefa!
Me mordí el labio inferior para no soltarme a reír por si cara. Su rostro hizo una expresión difícil de describir pero podría decir que la hizo de confusión.
—¡Si, jefa!
Por más que intentará arruinar su maldita sonrisa nada más no lograba borrarla. Por un momento quería soltarle una bofetada para que de esa manera pudiera borrar esa estúpida sonrisa.
—Ahora continúa con lo que estabas —ordené.
—¡Si jefa! —Esta vez me estaba muriendo de risa interiormente, no puedo aguantar más sin soltar una carcajada.
Liam se marchó y me quedé sola en la sala. Me reí fuertemente que no me percaté que había una pequeña posibilidad de que Liam me haya escuchado del otro lado de la puerta. No sabía si le había caído mal mi carácter, pero muero porque sí.